Nuevas formas de habitar y transformaciones del espacio productivo

Procesos de movilidad rural-rural y rural-urbano en Los Juríes, Gral. Taboada, provincia de Santiago del Estero

Melina Neiman

Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL), CONICET, Buenos Aires, Argentina
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7213-0056

Mariela Blanco

Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL), CONICET, Buenos Aires, Argentina
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6521-6521

Recibido: 14 de mayo de 2020. Aceptado: 3 de diciembre de 2020.

Resumen

En este artículo se analiza un tipo de movilidad que se produce a partir del desplazamiento de población causado por los procesos de expulsión campesina, por un lado, hacia parcelas reducidas a través de un proceso de reubicación de familias rurales y, por el otro, hacia la localidad de Los Juríes, en el departamento de General Taboada (Santiago del Estero). Todo ello como resultado del avance de la frontera agropecuaria, sobre todo a partir de la emergencia de la producción de soja, la desposesión de tierras y la crisis del algodón, originando tanto movimientos de población como cambios productivos, económicos y sociales. El objetivo es analizar cuáles son los principales cambios que afectan a las poblaciones involucradas en desplazamientos rural-rural y rural-urbano considerando la dinámica de sus espacios de vida y de sus familias y los vínculos que establecen en su nuevo habitar cotidiano.

Palabras clave: Desplazamiento por expulsión. Ruralidad. Argentina.

Transformations of the productive space and new ways of living. Rural-rural and rural-urban mobility processes in Los Juríes, General Taboada, province of Santiago del Estero

Abstract

This article analyzes a particular type of mobility caused by the displacement of population as a result of peasant expulsion processes, on one hand, towards reduced plots through a relocation of rural families and, on the other, towards the town of Los Juríes, in the department of General Taboada (Santiago del Estero). That takes place in a territory that has undergone different transformations as a result of the advance of the agricultural frontier, especially since the emergence of soybean production, land dispossession and the cotton production crisis, causing both population movements and productive, economic and social changes. The objective is to analyze the main changes that affect population involved in rural-rural and rural-urban displacements, identifying their new living spaces and families dynamics and their daily living relations.

Keywords: Displacement by expulsion. Rurality. Argentina.

Palavras-chave: Remoções forçadas. Ruralidade. Argentina.

Introducción

Si bien Argentina se ha caracterizado por haber atravesado un acelerado proceso de urbanización mostrando que actualmente la población rural alcanza sólo el 10% de la población total (INDEC, 2010), la provincia de Santiago del Estero se destaca por contar con un porcentaje elevado de población rural frente a los demás distritos del país. Sin embargo, durante los últimos cincuenta años la residencia rural evidencia una caída significativa, pasando a representar el 65% en el año 1960 a un 30% en el año 2010, mientras que en toda la provincia para el mismo período la población total creció un 85% (Quaranta, 2020). Asimismo, entre los Censos de Población de 2001 y 2010 se observa una caída de la residencia dispersa del 3% a favor de la radicación en pequeñas localidades.

En cuanto a las condiciones de vida de la población rural en la provincia, se observa que, en el período intercensal 2001-2010, el porcentaje de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas se redujo, pasando del 26,2% al 17,6%. No obstante, más de la mitad de los departamentos de la provincia observan valores superiores al 20% (DINREP, 2013).

Así, las zonas rurales santiagueñas se caracterizan por las precarias condiciones de vida de su población, a lo que se suman los procesos de transformación en esos espacios, como la crisis de las economías de la pequeña producción y el avance de la producción de cereales y oleaginosas a gran escala.

Particularmente, el territorio que se estudia en este artículo ha sufrido diferentes transformaciones como resultado del avance de la frontera agropecuaria, sobre todo a partir de la emergencia de la producción de soja, originando nuevos movimientos de población así como también cambios productivos, económicos y sociales (De Dios y Williams, 1998; Blanco y Neiman, 2018). Los desplazamientos de la población rural adquirieron un carácter de expulsión, después de procesos de luchas y conflictos, que aún siguen vigentes (Benencia, 1988; Alfaro, 2002; Barbetta, 2010). El desarrollo de la agricultura ha transformado el paisaje de la ruralidad y mediante la deforestación y la reconversión productiva se puso la tierra en valor económico y se motorizó la economía de la región. Una parte de la población ha recibido los beneficios de esa bonanza económica, pero otra (integrada fundamentalmente por comunidades originarias tradicionales) sufrió los embates de una modernización que tendió a expulsarla de las tierras que ocupó históricamente (Paz, 2017).

En este artículo se analiza un tipo de movilidad particular que se produce a partir del desplazamiento, causado por los procesos de expulsión campesina, por un lado, hacia parcelas reducidas a través de un proceso de reubicación de familias rurales y, por el otro, hacia la localidad de Los Juríes, en el departamento de General Taboada. Se registra que en el período 1991-2010, la población urbana del departamento se incrementó en 50% y la rural dispersa disminuyó 14,2% (INDEC, 1991 y 2010).

La acumulación por desposesión se trata de un tipo de movilidad por expulsión que se expresa en los espacios locales, pero que obedece a desplazamientos del capital que ocurren a escala global a partir de la valorización de un recurso, por ejemplo, la tierra, en espacios que con anterioridad funcionaban sobre la base de una lógica diferente (Harvey, 2005). Esta valorización de la producción, implicó la desposesión de tierras destinadas a fines distintos a la obtención de ganancias (como la reproducción del hogar y la subsistencia de pequeños productores). En Argentina, sobre todo en la región noroeste, muchas familias se encuentran en una situación de tenencia precaria de ese recurso, favoreciendo los procesos de exclusión y movilidad, que no sólo presentan una dirección rural-rural sino también rural-urbana. Las familias campesinas generan formas novedosas de movilidad y al interior de las mismas se ponen en juego diferentes elementos de negociación entre las generaciones, en el cual la sobrevivencia o no de las unidades campesinas asume un rol fundamental (Quesnel, 2010).

