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Entre la reacción y la contrarrevolución. Orígenes del anticomunismo en Argentina (1917-1943)

López Cantera, Mercedes F. (2023).
Buenos Aires: Imago Mundi, 332 páginas.

Andrés Bisso

IDIHCS, UNLP-CONICET, Argentina.

El estudio de los movimientos “Anti”, es decir, de aquellos que se han constituido primeramente alrededor de la repulsa a determinada ideología, postura política, sistema de valores o estado de cosas, ha funcionado –no pocas veces– como un observatorio privilegiado para comprender la lógica de una época. En el prólogo a este libro, Daniel Lvovich ya lo advierte al decir que “estudiar al anticomunismo también es un modo de estudiar la historia argentina desde un punto de vista monográfico” (p. XVIII).

En efecto, si al comienzo los acuerdos para formar dichos espacios se ven facilitados por esa oposición seminal (ese “no sé qué quiero, pero sé lo que no quiero” de Andrés Calamaro), luego, la propia dinámica histórica se encarga de plantearle a los integrantes de esas formaciones la necesidad de precisar la anatomía de un cuerpo de argumentos, imágenes y mitos movilizadores que tenga la suficiente eficacia para rebatir el de sus contradictores y que posea, a la vez, la mayor amplitud posible para convencer a grupos que, en inicio, no se sentirían del todo hermanados si no fuera por la aversión al enemigo que se construye como espejo invertido de esos consensos.

Entre los movimientos “Anti” que la historiografía argentina ha venido relevando últimamente con cierta dedicación y especificidad (el antifascismo, el antiperonismo, el antiimperialismo, el anticlericalismo, para nombrar solo a cuatro de ellos), el anticomunismo de entreguerras permanecía algo solapado en su particularidad y en sus concretos recorridos de conformación. La estridencia de su posterior operatividad durante la Guerra Fría quizás haya ayudado a ese relativo olvido epocal, a pesar de la importancia que dicha apelación ya había demostrado para ciertas empresas políticas (como la del fresquismo) y de la sonoridad de algunas de sus iniciativas (como la de la frustrada Ley de Represión al Comunismo motorizada por Matías Sánchez Sorondo).

El libro de López Cantera –gracias a un inquieto y sólido trabajo de rastreo de fuentes periodísticas, legislativas, ministeriales y judiciales provenientes de variados reservorios– revierte ese vacío puntual, al dedicar su atención a los orígenes del anticomunismo en nuestro país desde la recepción –en tonos de alarma– de la Revolución Rusa en 1917 hasta la instauración del segundo gobierno de facto en 1943.

En ese seguimiento, anuda la lucha anticomunista a otras dos negatividades conceptuales, la de la reacción (concepto algo difuso, pero operativo para realizar un recorte que evita detenerse en la complejidad de definir las críticas al comunismo “por izquierda”) y la de la contrarrevolución (expresión bastante más definible a partir de los propios actores históricos seguidos, algunos de ellos –como bien detecta Mercedes– “rusos blancos” exiliados e insertos dentro de las estructuras de la inteligencia policial).

Sin embargo, por fuera de estas oposiciones fundacionales, la necesidad de organizar el movimiento a través de canales formales (el más evidente, la Comisión Popular Argentina contra el Comunismo) y de órganos de difusión (como Crisol, Clarinada o Bandera Argentina) iría encontrando a sus diversos referentes abocados –en su deriva de confrontación político-ideológica– a temáticas que muy probablemente no hubieran sospechado tener que discutir originariamente, como la crítica de algunas formas capitalistas circulantes, la defensa de los reclamos de los choferes o la valoración de YPF como empresa nacional de explotación petrolera, pero que se incorporaron al debate que el propio anticomunismo fue propiciando en su devenir.

