Zubizarreta, Ignacio, Rabinovich, Alejandro y Canciani, Leonardo (Eds.) (2022).
Buenos Aires: Sudamericana, 288 páginas.
Lautaro Mazzini Puga
Universidad de Buenos Aires, Argentina.
El espectáculo de un gran ejército que colapsa no solo es fascinante, sino que nos brinda información muy valiosa respecto del proceso de construcción estatal en curso y sus debilidades. Caseros puede ofrecer un pobre material para la realización de una película épica, pero es un gran caso de estudio para un ensayo de historia.
De un libro con tantos pasajes interesantes, no es fácil elegir uno. Pero creo que lo que antecede es el fragmento que mejor resume a este texto, o más bien a su objetivo. A pocos meses de cumplirse el 170 aniversario de la Batalla de Caseros, verdadero parteaguas de la historia argentina, los historiadores Ignacio Zubizarreta, Alejandro Rabinovich y Leonardo Canciani se abocaron a la tarea de escribir una obra que no solo traiga luz sobre un combate del que poco sabemos, sino también que rescate a este hecho histórico del lugar casi irrelevante en que la historiografía lo ha colocado desde el momento mismo en que el evento terminó.
Para tamaña tarea, los tres editores de este libro convocaron a un equipo que se demostró inmejorable. Como veremos capítulo a capítulo, se sumaron María Fernanda Barcos, Gabriel Di Meglio, Vicente Agustín Galimberti y Roberto Schmit, y el resultado es óptimo. Cada apartado nos construye un recorrido bien organizado que no deja de generar interés en el lector en ningún momento, y demuestra el muy buen trabajo de edición que hay aquí. Varias plumas conviven en armonía y traspasan sección a sección sin que nos sobresalten demasiadas diferencias, dándonos un panorama muy completo de esta coyuntura.
Pero, ¿cuál es la propuesta de este libro? La Batalla de Caseros es un hecho conocido por todos pero apenas estudiado porque, desde el año 1852 mismo, se convirtió en un evento que no parecía merecer demasiada atención. El ejército de Juan Manual de Rosas era desbandado en pocas horas por las fuerzas del general Justo José de Urquiza, y desde allí daba inicio el proceso definitivo de organización constitucional de la Confederación Argentina. Explicaciones escritas por los propios vencedores de la guerra, quienes dirigieron al país en las décadas siguientes, se ocuparon de desestimar la cuestión, por lo cual la historiografía poco y nada quiso saber con ese encuentro final. O se lo veía como el punto donde terminaba la era rosista o el punto que daba inicio a la etapa siguiente.
Los autores se proponen, primeramente, explicar el misterio de la Batalla de Caseros, ver qué pasó allí exactamente en tanto evento militar. Pero el objetivo de la obra es mucho más amplio, porque Caseros no es solo un combate inusual, sino que es “un punto de inflexión en el devenir del proceso histórico de la Argentina y de toda la región del Plata”. Se resuelve en ese escenario mucho de lo que fue abierto desde la Revolución de Mayo, y se abre el camino hacia una nueva era marcada por la Constitución, la libre navegación de los ríos, un desarrollo económico particular y una importante modificación en las relaciones internacionales de la región. Por lo tanto, a la cuestión puramente militar,
se suman los interrogantes políticos, económicos, sociales y diplomáticos, a los cuales se abocan nuestros autores haciendo uso de un rico y variado conjunto de fuentes.
Ocurre que este libro se enmarca en la corriente de la Historia Social de la Guerra. Renovación historiográfica que desde hace más de una década impulsa una manera distinta de ver el proceso histórico: poner a la guerra como fenómeno central del siglo XIX hispanoamericano, entendiendo no solo a las acciones de las fuerzas de guerra, sino también al impacto duradero y fundamental que el conflicto bélico tiene en los aspectos sociales, culturales, políticos y económicos. Con esta ambiciosa premisa, pues, nos introducimos en la obra.
La misma consta de seis capítulos más una conclusión. El primer apartado, que fue redactado por I. Zubizarreta y L. Canciani, se ocupa de estudiar al detalle la compleja construcción de bases de poder de Rosas en Buenos Aires y la Confederación. No queda aspecto sin trabajar, yendo desde la política rosista nacida de la revolución, hasta la expansión ganadera y la conformación de la economía y sociedad confederal, pasando por las relaciones exteriores y su máxima: el conflicto permanente. Vemos aquí, cómo el orden tan buscado e instaurado por el rosismo, no dejó de generar tensiones y fisuras profundas, las cuales terminarían por aflorar irrevocablemente en 1852.