A diferencia de los procesos migratorios en los cuales quienes se trasladan lo hacen para acceder a mejoras contextuales, por ejemplo, para la obtención de ingresos que no son posibles en el lugar de origen; hay otro tipo de movilidad causada por la transformación del entorno geográfico. Una de sus características centrales es que la llegada de un otro al espacio es lo que origina el traslado del primero y estos procesos no están exentos de conflictos (Blanco y Neiman, 2018). De esta manera, la movilidad no implica únicamente un desplazamiento en determinado tiempo y espacio, sino que la movilidad actúa dentro de un proceso en el cual se crea un tiempo y espacio donde las relaciones de poder y jerarquías sociales están presentes (Harvey, 2009). En consecuencia, todo proceso de movilidad implica una redefinición de las estructuras sociodemográficas como también del sistema relacional cotidiano en que se desarrolla, tanto en su expresión material como simbólica.

Como se mencionó anteriormente, este artículo se focalizará en las formas que asumen los desplazamientos de la población rural como resultado de las nuevas transformaciones territoriales en la escena productiva. Se analizarán cuáles son los principales cambios que afectan a las poblaciones involucradas en el sentido rural-rural y rural-urbano tratando de identificar cómo es la dinámica de sus espacios de vida y qué vínculos ya establecidos en otros lugares permanecen en su habitar cotidiano.

Desde sus primeros desarrollos la sociología ha estado preocupada por desprenderse de las interpretaciones que vinculan el comportamiento social como una instancia independiente de los procesos materiales en los cuales las poblaciones desarrollan su vida. El materialismo histórico determinó que la relación con lo material constituye el fundamento de la historia humana, a partir de esta relación los hombres definen su modo de producción y reproducción en un determinado momento. Otras visiones, menos deterministas, pero no por eso alejadas de la importancia de la materialidad, reconocen que en el espacio se puede observar el comportamiento y las normas sociales, siendo el espacio y el tiempo manifestaciones de las expresiones colectivas de la sociedad (Blanco, 2007). De esta manera, el habitar se reconoce como un conjunto de prácticas y representaciones que permiten al sujeto colocarse dentro de un orden espacio-temporal; la cultura toma un papel central por ser un conjunto de sentidos, valores y normas colectivamente reconocidos que tienen un carácter extremadamente dinámico (Giglia, 2012; Crespo Sánchez, 2016). No obstante, el habitar está condicionado por las desigualdades socioeconómicas que se manifiestan en el acceso a bienes y servicios y en la distribución diferencial de los recursos (monetarios, materiales, sociales, etc.) (Mera, 2014). Es en esta línea del habitar es que se inscribe el artículo, reconociendo a la movilidad como portadora de las desigualdades e instituyendo lógicas del desarraigo en donde se entorpecen los procesos básicos de identidad con el espacio (Otálvaro-Sierra, 2017).

Metodología

La metodología utilizada se sustenta en una combinación de estrategias cuantitativas y cualitativas que permite captar las principales regularidades y, al mismo tiempo, comprender este tipo de desplazamientos. El trabajo de campo está basado, por un lado, en un relevamiento realizado a 150 hogares ubicados en el borde urbano de Los Juríes (General Taboada) y, por otro, en entrevistas en profundidad semiestructuradas realizadas entre 2015 y 2017, con un criterio de selección intencional que busca responder a los objetivos de la investigación, especialmente los referidos al impacto sufrido por la población local. Para ello se entrevistó a 9 trabajadores rurales y urbanos, 5 productores desalojados, 6 referentes políticos locales (intendente, secretario de producción, líderes campesinos y técnicos), 4 pequeños productores y residentes rurales y sus familias, 4 productores medianos (de 100 a 500 has.) y 2 trabajadores cuenta propia de la localidad. También se trabaja con los resultados de los Censos de Población (1991, 2001 y 2010) que brindan información de las dinámicas demográficas tanto en relación a la movilidad de la población como a las transformaciones de los hogares y de los Censos Nacionales Agropecuarios (1988, 2002 y 2008) referidos a cuestiones vinculadas con la estructura agraria y el uso del suelo.

El relevamiento a 150 hogares se llevó a cabo en los bordes de la localidad de Los Juríes, durante el mes de abril de 2017. En la Figura 1 se grafican los puntos muestra, considerando a los bordes de la localidad como espacios de más reciente ocupación. La localidad de Los Juríes se ha visto modificada a partir de recibir a esta población proveniente de áreas rurales. Se distingue una calle principal que oficia de centro comercial donde se encuentran mercados de venta de alimentos, una sucursal del Banco Nación con cajero automático, farmacias, locales de ropa, dos estaciones de servicios, tres hoteles, gomerías y la estación de ómnibus. En estas cuadras predominan viviendas construidas con materiales de hormigón y cemento, con paredes revocadas y pintadas. Algunas cuentan con un jardín a la entrada y/o canteros. También presenta un trazado urbano con manzanas y calles con carteles con el nombre y la altura. En la periferia del centro de la localidad, donde se realizó el relevamiento y donde residen las familias que migraron de las zonas rurales, todas las calles son de tierra y la distribución de las viviendas presenta un trazado irregular. Es común observar junto a las viviendas la presencia de terrenos baldíos. Entre las características de las viviendas, hay algunas de materiales similares a las del centro y otras con piso de tierra, techos de chapa y letrina en el patio trasero. Suelen ser pequeñas en relación al tamaño de las familias que tienen un promedio de 5 habitantes por hogar (Encuesta PIO-CONICET-UNSE, 2017).

Se indagó sobre las dimensiones de cambios de residencia, características demográficas, educación, salud y trabajo, con el propósito de estudiar los cambios en los procesos sociales de las familias y corroborar el patrón de cambio residencial desde las áreas rurales hacia la localidad de Los Juríes. En la Figura 2, por su parte, se presenta un mapa donde se ubica Los Juríes y el departamento de General Taboada en la provincia de Santiago del Estero.

