Tomar las armas del terror

Gasparini, Sandra (2019).
Las horas nocturnas. Diez lecturas sobre terror, fantástico y ciencia.
Buenos Aires/Los Ángeles: Editorial Argus-a. 191 pp.

Marcos Seifert

Conicet - Universidad Nacional de Hurlingham - Universidad Nacional de las Artes, Argentina

En su libro Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX (2012), Sandra Gasparini se ha encargado de evidenciar el modo en que las fantasías científicas en el siglo XIX argentino ficcionalizaban preguntas y cuestionamientos sobre los saberes que involucraban tanto tradiciones como debates clave respecto a la institucionalización de la ciencia y los procesos de modernización. A la hora de analizar el entramado de discursos sociales, políticos y científicos que se tensaban en tales narraciones, Gasparini exhibía, además, su condición de textualidades heterogéneas que bordean los compartimentos de género y cuyo lugar privilegiado es la intersección. En Las horas nocturnas. Diez lecturas sobre terror, fantástico y ciencia (2019) encontramos la misma capacidad para desentrañar y desmontar las capas de narraciones que operan en el cruce y, a partir de desbordes de procedimientos, motivos y figuras. De ahí que las categorías que emergen en el subtítulo del libro funcionen no tanto como terreno demarcatorio, sino como una constelación móvil e intermitente que no busca fijar a los textos bajo sus límites y leyes, sino más bien revelar derivas, torsiones e inflexiones. Si bien el libro organiza sus lecturas en dos partes diferenciadas (un conjunto de análisis sobre narrativas del siglo XIX, por un lado, y otro sobre narraciones de los siglos XX y XXI, por otro), la propuesta de la autora pliega las partes ya que posibilita pensar las continuidades, los palimpsestos, los umbrales y las reescrituras (por ejemplo, los ecos de las decimonónicas “mujeres que aterran” y amenazan el orden patriarcal de Gorriti, Holmberg, Torres y Quiroga en las figuras femeninas de las narraciones de Mariana Enríquez o el arco que se extiende entre los verdugos que “leen mal” en el Facundo y los textos testimoniales sobre la tortura en los Centros Clandestinos de Detención).

La noción de “uso” que ha sido central para pensar el género gauchesco para Josefina Ludmer reaparece en el análisis de Gasparini como la bisagra entre los procedimientos y motivos de la literatura antimimética y los conflictos históricos y políticos: de ahí “el uso desviado del fantasma” en la narrativa de Gorriti o el “uso político de la ficción especulativa” en Holmberg. Justamente es esta articulación entre tropos literarios y política la que permite que el terror sea en los diferentes apartados algo más que un eje, y se vuelva una productiva “sombra terrible” que gravita en las lecturas, sin devenir jamás un corset genérico, es decir, sin la necesidad ni el requerimiento de que los textos pertenezcan y se amolden estrictamente a esta tradición. Las lecturas de Gasparini no necesitan detenerse en la discusión sobre si el gótico es modo, matriz o género, ya que en su abordaje, la veta gótica funciona como repositorio de procedimientos, caja de herramientas que adquiere relevancia por su potencia reveladora de sentidos. Hacer emerger los usos de estos motivos y figuras significa asignarle a la tradición del terror un lugar en la cultura y literatura argentinas y latinoamericanas que por largo tiempo les había sido negado. La escritura de Gasparini no solo recupera la relación entre el terror histórico y el literario que está en el origen del gótico, sino que demuestra además que sin el terror y su arsenal de tropos, no pueden entenderse ni narrarse cuestiones históricas y políticas centrales ni mucho menos su impacto o huella en nuestro imaginario. La concepción sobre lo literario que motoriza el análisis de la autora además de sostenerse en la capacidad de los textos de apropiarse y blandir las armas del gótico (incluso si se trata de textualidades testimoniales), se apoya también en el reconocimiento de que tales recursos y tópicos no persisten alejados o ajenos a lo real, sino que lo acechan y presionan: están ahí, “embutidos” tras las paredes esperando la oportunidad para modificar y ampliar sus fronteras. Gasparini dialoga así con planteos de Marcelo Cohen que van desde ¡Realmente fantástico! y otros ensayos (2003) hasta Notas sobre literatura y el sonido de las cosas (2017) para enriquecer el modo en que interactúan los tópicos del terror, los modos de representación y la concepción sobre lo real.