El segundo capítulo ya nos introduce decididamente en el terreno militar. Escrito por R. Schmit, analiza al Ejército Grande, esa máquina militar compleja y única comandada por Urquiza que se dirigiría a los campos de Caseros en una marcha arrolladora por Entre Ríos y la Banda Oriental. Conformada principalmente por la célebre caballería entrerriana, incluyó también batallones correntinos, orientales, brasileños, entre los que se contaba su gran armada y hasta mercenarios alemanes, y muchos de los mejores soldados rosistas capturados del ejército de Oribe que fueron obligados a combatir a su antiguo jefe.
Para poder comprender cómo una fuerza de guerra tan imponente para los modestos estándares locales pudo realizar la campaña, el autor nos plantea un recorrido que incluye comprender a Urquiza en tanto líder político y militar, como también analizar la composición social del ejército. Se trata de una compleja trama, que incluye relaciones personales, espías y contactos, y que nos da como resultado a un líder y a una tropa identificada con la oposición a Rosas, que llegará a Caseros lista para arrasar a su enemigo. El relato de la campaña, que se despliega en un interesante mapa, desborda de anécdotas y datos que lo vuelven muy entretenido, como el gigantesco cruce del Río Paraná a nado de los jinetes y toda la caballada de reserva.
El tercer capítulo se encarga del otro bando: el ejército de Buenos Aires que plantó cara en Caseros. Escrito por A. Galimberti, el desafío de estudiar esta tropa es mayúsculo, porque sabemos poco y nada sobre quiénes eran los reclutados, qué experiencia tenían, o a qué respondían exactamente; y lo que sabemos está lleno de mitos y leyendas negras difundidas por los propios vencedores, y tomados como verdad por la historiografía posterior. Así, es notable lo que el autor logra, explicándonos cómo la provincia consiguió armar unas fuerzas de guerra de tal nivel que no solo fueron las grandes vencedoras en toda la Confederación por dos décadas, sino que lograron operar fuera de sus fronteras con notable estabilidad durante años, particularmente en lo que fue el largo sitio a Montevideo, comandado por Oribe.
Con todo, nos enteramos que esa fuerza fue desecha casi sin combatir en la Banda Oriental por el Ejército Grande, y muchos de sus mejores batallones fueron obligados a enfrentar a su provincia y al propio Restaurador, al que habían servido con lealtad por años. Por eso, Galimberti detalla la gigantesca leva llevada a cabo en 1851, que logró levantar una fuerza de decenas de miles, pero que eran hombres sin experiencia y con poca formación. A su vez, nos ilumina sobre las notables, y a veces insólitas, desinteligencias ocurridas entre la oficialidad porteña que derivaron en que el general Pacheco, encargado de comandar, abandonara el liderazgo. Por ello fue el propio Rosas quien debió ponerse al frente, sin llevar adelante casi ninguna acción para hostigar al ejército invasor antes de una batalla campal de improbable éxito, como finalmente ocurrió.
Y así, luego de dejarnos claro el panorama reinante, habiendo abordado cabalmente la firmeza y la determinación de un bando, y echando luz sobre las diferencias internas de un oponente acostumbrado a ganar, sí, pero ya sin sus mejores tropas, el libro nos ingresa en su cuarto capítulo, “3 de febrero de 1852. La hora de la verdad”. ¿Qué pasó realmente en ese combate? Aquí, A. Rabinovich hace una reconstrucción casi de película cinematográfica, como él mismo lo dice en más de una ocasión, de la Batalla de Caseros en sí, eso que tan pocas veces se ha querido hacer antes.