Figura 1. Puntos muestra de encuesta, localidad Los Juríes, departamento General Taboada. Fuente: elaboración propia de base Google Earth 2017.

Figura 2. Ubicación de la localidad Los Juríes y el departamento General Taboada en la provincia de Santiago del Estero. Fuente: elaboración propia de base Bolsa de comercio de Rosario 2016/2017.

En este artículo, primero se presenta un recorrido del devenir histórico del colectivo campesino en General Taboada, desde sus orígenes hasta los conflictos por los desalojos que dan comienzo a los procesos de movilidad aquí analizados. Si bien el marco temporal en el que se inscribe el trabajo se circunscribe a un proceso que abarca los últimos 30 años, período en el que se atraviesan las mayores transformaciones en el uso del suelo y en los procesos de movilidad de la población, los testimonios de los/as entrevistados/as permiten abordar el devenir histórico del colectivo campesino incluyendo una caracterización de los modos de habitar como campesinos y de los procesos de expulsión y conflictos por la tierra. A su vez, los mismos testimonios sumados al relevamiento en los hogares y a la información censal permiten analizar las condiciones de vida y la reproducción social en la actualidad.

Posteriormente, se da cuenta de transformaciones demográficas en la provincia y en el departamento que hacen referencia a procesos de cambio social como elementos de contención de esta forma particular de movilidad. Para profundizar, se analizan las características que presentan estos desplazamientos considerando tanto a aquéllos que conservan su residencia rural como a los que ahora tienen su residencia permanente en la localidad de Los Juríes. Para este estudio se combinan distintas fuentes de información que nos permiten referirnos a las diferentes dimensiones de los procesos que se cuentan. Se muestran los cambios demográficos en la provincia y en el departamento de General Taboada a partir de los Censos de Población de 2001 y 2010 que permiten tener una visión procesual del período; luego se presentan las características de aquéllos que siguen residiendo en áreas rurales (aunque relocalizados) considerando los testimonios de los pobladores a partir de las entrevistas realizadas. Por último, se abordan las particularidades de aquéllos que se movilizaron desde el campo hacia la localidad de Los Juríes a través del análisis del relevamiento arriba mencionado.

El devenir histórico de la región

El departamento de General Taboada se encuentra ubicado al norte del río Salado, en la denominada Planicie santiagueña que forma parte del Chaco occidental árido. Este departamento atravesó procesos de deforestación primero para la fabricación de durmientes para las vías ferroviarias, período que comienza a inicios del siglo XX hasta la década de 1950, luego para la expansión del algodón (1960-1980) y, desde los años noventa, pero fundamentalmente desde el 2002, para la producción sojera (Baxendale y Buzai, 2009).

Entre las actividades que han caracterizado a la zona se destaca una temprana inserción en la industria forestal. Este desarrollo de tipo extractivo se realizó sobre la base de la instalación de grandes empresas y una importante masa de trabajadores locales que se instalaron alrededor de las mismas, para realizar las tareas. Una vez agotados estos procesos y a raíz de la disminución de la actividad obrajera en el área, se produjo una elevada desocupación de la mano de obra concentrada en su entorno. Si bien, por un lado, predominó la migración de parte de la población inmersa en la actividad forestal, por el otro lado, se verificó el asentamiento definitivo de algunos trabajadores del obraje en sus antiguas parcelas residenciales de autosubsistencia, quienes con el tiempo se transformaron en campesinos productores de algodón, en unidades de producción minifundistas (Guaglione, 2001).

Sí, ahí en el obraje trabajaba mi abuelo y ahí vinieron, mucha gente a trabajar en el obraje y fueron afincándose ahí en tierras privadas, tierras que estaban en ese momento… nunca estuvieron cercadas. Hoy en día están todas cercadas con alambre, no podés entrar pero yo les estoy contando cuando mi abuelo trabajaba… allá por los 50 y tantos. De antes, se sabe, que durante la Segunda Guerra Mundial acá se explotaba el monte y ahí quedaron afincadas muchísimas familias.1

La reconversión de asalariado del obraje a pequeño productor de algodón, como principal actividad económica, impulsó en la región a un nuevo modo de vida rural. No obstante, el trabajo asalariado siguió presente en las familias bajo la forma de migraciones temporarias a los lugares donde realizaban los trabajos de cosecha. Esta combinación de actividad predial con el trabajo como migrantes de cosechas sentó las bases acerca de cómo predicar sobre este tipo de sujetos sociales: campesinos, asalariados con tierra, etcétera (De Salvo, 2012; Quaranta, 2017).

Sin embargo, más allá del predominio o no de la asalarización como aporte a la reproducción de las familias, la dinámica del entorno de vida de los hogares giraba alrededor de la producción del algodón. De hecho, se estima que gran parte de los volúmenes de producción del algodón entre la década de 1950 y principios de 1980 se asienta en los pequeños y medianos productores del país (Rofman, 1999).

El espacio productivo se ordena junto al monte. Los lotes de producción eran el resultado de la limpieza del monte de forma manual mientras que se compartía el uso del monte para la cría y alimentación de los animales. Según los relatos de nuestros entrevistados, el hogar y los entornos funcionaban según el ciclo del algodón y se complementaba con la tenencia de animales tanto para el trabajo como también para el consumo.

