Francisco Bertelloni
A fines de enero de este fatídico año 2020 falleció Antonio Tursi. Su muerte, ciertamente prematura, sin embargo no fue una sorpresa. Desde hacía más de un año Antonio padecía enfermedades confluyentes que hicieron rápida crisis muy pocos días antes de su deceso. Pero Antonio supo convivir con esa pesada carga como si poco sucediera: nunca una queja, ni la expresión de un dolor, ni un reproche al destino que él bien conocía y que, seguramente, preveía. Siempre fuerte y noblemente aferrado a sus afectos filiales y personales, a sus libros y a sus exitosas clases de latín medieval, transitaba una vida sencilla y al mismo tiempo profunda, sin que nada lograra afectar su mundo colmado de una constante expectativa cuya satisfacción era para él su felicidad: conocer siempre mejor el mundo clásico y, sobre todo, transmitir ese conocimiento a sus amigos y a su destacado grupo de alumnos que lo seguían con la misma fidelidad que él les prodigó casi hasta el final. Formado académicamente como discípulo de Lorenzo Mascialino –un maestro del que Antonio siempre se declaró deudor–, sus intereses se orientaron, ya desde esos años de estudiante, al estudio de las lenguas y de la filología clásicas, y desde ellas consiguió aportar una valiosísima contribución a la filosofía y a la filología medievales. Numerosos fueron sus trabajos sobre filosofía y filosofía política medieval, y numerosas sus traducciones de textos medievales, espacio en el cual Antonio logró moverse con holgura y hasta con discreta elegancia, mostrando siempre, con su disimulada y nunca ostentosa sabiduría, el señorío de un auténtico humanista y de un genuino ciudadano de la respublica litterarum. Antonio Tursi fue respetado, venerado y fielmente seguido por sus amigos, por sus alumnos de la Universidad de Buenos Aires, en la que se desempeñó como docente desde los primeros años de su carrera, y también por sus discípulos en la Universidad Nacional de San Martin, en la que se desempeñó no solo como docente, sino también en cargos directivos, durante largos años de su madurez. Sus amigos, sus alumnos y colegas lo recordarán como una personalidad generosa, amable y de inconmensurable honestidad, que nunca aspiró a competir por el lugar de otros, aun cuando sus condiciones profesionales lo habilitaban para ocupar los más altos lugares de la actividad académica. El Departamento de Filosofía, el Instituto de Filosofía y la revista Patristica et Mediævalia rinden su merecido homenaje a nuestro querido Antonio Tursi. ¡Descansa en paz!