Ruiz Ibáñez, José Javier (2022).
Madrid: Fondo de Cultura Económica de España. Volúmenes I y II de 913 y 397 páginas.
Mario Graña Taborelli
University College London, Londres, Reino Unido.
Los dos volúmenes de Hispanofilia: los tiempos de la hegemonía española son producto de, como el mismo autor lo señala, quince años de permanente investigación (p. 11). Esta vasta obra, de más de mil páginas, se centra en un “largo” siglo XVI, entre 1570 y 1610, o como el autor prefiere denominarlo, “ese tiempo de España” (p. 21) o de su hegemonía como poder global. Durante el transcurso del trabajo, Ruiz Ibáñez desarrolla el concepto de hegemonía entendido, en un sentido polisémico y amplio, como la “primacía de un poder sobre otros”
(p. 21) mediante la exploración de los distintos momentos de esta. El trabajo es un estudio de la práctica política de la Monarquía Hispánica en su momento de ascenso y apogeo, en donde hay, citando al autor, “un deseo de su intervención, añorada o efectiva” (p. 33) por muchas sociedades ubicadas en sus periferias. Aquí no se trata de analizar la dominación territorial, sino de hilar más fino y entender las diversas formas de intervención que se encontraban sostenidas en la activación violenta de dinámicas de adhesión coyuntural que forjaron un espacio político consolidado, firme y duradero a nivel global (p. 37). Volviendo a citar al autor: “la hegemonía hispánica se presenta como un nudo temporal en el que múltiples momentos de excepcionalidad, de múltiples tiempos, muchos de ellos interconectados, coincidieron y a veces convergieron, posibilitando que se pudiera concebir una nueva forma de hegemonía hispánica y la expansión de los dominios del Rey católico” (p. 50). Esas intervenciones fueron pedidos de ayuda recurrentes que llegaban a la corte del Rey, tanto de católicos en Inglaterra, como de poblaciones indígenas en las Indias, o algún lejano monarca en Asia, quienes, en situaciones de riesgo, veían en la Monarquía Hispánica un aliado circunstancial o permanente para resolver sus problemas.
El volumen primero, luego de una introducción que ubica personas y tiempos, abre con un análisis de sus dominios europeos y extraeuropeos, seguido de otro de los conflictos en sus periferias y su forma de operar en relación con esos eventos. Así desembocamos en el momento cúspide, entre 1580 y 1588, de esa hegemonía global, y los medios, formas y resultados de las numerosas intervenciones, muchas veces requeridas, de la Monarquía Hispánica en conflictos, desde Filipinas a Flandes, pasando por Perú y México. De esta manera, el primer tomo se divide en cuatro capítulos: “El reflejo, la sombra, el eco”; “Tiempos de rebeliones, no solo católicas”; “El momento de la hegemonía”; y “Los medios, las dinámicas y las consecuencias de intervención”. Esos fueron, según el autor, distintos momentos del proceso de hegemonía de la Monarquía. El segundo volumen nos presenta la percepción de los dominios del Rey católico como lugares de refugio y el potencial que tal dominio tuvo para proteger y asistir a aquellos que simpatizando o aliándose, temporaria o permanentemente, con el monarca, requerían de su servicio. Finalmente, el autor esboza un análisis de la figura central de esa entidad política: el Rey.
En el desarrollo de este libro abundan ejemplos tanto europeos como extraeuropeos de esa relación entre la Monarquía Hispánica y diversas sociedades, de Túnez a Birmania y del sur de Chile a Inglaterra. Se menciona el rol de la diplomacia y de los passeurs, conocedores de idiomas, costumbres y medios, que aseguraron muchas veces acuerdos y tratados, para permitir esa protección del Rey católico. Un lugar especial en tal análisis es el de las fronteras, espacios que en las Indias fueron utilizados por excelencia para cautiverios y movilidad. La importancia de las órdenes religiosas en esos procesos también es mencionada. La contracara de la Hispanofilia era, por supuesto, la “Hispanofobia” sostenida por la “leyenda negra” que esta obra asimismo estudia. Ruiz Ibáñez nos recuerda que, entre 1575 y 1600, hubo “una profunda evolución en el sentido de la posición y la pretendida hegemonía imperial de la Monarquía. La inestabilidad de sus grandes vecinos no solo los había fracturado, sino que ofrecía la posibilidad de incorporarlos directa o indirectamente al proyecto imperial español. Una vez fracasado este proyecto era la Monarquía la que había sido debilitada” (p. 455).