Primero que era rentable y después que era un cultivo social le decimos nosotros porque toda la familia podía hacer. El padre, o sea, mi viejo junto conmigo sembrábamos. Después mi viejo hacía lo que acá se llama ‘el cultivo’ que es pasar un carpidor con animales y después nosotros lo que quedaba entre plantas con una azada lo hacíamos a mano. Entonces mi hermana, yo, mi mamá…todos trabajábamos. Nos hacíamos una parcela que era para toda la familia y otra parcelita que era para mi hermana y para mí para que compráramos ropa.2

El aspecto social, también formaba parte de la organización del trabajo ya que la ayuda para la siembra y cosecha entre los lugareños era habitual. Asimismo, las compras para el consumo del hogar iban a la par de la cosecha:

Con mi hermana íbamos con la producción, agarrábamos un carro que se llama ‘volanta’ y lo llenábamos con algodón y nos íbamos, vendíamos acá y comprábamos acá y de allá veníamos.3

Un punto a destacar es la escasa movilidad cotidiana como pueden ser los viajes para el abastecimiento de mercaderías o para las salidas recreativas de la población. La vida social se desarrollaba en la ruralidad.

En Los Juríes había luz, había correo, una serie de cosas que… veníamos al correo y estábamos ahí y teníamos miedo de decir ‘buen día’. Los Juríes no conocíamos nosotros, para nosotros era como que te diga Mar del Plata.4

A fines de la década de 1960 la actividad algodonera entra en una crisis sin precedentes. El desarrollo de las fibras sintéticas junto a una sobreoferta de la producción, redujeron notablemente los precios. Por su parte, en un contexto monoproductor las prácticas de alternativas productivas fueron aplicadas en función de las posibilidades y conocimientos. Los productores más grandes lograron insertar nuevas estrategias para el algodón y diversificar con otros cultivos (trigo, maíz y sorgo), mientras que entre los pequeños productores y minifundistas se pusieron a la luz las encrucijadas negativas en las cuales se encontraba envuelta su producción. Entre ellas, la imposibilidad de tener excedentes suficientes para capitalizarse, la escasa posibilidad de acceso al crédito, la sujeción a los intermediarios que compran la producción a precios inferiores a los vigentes en el mercado y la dependencia del trabajo familiar en condiciones de tenencia precaria de la tierra (Valenzuela y Scavo, 2009).

Esta situación, junto al incremento de la demanda de campos para el desarrollo de la agricultura, despertó en esos espacios importantes conflictos por la tierra.5 Desde la década de 1960, los precios del algodón y, posteriormente, el posicionamiento favorable de la soja en el mercado mundial, llevaron al reclamo de la propiedad de tierras por parte de dueños ‘ausentistas’, en tanto el apoyo del Estado estuvo prácticamente ausente durante todos esos años. Algunos autores distinguen dos momentos de disputas, el primero de ‘tipo silencioso’ en el que no se logró conformar un grupo de representación política de los reclamos (Benencia, 1988; Alfaro, 2002). A partir de 1980, los conflictos se vuelven “visibles”. Luego de sucesivas luchas, algunas de carácter violento, los campesinos logran conformar una organización, el MOCASE (Movimiento Campesino Santiagueño), que logra en varias oportunidades frenar los procesos de desalojo y mejorar la posesión de tierras de las familias reubicadas (Barbetta, 2010).

Si, si, pequeños productores muchos alambraron, pero alambraron ya lo que les dieron, 20 hectáreas, el resto le quitaron todo. Había campos del fisco que había miles y miles de hectáreas, los ubicaban en una sola orilla a todos y el resto se alambraban. Una cosa muy triste que te quiten todo lo que has vivido una vida, una familia, te saquen todo lo que vos has tenido toda una vida.6

Y… el tema de cercar los lotes comienza por allá por… –hasta ahí era como que no se tomaba mucho interés en hacerlo– pero en el año ’98, cuando vienen las topadoras… a arrastrar con todos los montes, entonces ahí había que salir a poner una rama aquí y un poco delimitar: ´hasta aquí es mi lote y de aquí no puede pasar…´. Y bueno, ahí en la desesperación, cada uno ponía un postecito, un hilo de alambre, una rama o lo que encontraba a mano o lo que podía… y se defendía. Y después bueno, el ponerse en frente de las topadoras y no dejar pasar, eso ha sido de los momentos más difíciles, que nos ha tocado vivir en ese momento…7

Los problemas de conflicto por la tierra han terminado por orientar la vida y actividad de los espacios rurales. Como consecuencia de esto y de la crisis del algodón, se han desencadenado procesos de movilidad de la población en distintas direcciones. Por un lado, de carácter rural-rural, producto de la reubicación de los pequeños productores como resultado de los desalojos. Por el otro, el desplazamiento rural-urbano, por efecto de las maniobras de compra de tierras en un contexto de desalojos violentos.

Yo siempre digo que hubo 2 tipos de desalojos: el ‘desalojo violento’ que era de que vayan, nos denuncien, nos amenacen, nos hagan detener con la policía, algunos fuimos desalojados otros compañeros no; y después el ‘desalojo camuflado’ que le digo yo que es el desalojo que te dicen ‘Bueno, yo te compro un terrenito, una casita en el pueblo, en Los Juríes y vos me das esta parte del campo’.8

Los procesos de movilidad se vinculan así directamente a un pasado rural inmediato y una expulsión producto del avance de la producción agrícola. A ello se suma la crisis de un modelo de producción familiar que no encuentra alternativas productivas para garantizar su reproducción social. Los desalojos violentos, los procesos de reubicación, la venta de tierras y las limitaciones productivas son los principales elementos de los nuevos anclajes urbanos.

Las características del modelo del agronegocio posibilitaron asentar las bases del uso del territorio con nuevos actores que no necesitan fijar su residencia en el lugar, sino que movilizando el capital y el proceso de trabajo logran llevar adelante con éxito el sistema productivo. La mayoría de los productores-empresarios (en general los de tamaño más grande) tienen un origen foráneo: empresas de origen extra-provincial, claramente portadoras de una racionalidad capitalista, que compraron o arrendaron tierras para desmontarlas y ponerlas en producción (De Dios y Williams, 1998). Las sociedades y las personas físicas provienen de las provincias de Córdoba y Santa Fe y lo mismo sucede con los otros actores que forman parte de este proceso productivo, como los contratistas de maquinaria que arriban a la zona con sus equipos para desarrollar las principales labores (siembra y cosecha) (Neiman y Blanco, 2020).