En la primera parte del libro, los apartados trabajan el modo en que la cultura del siglo XIX, “la razón, la ciencia y el orden patriarcal se enfrentan a lo irracional, al caos, lo sobrenatural o lo inexplicable” (Gasparini, 2019: 11). Ya sea en textos clásicos o en aquellos que se rescatan para redefinir el canon, lo que se destaca en esta sección es cómo el terror y la ficción especulativa dan cuenta tanto de las “estrategias del poder”, su control sobre los cuerpos, sus imposiciones de normalidad como también de aquellas “derivas peligrosas” que transgreden o escapan a su dominio: las fascinaciones de la barbarie, los usos femeninos de saberes que subvierten el orden patriarcal. Gasparini revela en este entramado de lecturas, en las que se privilegia el umbral de lo moderno y los procesos de modernización e institucionalización de los saberes, que el monstruo acecha en cualquier vértice de las redes de poder.

En la segunda parte, el eje espacial se vuelve central. Nuevamente aquí lo que importa es la productividad de la ficción para dar cuenta de una disposición singular del espacio que consiste en pasajes, pasadizos, embutes que permiten la conversión de esos enclaves domésticos y reconocibles en siniestros y misteriosos. Pero no es esta una transmutación que los textos desencadenan a espaldas de los espacios del mundo real, sino una construcción que permite develar zonas que siempre han sido parte de él. Algo que señala Pablo Ansolabehere en el “Prólogo” también se destaca en esta parte del libro: la destreza para establecer líneas de lectura, articular y trabajar sobre un corpus en ese territorio inestable y espinoso que es la narrativa contemporánea. En esa zona en construcción, Gasparini demarca nuevas rutas, “caminos internos”, proyecta mapas y túneles, delinea figuras y enjambra focos problemáticos que alumbran las insistencias del pasado a la vez que dejan ver las líneas de fuga hacia el futuro. Dos ejemplos claros de esta capacidad para armar redes y series son el trabajo sobre las figuras del aparecido y la horda (su vínculo con los miedos del presente y los asedios del pasado) y el análisis sobre la metamorfosis siniestra del paisaje y la naturaleza que se lee en relatos contemporáneos ubicados en las sierras cordobesas y el monte chaqueño.

Por último, en línea con los interrogantes de los estudios sobre el gótico y sus derivas, es preciso señalar la forma en que la autora retoma la tradición de la casa gótica en la literatura argentina que hace serie con los trabajos sobre este espacio realizados por Marcos Zangrandi en las narraciones de Beatriz Guido y Manuel Mújica Laínez en Familias póstumas. Literatura argentina, fuego, peronismo (2016). Pero lo que diferencia este abordaje de Gasparini es la comprensión de que en las narrativas del presente esta casa ya no está contenida en una arquitectura tenebrosa equivalente, sino que ha estallado: sus lúgubres recovecos, sótanos y portales se han dispersado y multiplicado para emerger en los sitios más diversos. Es iluminadora en este sentido la cita que recorta Gasparini de “Los laberintos” de Mario Levrero. Las horas nocturnas rastrea y desmenuza con agudeza aquellos textos que enfocan lo que “la realidad misma” tiene “de laberinto y de trampa, con sus monstruos y sus víctimas” (Levrero, 1987). De estas lecturas que combinan pasión y rigor se desprende una valoración de una forma de literatura cuyos rasgos se emparentan con aquel que Michel Foucault (1996: 153) le atribuía a Sade y las novelas de terror: la capacidad de introducir un desbarajuste en el lenguaje, un “núcleo del disturbio” en donde todo se vuelve excesivo y en falta a la vez.

Bibliografía

» Cohen, M. (2003). ¡Realmente fantástico! y otros ensayos, Buenos Aires: Grupo Editorial Norma.

» Foucault, M. (1996). De lenguaje y literatura. Barcelona: Paidós.

» Levrero, M. (1987). Espacios libres. Buenos Aires: Punto Sur.

» Zangrandi, M. (2016) Familias póstumas. Literatura argentina, fuego, peronismo