Paso por paso, casi momento a momento, el autor nos hace un recorrido guiado por el campo de batalla y por los movimientos de las tropas. No es un relato épico ni vemos alabanzas a las acciones de los comandantes, como otras plumas han hecho en estos casos. Rabinovich
se mete en lo que realmente es un combate: algo sucio y desprolijo a lo que los comandantes tratan de dar un orden por sobre unos combatientes que luchan por su vida. Nos sumergimos así en el escenario, y donde otros vieron un misterio, aquí vemos una batalla de proporciones colosales para lo que fueron las guerras sudamericanas hasta el momento, con casi treinta mil soldados de cada lado, con caballería cargando implacablemente, a veces a ningún lugar por confusiones, con infantes luchando sangrientamente a bayoneta y artillería disparando hasta agotar municiones. Se agradece la precisa representación de estos movimientos en un croquis muy claro.
La batalla de tres horas termina en una dispersión final de las tropas porteñas, que encuentra claras explicaciones en la poca formación y experiencia previa, y nos dice muchísimo sobre la sociedad del momento y el país que encontraba así, un nuevo camino hacia su organización. Es a este capítulo que corresponde la cita con que iniciamos.
Finalizado el combate, con un claro ganador y con Rosas partiendo al exilio, es donde generalmente nos encontrábamos con el proceso constitucional que seguiría. Pero ¿y qué pasó con los soldados bonaerenses dispersos? Regresaron a la ciudad y protagonizaron uno de los sucesos menos conocidos y más terribles de la época: un saqueo tremendo que terminó con una represión brutal. De esto se ocupa el quinto capítulo, escrito por G. Di Meglio, recurriendo a un variado y riquísimo corpus de fuentes.
Sofocado el saqueo en Buenos Aires, M. F. Barcos e
I. Zubizarreta analizan el camino que la provincia seguiría post Caseros. Es una investigación realmente compleja e indispensable, porque hablamos de muchas idas y vueltas en pleno intento de desmovilización, con oficiales y líderes políticos que estuvieron en los dos bandos y que ahora formaban parte de un proceso en el cual los porteños no se integraron como el resto de las provincias a la organización constitucional. Por el contrario, su elite se retrajo en intentar su propia autonomía, proceso del cual formaron parte una revolución, un largo sitio y sobornos insólitos, que desembocaron en la formación del Estado de Buenos Aires, separada de y enfrentada a la Confederación.
Llegamos así al apartado final de este libro: una profunda y necesaria conclusión a cargo de Rabinovich y Canciani. Los autores vuelven a sumergirnos en muchos de los problemas planteados. Por un lado, dan una respuesta contundente y definitiva sobre la importancia que tuvo o no la Batalla de Caseros: es la más importante en la historia de la Argentina respecto de su cantidad de población. No hubo mayor movilización ni participación previamente, durante las guerras de independencia y civiles, ni a posteriori, con la Triple Alianza contra el Paraguay. Esto esclarece mucho sobre lo que fue el proceso de militarización que se desplegó en la región desde el siglo XVIII, y cómo Caseros se vuelve su punto máximo, para luego empezar a decaer tanto en términos absolutos como relativos.
Desde 1852, entonces, una forma de hacer la guerra tocaba a su fin, como también una forma de hacer ejércitos. La magnitud de las fuerzas enfrentadas aquí ya no podía manejarse en los términos que se había hecho hasta el momento. Avanzarían pronto las escuelas de oficiales, los Estados Mayores, los servicios de sanidad, información, abastecimiento, ingeniería y logística, porque ya no era posible movilizar tropas y que estas funcionaran como se requería en el campo.
Por supuesto que esto conllevó un desarrollo superior de las capacidades de los Estados, instituciones y burocracia que lograran la construcción de un verdadero ejército nacional. En función de esto vendrían transformaciones posteriores, donde ya no se recurriría solo a una leva masiva. Desprendiéndose de esto, la conclusión se ocupa de plantear interesantes líneas de comparación con la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, donde justamente el Ejército Argentino en su mejor momento no logró juntar más de veinticinco mil hombres. Y finalmente, las líneas conclusivas conectan con el año 1880, la derrota definitiva de la autonomía porteña a manos del, ya constituido, Ejército del Estado Nacional Argentino que terminaba su consolidación.
Quedaría por comentar una última cuestión sobre este libro, que no es menor. Esta es una obra con una redacción muy fluida, se lee perfectamente bien a lo largo de todo el recorrido. Tiene un vocabulario y una manera de desarrollar los procesos, y los debates historiográficos al respecto, que lo hacen accesible tanto para para un público académico como también para lectores no especializados. Un muy buen libro, en definitiva, que está muy bien escrito.