Vale destacar que, en el departamento de General Taboada en 1995, la superficie sembrada con soja era de 15.000 hectáreas mientras que en 1998 se incrementa a 70.700 hectáreas y para 2001 este número se duplica alcanzando las casi 150.000 hectáreas (MINAGRI, 2015). Asimismo, entre 1988 y 2008 se produce un aumento cercano al 25% de superficie de las explotaciones de más de 1.000 hectáreas mientras que la caída sufrida por las explotaciones sin límites definidos,9 donde tradicionalmente se concentraba la economía campesina, alcanza el 85% (INDEC,1988 y 2008).

Por otro lado, en el período intercensal 2001-2010, el porcentaje de población rural del departamento se reduce de 32,7% a 27,3% mostrando procesos de movilización rural-urbana que no necesariamente se dirigen a grandes centros urbanos de la provincia o el país, sino que se dirigen a localidades pequeñas dentro del mismo departamento. Un ejemplo de esto es el incremento en un 70% de la población de Los Juríes (INDEC, 2001 y 2010). Así es como el proceso de expansión agrícola y de expulsión de población campesina de las explotaciones sin límites definidos condujo a una creciente urbanización.

Esta forma de movilidad descansa así sobre la selección del colectivo social campesino, que se ve excluido del hábitat en el cual se encontró radicado históricamente. La circulación puede ser del tipo rural-rural (como resultado de los procesos de reubicación de familias que atravesaron conflictos por la tierra) o rural-urbano (por desalojo, venta y expulsión de su parcela). Algunas pocas familias se vuelven multi-residentes, manteniendo una pequeña propiedad rural sin producción, que también oficia como residencia para un familiar que se quedó en el campo; y también se destaca la co-residencia dentro de un mismo terreno.

Las familias de movilidad rural por expulsión

La forma de movilidad por expulsión se considera una movilidad “forzada” debido a que cuando la opción del empleo no existe en casa, nunca puede considerarse completamente voluntaria (Davidson, 2003). Como rasgo distintivo, se trata de una movilidad de corta distancia porque los desplazamientos son en un mismo territorio (departamento de General Taboada) y obedecen a la expulsión de sectores campesinos a raíz de la competencia por la tierra a partir del avance de la agricultura a gran escala en la región y, también, a la falta de oportunidades para el desarrollo económico de la pequeña producción.

Estos procesos de movilidad que afectan los rasgos de los territorios, también suceden en paralelo con cambios demográficos que se ven reflejados en las familias que atravesaron dichos procesos. Las variaciones en las características sociodemográficas rurales estarían mostrando la presencia de un cambio social novedoso que ordena de manera distinta la estructura social.

(…) Implica un conjunto de pasajes o “transiciones” demográficas, económicas y sociales que desembocan en formas de ruralidad que combinan, según el caso, rupturas y continuidades con respecto al pasado. Se trata de procesos de cambio social, más o menos fragmentados, que se traducen en la emergencia de un orden rural con rasgos que lo diferencian de las formas previas de organización social (Quaranta, 2020: 3).

Entre las características más relevantes que destaca el autor se menciona la modificación de la tasa de fecundidad a través del achicamiento de la base en las edades más bajas, un descenso de la tasa de masculinidad en las edades centrales de la población y una caída en el tamaño medio de los hogares (Quaranta, 2020).

La conformación de las familias de General Taboada ha sufrido transformaciones asociadas con estos procesos que caracterizan también a familias de grandes urbes en las sociedades occidentales.10 El primer dato a considerar es la disminución del tamaño de las familias que pasaron, en General Taboada, de 4,65 a 4,03 miembros durante el período intercensal. Asimismo, esta tendencia se corrobora en áreas rurales agrupadas (de 5,16 a 4,23 miembros) y en áreas rurales dispersas (de 5,13 a 4,26 miembros) (INDEC, 2001 y 2010).

En esta misma línea, se verifica que la representación de los hogares nucleares completos (pareja con hijos/as) disminuyeron tres puntos porcentuales con respecto al total de los hogares durante el período intercensal mientras que los hogares nucleares incompletos (padre o madre con hijos/as) se incrementaron en igual proporción. Y, como se observa en el Cuadro 1, dicho cambio se atraviesa de igual forma en áreas urbanas y rurales.

Cuadro 1. Tipo de hogares nucleares según área de residencia. 2001 y 2010. Fuente: INDEC (2001-2010).

Año

Hogares nucleares

Urbano

Rural agrupado

Rural disperso

Total

2001

Pareja con hijos

40,0

38,1

41,0

40,2

Padre o Madre con hijos

10,8

8,9

6,2

9,4

2010

Pareja con hijos

37,2

41,0

37,9

37,7

Padre o Madre con hijos

13,3

11,8

12,6

12,8

Asimismo, la mayor presencia de hogares incompletos se relaciona directamente con el incremento intercensal del porcentaje de jefas de hogar mujeres que alcanza un 8% en áreas rural-dispersas, 6,5% en áreas rural-agrupadas y 7% en áreas urbanas.

Cuadro 2. Porcentaje de jefas de hogar mujeres según área de residencia. 2001 y 2010. Fuente: INDEC, CPA (2001-2010).

Área

Año

2001

2010

Urbana

27,8

34,8

Rural agrupada

21,4

27,9

Rural dispersa

14,9

23,0

Total

23,8

31,8

Para las familias que atravesaron los procesos de expulsión campesina, la movilidad tomó un carácter permanente que vino a modificar su habitualidad. Como se desprende de los testimonios de las entrevistas realizadas, tanto los que viven en los predios reubicados como los que cambiaron de residencia, mantienen un fuerte arraigo a la vida y cultura campesina. Junto a la añoranza de la “época del algodón” se fortalece el arraigo en la valoración de la vida rural frente a la urbana. Las situaciones de tenencia precaria de las tierras se encuentran latentes -a pesar de los largos años de conflictos- y actualmente no se visualizan opciones para su solución.