Este es un libro importante para entender las dinámicas de conquista en el espacio americano y las alianzas que facilitaron esos procesos, en donde los castellanos, y europeos en general, eran muchas veces auxiliares en conflictos entre indígenas. Es imposible entender esas dinámicas sin primero estudiar profundamente la forma de relacionarse de la Monarquía Hispánica con aquellas sociedades en sus periferias o que, más alejadas, tenían consciencia de su lugar en esa primera globalización. Quedan muchas preguntas en el tintero. El uso del concepto de “hegemonía”, si bien amplio y polisémico, señala una preponderancia. ¿Cuán poderosa y dominante era una Monarquía que constantemente debía negociar su presencia y se administraba mediante un gobierno principalmente colaborativo? ¿Deberíamos entonces revisitar nuestras propias ideas de lo que hegemonía representa para un poder político en ese momento? ¿Se podía ser hegemónico a la vez que buscar asegurar dominios mediante una urdimbre de agentes, patronazgos, y aliados –única forma, por otra parte– ante la falta de un ejército permanente para conservarse y expandirse? Quizás aquellos que pedían ayuda eran conscientes de tal funcionamiento y lo hacían sabiendo que había lugar para esas negociaciones, para una inclusión, en cuyo caso el concepto “hegemonía” –muy contemporáneo a la dinámica política de los Estados actuales– le haya quedado, en nuestra opinión, grande a una Monarquía participativa en el periodo de este estudio. Quizás lo que Ruiz Ibáñez nos induce a pensar es que la fortaleza de la Monarquía Hispánica en el siglo XVI era su capacidad de aunar voluntades, su flexibilidad y
–en algunos momentos– la propia consciencia de sus limitaciones.
El trabajo de Ruiz Ibáñez es profundo. Aunque muchos ejemplos son del “viejo continente”, el autor se esfuerza por recuperar estudios de caso indianos. Es probable que una mayor presencia de las Indias en el trabajo hubiese servido para explorar otras realidades. Sin embargo, es posible que esto tenga un significado. Hay un esfuerzo de conectar a las Indias con el resto de la Monarquía y de leer su derrotero del siglo XVI en un conjunto como parte de una unidad política global. La singularidad de esa geografía pasa a un segundo plano quedando como campo para estudios posteriores. Los personajes de esta historia se mueven –en palabra, pensamiento o físicamente– en un espacio macro que los conecta entre sí: el de los Mundos Ibéricos. Este es sin lugar a duda un aporte trascendente para analizar el periodo, permitiéndonos despegar de las historias teleológicas escritas en el siglo XIX y parte del siglo XX. La Hispanofilia no es la antesala de las naciones independientes de la América decimonónica que se encargaron de “borrar” esas conexiones, desaparecer esos rastros, recuperándolos brevemente entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX mediante el Hispanismo, en otro contexto y con otra lectura, la de la Modernidad. En este sentido, el libro es coherente con los trabajos desarrollados por Ruiz Ibáñez en conjunto con otros historiadores.1
La obra, que ya ha logrado una reimpresión, tiene índices onomástico, toponímico, de mapas, tablas y gráficos, y general. Tiene asimismo una bibliografía vastísima que se hace eco del saber de su autor y cuenta con una edición impecable del Fondo de Cultura Económica.
1 Pardo Molero, J. F. y Ruiz Ibáñez, J. J. (2020), Los mundos ibéricos como horizonte metodológico. Madrid: Tirant Humanidades; Mazín Gómez, O. y Ruiz Ibáñez, J. J. (2021), Historia mínima de los mundos ibéricos. México: El Colegio de México.