Así, luego de remarcar la necesidad de “tomarse en serio” el anticomunismo, es decir de analizarlo como una estrategia política coherentemente operativizada, y no como una mero extravío de la razón por parte de sus cultores, López Cantera procura establecer una cronología coherente y paulatina de construcción de dicha apelación en nuestro país, desde sus orígenes anti-maximalistas (en ocasiones difícilmente escindibles de la “amenaza anarquista”) hasta la posterior construcción –particularmente perceptible desde 1932– y desarrollo de un sólido y distinguible núcleo de identificación del comunismo local como “principal enemigo” de la propiedad privada y de las instituciones –y finalmente, de la nacionalidad– en tanto “agente de Moscú”.

De esta manera, el libro logra justificar una división del fenómeno en etapas (1917-1930, 1930-1935 y 1937-1943) advirtiendo tanto la faz de la represión estatal como la de la construcción del consenso social, con activa participación de “nacionalistas” y “católicos”. Dos instancias que, aunque diversificadas analíticamente, se encuentran –como era esperable– enlazadas por numerosos puntos de contacto.

En ese trajín, López Cantera muestra la puesta en marcha del anticomunismo a través de organismos policiales específicos, como la Sección Especial de Represión contra el Comunismo, que desprendida de la Sección de Orden Social iría configurando un marcado perfil a lo largo de la etapa de dominio concordancista. Uno de los más interesantes hallazgos de la autora, en ese sentido, es el de adscribir a la administración de Justo –más que a la de Uriburu– la paternidad en el armado de la institucionalidad anticomunista del Estado argentino.

Por otro lado, cabe resaltar que en las segmentaciones temporales enunciadas por López Cantera parecería “faltar” un año. Eso se debe a que se incluye un momento autónomo de disrupción en el año 1936, convincentemente explicado como de quiebre e inflexión en la lucha anticomunista. En efecto, durante ese año se produciría una notable cantidad de iniciativas ejecutivas y legislativas, nacionales y provinciales, que –al calor de la recepción de la Guerra Civil Española– provocaría un alud de anatemas sobre la posición de los comunistas en nuestro país.

Con todo, esa misma avanzada, tal como se recupera en el libro, gatillaría –en respuesta– la aparición de otras solidaridades con los reprimidos, antes menos manifiestas, que invocarían la oposición a las leyes anticomunistas como una expresión de la defensa de la democracia y las libertades públicas, por parte incluso de dirigentes –como los socialistas– que venían cuestionando, desde hacía décadas, las prácticas del PC, pero que no dejaban de observar que la laxa ubicuidad represiva los podía alcanzar tanto a ellos como a otras iniciativas “progresistas” cercanas.

A partir de esa última conjunción de tenor frente-populista, surgiría cierta posición –incómoda y tentadora a la vez– para los comunistas, quienes para precaverse y defenderse de los ataques de la institucionalidad “burguesa” (incluyendo los del aparato judicial), debieron usar –algo paradójicamente– los argumentos de la defensa del orden jurídico y de las libertades constitucionales propios de dicha institucionalidad.

Bajo ese paradigma, el discurso de reunificación antifascista posterior a 1941 haría recrudecer este dilema. Como muy perspicazmente detecta López Cantera, la necesidad perentoria de cuidarse de sus enemigos más acérrimos y de la directa represión estatal, condujo a los comunistas a desatarse de sus postulados estrictos de destrucción del régimen burgués y a cuidarse de desmentir la palabra de aquellos aliados estratégicos o circunstanciales que, al asimilarlos a los parámetros de la democracia establecida, también licuaban así su potencialidad revolucionaria. La autora lo resume así: “Independientemente de las razones internas a la dirigencia del partido para sostener públicamente esta posición, en términos políticos era asumir que el Estado podía criminalizar a aquellos actos que apuntaran a subvertir el orden” (p. 272).

De esta manera, gracias a un detallado trabajo de reconstrucción histórica, finalmente, podemos entender no solamente cómo los discursos anticomunistas construyeron sentidos propios, sino también la manera en que afectaron –en juego con la rampante imposición represiva– las propias estrategias de posicionamiento de los comunistas.