Este tipo de movilidad tiene un doble impacto en el territorio. Por un lado, el desplazamiento de aquéllos que han tenido que abandonar sus tierras familiares y, por el otro, los procesos de urbanización o relocalización de esa población expulsada. De esta forma, la expulsión y la relocalización son las dos caras de una misma movilidad (Blanco y Neiman, 2018).

En cuanto a aquéllos que fueron relocalizados, pero residen en espacios rurales, conservan su identidad de “campesinos”. La explotación campesina no tiene por definición e historia un comportamiento típicamente capitalista. La venta de sus excedentes, el trabajo extrapredial y el autoconsumo, constituyen sólo algunas de las estrategias tendientes a garantizar la supervivencia (Paz y Jara, 2014). Un aspecto que viene caracterizando al conjunto de los pequeños productores campesinos en Santiago del Estero, es la escasa incidencia de la producción primaria en las dinámicas de reproducción económica de las familias. La ubicación espacial de las familias determina en parte la generación de ingresos procedentes de actividades no agrarias, especialmente por la asalarización11 o el cuentapropismo a pequeña escala (Quaranta y Blanco, 2012).

En el departamento de General Taboada, las familias que siguen residiendo en las áreas rurales quedaron con parcelas reducidas que van de las 4 a las 22 hectáreas que se caracterizan por su baja aptitud agrícola,12 lo cual resulta una limitante para una producción con orientación económica. Así, la pequeña producción que aún logra persistir ha atravesado grandes procesos de transformación que se evidencian en la pérdida de importancia de la actividad agropecuaria y la emergencia de nuevos perfiles socio-ocupacionales y nuevas formas de habitar el espacio rural. La producción agrícola (productos de huerta y maíz) y ganadera (cabras y cerdos) se orienta principalmente al autoconsumo y a la venta en una feria de alimentos y artesanías locales que se realiza los viernes en la localidad de Los Juríes. La caída de la pequeña producción ha conducido a la redefinición de estructuras relacionales sobre todo las asociadas a la ocupación. Implicó la pérdida de la categoría de trabajador familiar, esto es, la organización del trabajo sobre la base de la división de tareas intra-familiares. De esta manera junto con la movilidad, las necesidades de reproducción familiar son cubiertas con nuevas ocupaciones laborales, sobre todo aquellas asociadas a procesos de asalarización en condiciones muy precarias. Los miembros del hogar suelen tener empleos de corta duración y de forma intermitente en otros campos (algunos no necesariamente agrícolas) y, en ocasiones, en espacios urbanos realizando actividades de servicio (municipio, servicio doméstico). Asimismo, la comunicación con la localidad de Los Juríes es cotidiana, donde alguno de los miembros de las familias se transporta para la compra de alimentos, conseguir agua potable o para el cobro de la Asignación Universal por Hijo o la jubilación o pensión cuando les corresponde.

A partir del análisis de las entrevistas se construyeron los siguientes tres escenarios:

a) Familias residiendo en un predio rural pero cuya principal fuente de ingresos proviene del trabajo fuera del mismo. En el predio se siembran algunos cultivos para el autoconsumo, con mano de obra familiar, mientras que el trabajo realizado afuera no es fijo, sino más bien en actividades temporales como la limpieza de campos, albañilería, talado de árboles, etc., que en la mayoría de las ocasiones son realizadas en el mismo ámbito rural;

–Acá se producen lo que se consume, nada más… maíz, zapallo, todo lo que se consume en la casa, no se vende nada.

–¿Y vos qué tipos de trabajos conseguís?

–Y… aquí se consigue lo que es del campo, o sea construcción… sacar un árbol, todo lo que sea trabajo de campo, hacer un alambrado, todo eso…13

b) Familias que residen en el predio pero cuya actividad laboral se desarrolla en el ámbito urbano. Para los hombres, estas actividades suelen ser empleos en algún comercio o taller mecánico o contratados a través de la municipalidad en tareas de barrido y limpieza, construcción de caminos, etc. En el caso de las mujeres, las tareas preponderantes son las de servicio doméstico seguida por empleada de comercio;

Los hombres trabajan todo en el municipio… Las mujeres son las que se encargan de las chivas.14

Hago las empandas, por ejemplo, aquí me ayuda ella, todas las chicas, las horneamos al hornito de leña que tenemos ahí… ¡Primero por supuesto levanto pedidos! Ya tengo mis clientes en Los Juríes. Entonces voy y les digo ‘el sábado voy a hacer empanadas’. Entonces me encargan una docena, dos docenas, y así… siempre hago más de 20 docenas.15

c) Familias que llevan adelante actividades productivas que se suelen orientar a la cría de animales (chivos y cerdos). En general, no se realiza la producción de cultivos para la venta pero se puede contar con huertas para el consumo familiar o para alimentar a los animales. También es frecuente que junto a estas actividades se desarrolle tanto la producción de ladrillos y/o carbón, como la elaboración de subproductos como dulces, panes, empanadas, etc. que se venden entre los vecinos o en la ciudad de Los Juríes. Todo se realiza con mano de obra familiar.

Nosotros en este momento colectivamente no estamos produciendo. De los animales se encarga mi marido. Sí lo que nosotros producimos como familia… hacemos todo lo que son, alimentos artesanales, digamos, lo que es el pan casero, budines caseros, panes dulces caseros, empanadillas, rosquetes, empanadas (…) Tenemos nuestra cartera de clientes, digamos, a la que ya uno le hace el reparto, los pedidos. Los fines de semanas generalmente hacemos cosas saladas: pizzas caseras y empanadas.16

Tenemos unas chivas y gallinas para comer. Mi hijo y mi yerno son ladrilleros, por eso nunca salen afuera, vamos a decir, a hacer trabajos así...17

En los tres escenarios la coordinación con otras actividades económicas resulta clave para la reproducción cotidiana de la familia. Dichas estrategias, que combinan inserciones agrarias y no agrarias, pueden incluir la asalarización de uno de los integrantes de la familia en la ciudad; el desarrollo de tareas agrícolas asalariadas eventuales en espacios rurales; o la venta -tanto en ámbitos urbanos como rurales- de la producción de alimentos o materiales (ladrillos, carbón) que se realiza en la unidad familiar. Las características de esta población y el reconocimiento de la precariedad en la que se encuentran las producciones campesinas, condujeron a que las reivindicaciones del MOCASE incluyan tanto aspectos de la producción (tierra, cooperativas, asociativismo, entre otras) como también cuestiones típicas de asalariados (obra social, jubilación, salario familiar, etcétera) y, por supuesto, el reclamo por la tenencia de la tierra (De Salvo, 2014).

En cuanto a la movilidad de carácter rural-urbana, del total de hogares, el 54% reside en la vivienda actual luego de su conformación como hogar. Es decir, hubo una residencia anterior, lo cual muestra un patrón de movilidad de por lo menos una vez. De estos, más de la mitad (55,3%) anteriormente residía en un establecimiento agropecuario propio o de la familia, un 10,5% en una localidad rural de la zona y cerca de un tercio en otra localidad urbana (Cuadro 3).

Cuadro 3. Movilidad de la población. Residencia anterior de las familias. Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta PIO-CONICET-UNSE, 2017.

Residencia anterior de la familia

%

Un establecimiento agropecuario propio o de la familia

55,3

Una zona rural dispersa

2,6

Una localidad rural

10,5

Una localidad urbana

31,6

Total

100,0

Asimismo, se observó que cerca de un 30% de estos hogares reside en un terreno que comparte con otro familiar y sólo un 25% tiene agua con cañería dentro de la vivienda. Además, en ningún caso cuentan con agua corriente potable, por lo que deben dirigirse diariamente a la planta potabilizadora que se encuentra a pocas cuadras del centro y cargar sus bidones o pagar por el servicio de reparto de agua a domicilio. A pesar de esto, 3 de cada 10 hogares no disponen de agua potable. En cuanto al acceso a bienes no hay grandes diferencias entre las familias de residencia reciente y las otras. La mitad tiene lavarropas, telefonía celular, internet, motocicleta y heladera con freezer. Este último bien tiene mayor incidencia en los hogares movilizados, situación que tal vez obedece a la presencia de alguna actividad o vínculo en las zonas rurales que les permite disponer de carnes (producción más usual).

En relación a sus características demográficas, se trata de hogares cuyo jefe/a tiene una edad promedio de 53,4 años, que es 3 años mayor a la edad promedio de los jefes/as del total encuestados (50,2 años). Además, se destaca una mayor presencia de jefatura femenina. En estos hogares, la jefatura femenina alcanza al 39% mientras que sólo el 25% de los hogares que siempre vivieron en la misma vivienda de Los Juríes tiene una jefa mujer. Del total de hogares movilizados con jefatura femenina sólo un 25% convive con un cónyuge, en realidad se trata de hogares nucleares incompletos con la presencia de otros familiares, en general hijos y/o nietos.

También se detectó que un 15,5% de las familias que residen en la localidad de Los Juríes aún mantienen la pequeña parcela de tierra que obtuvieron a partir de que fueron reubicados. Una de las consecuencias de este proceso es la división de la familia, ya que parte de la misma queda viviendo en el predio (hermanos, padres del jefe u otro familiar) con producciones para el autoconsumo y empleos eventuales extraprediales y otros se trasladan a la localidad de Los Juríes. En un estudio realizado en la Patagonia argentina con procesos de movilidad rural-urbano también se identificaron situaciones de “doble domicilio”, cuando una parte de la familia se muda a ámbitos urbanos (para poder acceder a servicios educativos, de salud, etc.) y otra permanece en lo rural (Bares, 2016). Camarero y Oliva (2016) desarrollan también el concepto de bi-residencialidad en relación a esos grupos familiares que alternan residencias en asentamientos rurales y urbanos.

En cuanto a la presencia de migraciones definitivas de algún miembro del hogar se observa que entre los hogares movilizados un 60% ha sido afectado por este proceso. En promedio han migrado 3 miembros por familia. En general, el miembro que migró es un hijo y se destacan los motivos laborales o el inicio de una nueva familia. Entre estos desplazamientos definitivos, la mitad es de corta distancia mientras que cerca del 30% lo realiza a distancias mayores como el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires), destino tradicional de las migraciones definitivas de la población de la provincia.

Finalmente, en cuanto a las inserciones ocupacionales se destaca que entre los hogares desplazados cerca de un cuarto obtienen los ingresos del sector agrario mientras que los residentes de la localidad sólo un 10% tienen como única fuente de ingreso a ese sector. Asimismo, entre los movilizados un 10% realiza alguna actividad de autoconsumo dentro del terreno en el que vive. Esta situación se explica, posiblemente, porque los primeros guardan desde siempre mayores vínculos con los ámbitos rurales y las actividades económicas que allí se desarrollan. Además de que sus trayectorias laborales se encuentran signadas por el trabajo agrícola ya sea en el propio predio o en el de un tercero como asalariados agropecuarios. No obstante, la combinación de ingresos agrarios y no agrarios es lo que predomina en ambos tipos de hogares.

Conclusiones

El territorio en estudio ha sido testigo de transformaciones tanto en sus espacios productivos y estructura agraria como en las residencias y demografías de las familias que lo habitan. Entre dichos cambios resultan de características distintivas los procesos de movilidad. Por un lado, irrumpen en el espacio rural nuevos productores agrícolas con capital económico y poder sobre la estructura legal y política, que les permite apropiarse de la tierra, arrinconando a la pequeña producción en crisis por el declive del algodón. Por el otro, las familias campesinas son movilizadas o bien a lotes de pequeña escala o bien a la localidad de Los Juríes.

En los aspectos demográficos se destaca la presencia de familias de menor tamaño, hogares con hijos/as con ausencia de alguno de los cónyuges y un incremento significativo de la jefatura femenina mientras se mantienen constante los procesos de migración definitiva y la precaria asalarización de sus integrantes en el mercado de trabajo local. Este conjunto de procesos redefine los modos de habitar, abriendo nuevas desigualdades sobre todo en el acceso a los recursos y empujando a la población rural a reconstruir los vínculos con el territorio para afrontar la reproducción social.

Los desplazamientos analizados en este artículo se distinguen por no guiarse por la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo y/o de condiciones de vida, sino que quienes se movilizan se ven forzados a dejar su residencia habitual producto de la aparición de otros actores sociales que compiten -con ventaja- por el territorio. Un largo recorrido de conflictos que con el tiempo lograron institucionalizarse en el MOCASE, visibilizaron y pusieron en tensión estos procesos de expulsión. Los trayectos de esta movilidad son de corta distancia y permanentes en el tiempo. La dirección puede ser rural-rural o rural-urbana pero, sin embargo, aunque cuenten con entornos distintos, comparten condiciones socioeconómicas similares como la inserción en empleos de carácter eventual (mayoritariamente en actividades agrícolas), la amplia cobertura de la protección social (asignaciones familiares, jubilaciones y pensiones) y las deficientes condiciones habitacionales.

También se han reconocido procesos de doble residencia donde parte de la familia se relocaliza en Los Juríes por la mayor posibilidad de acceder a empleos urbanos y a establecimientos educativos mientras otra parte de familia continúa residiendo en el campo reubicado. Esta situación también se ve empujada por la limitante económica del tamaño de los nuevos predios para sostener económicamente a toda la familia.

Así, la movilidad por expulsión se produce a partir de la constitución de un nuevo entramado de habitar el territorio, donde la llegada de un otro supone el desplazamiento del colectivo campesino. Los cambios forzados de residencia implicaron también transformaciones sociodemográficas y en la socialización cotidiana, tanto en su expresión material como simbólica. Cabe destacar que estos procesos no se produjeron sin resistencia y organización colectiva que también condujeron a profundos cambios en las formas de vida de la población movilizada. Es importante destacar que en todos los casos analizados se observó una fragmentación del habitar, donde se conjuga una desconexión del nuevo espacio habitado con la identidad de una cultura campesina.

En resumen, muchas características de los cambios en la ruralidad santiagueña seguramente también expresan procesos de movilidad como se ha observado en la caída de la residencia rural dispersa y el incremento de la concentración de la ruralidad en localidades de menos de 2.000 habitantes. En el caso presentado, donde los desplazamientos se construyen a través de la expulsión, marcando un límite para el uso del espacio, además de impactar en transformaciones económicas y sociales, instalan territorios de exclusión.

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Melina Neiman / mneiman@ceil-conicet.gov.ar

Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Licenciada en Sociología (UBA), Magister Estudios Sociales Agrarios-FLACSO, Investigadora Adjunta del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET). Profesora de Relaciones del Trabajo en la Agroindustria en la carrera de Relaciones de Trabajo (UBA). Directora de la Carrera de Sociología en la Universidad Nacional de Chaco Austral (UNCAus).

Mariela Blanco / mblanco@ceil-conicet.gov.ar

Doctora de la Universidad de Buenos Aires con mención en Geografía (FFyL), Licenciada en Sociología (UBA), Magister en Sociología y Ciencias Políticas -FLACSO. Investigadora Adjunta del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET). Profesora de Sociología Rural en la carrera de Sociología (UBA).


1 T1. Desplazado rural-urbano.

2 T2. Desplazado rural-urbano.

3 T3. Desplazado rural-rural.

4 T2. Desplazado rural-urbano.

5 Se estima que, en la actualidad, en la provincia hay 122 casos que comprenden 359.300 hectáreas e involucra un total de 4.212 familias con conflictos por la tierra. En el departamento de estudio se calcula que alrededor de 7000 hectáreas y 140 familias se encuentran involucradas en esas disputas (REDAF, 2014).

6 T2. Desplazado rural-urbano.

7 T1. Desplazado rural-rural.

8 T2. Desplazado rural-urbano.

9 Son explotaciones que se caracterizan por tener límites imprecisos o carecer de ellos. En ellas, por diversos motivos, no están delimitadas las parcelas que la integran y por lo general forman parte de una unidad mayor (INDEC, 2002).

10 Barbosa (2006) llama la atención sobre la presencia en áreas rurales de elementos de la llamada “familia moderna occidental o urbana”. Binstock (2018) incluye la mayor presencia de jefatura femenina y el carácter fragmentado y reensamblado como elementos de las “familias modernas”.

11 Asalariado es la persona que trabaja contratado por un patrón o empresa a cambio de un salario, mientras que cuenta propia es la persona que realiza una actividad económica a cambio de dinero sin un contrato laboral que lo vincule a ninguna empresa.

12 Según los datos del Registro Nacional para la Agricultura Familiar (RENAF) de la Subsecretaría de la Agricultura Familiar en la provincia de Santiago del Estero se identificaron 13.072 familias que residen en un establecimiento rural concentradas en suelos de baja aptitud agrícola a excepción del departamento de Gral. Taboada, donde la densidad de este tipo de agriculturas es más baja, producto del gran predominio del proceso de agriculturización que avanzó por la buena calidad del suelo (Paz, 2017).

13 T4. Desplazado rural-rural.

14 T5. Desplazado rural-rural.

15 T6. Desplazado rural-rural.

16 T3. Desplazado rural-rural.

17 T6. Desplazado rural-rural.