González Bernaldo de Quirós, Pilar, Amar, Marianne, Lavabre, Marie-Claire (Dirs.) (2020).
Rosario: Prohistoria Ediciones, 194 páginas.
Federico Lorenz
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”-UBA/Conicet, Argentina
En noviembre de 2014 se realizó en Buenos Aires el coloquio internacional “Migraciones en el Museo”, que reunió a especialistas de distintos países en torno a la temática de los museos. Este es un tópico que, de manera algo tardía con respecto a otros países latinoamericanos, comienza a resultar de interés en Argentina, lo que no deja de ser curioso si pensamos el peso que las luchas por la memoria, para tomar el concepto de Elizabeth Jelin, han desempeñado en la escena pública nacional. En efecto, las preocupaciones teóricas y metodológicas sobre los museos, esos sitios de cruces, encuentros y también conflictos, es relativamente reciente en nuestro país. Como resultado de ese encuentro, el libro Migraciones en el Museo. Una aproximación global retoma y profundiza las discusiones del coloquio de 2014, pero vale destacar que va mucho más allá: funciona como un excelente material introductorio, con trabajos de gran calidad académica y de una atractiva diversidad para entender la complejidad de los museos, quienes trabajan en ellos, y las políticas públicas que se pretende que sigan, así como las dificultades y limitaciones que estas encuentran.
Si esto es así es porque los museos de migraciones condensan buena parte de las tensiones que tales instituciones experimentan, así como en ellos son nítidos los mandatos sociales que el sentido común deposita en los museos. Por ejemplo, analíticamente es fácil señalar que las identidades son dinámicas y múltiples, y se conforman en la interacción, o que el pensamiento histórico debe ser situado espacial y temporalmente, pero lo cierto es que la idea de “museo” remite, para miles de sus visitantes, especialistas o no, a lo fijo. Entonces, ¿Cómo mantener ese dinamismo en una muestra aparentemente “estática”? ¿Qué hacer en aquellos museos que abordan temas conflictivos y complejos o controversiales?
El primer museo dedicado a las migraciones, el de Ellis Island (Estados Unidos) data de 1990, es decir que la apropiación de este tema por los museos relativamente tardía. En 2006, en Roma, directores de quince museos de migraciones, bajo el auspicio de la UNESCO y la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), elaboraron una serie de recomendaciones, acuerdos básicos acerca de lo que se esperaba que estas instituciones transmitieran. De modo sintético: analizar el aporte de los migrantes al país de instalación, favorecer un sentimiento de pertenencia a la nación de acogida y re revalorización de la cultura de origen por las nuevas generaciones y, por último, sensibilizar al público acerca de las razones (económicas, religiosas, políticas) que forzaron la partida de los migrantes. En resumen, reconocer y defender la diversidad, así como favorecer la empatía. Esa demanda sobre los museos de migraciones como espacios públicos se basaba en su reconocimiento como articuladores de “lo universal, lo cosmopolita y la nación” (p. 13).
Como se señala en la “Introducción” de este libro, “sin duda, era mucho pedir: erigir el patrimonio en instrumento político frente a las tensiones del siglo XXI” (p. 14) se revela, visto el panorama actual, una tarea desproporcionada, no obstante lo cual eso es precisamente lo que se le pide a los museos. Migraciones y museos. Una aproximación global desarrolla, y problematiza muchas de las tensiones entre el mandato social sobre estas instituciones y lo que en ellas sucede. En un contexto “memorialista” que ya lleva más de dos décadas, los museos pueden ser espacios donde diferentes miradas e intereses confluyan, interactúen y, a la vez, entren en conflicto. ¿Cómo narrar las dificultades que encontraron los migrantes en los países receptores sin romper mitos fundacionales? ¿Qué dice sobre la sociedad argentina, por ejemplo, que en el museo de la inmigración se haga énfasis en la inmigración de finales del siglo XIX y comienzos del XX, y no en movimientos más recientes? ¿Qué representaciones de la nación se producen en los museos? Por su lugar social, por su capital simbólico, los museos pueden ser lugares donde estas preguntas, traducidas en conflictos dentro de la sociedad, puedan tramitarse. Por otra parte, es importante señalar que en la región americana, y en Argentina en particular, “la memoria” se transformó en vector de políticas públicas y, en consecuencia, la renovación de los museos (tradicionalmente dotados de poco presupuesto, desatendidos por el Estado) así como sus guiones se transformaron también en objeto de disputa.
Transversales a la compilación encontramos algunas preguntas centrales para pensar las relaciones entre historia, memoria y política y cómo inciden en los museos. Al promover la integración mediante su visibilización, colectivos sociales específicos (una comunidad migrante, pero también, las víctimas de un genocidio) pueden ser esencializados. Por el otro, para América Latina en particular, ¿qué sucede cuando se enfatiza el papel de algunas colectividades y momentos históricos mientras se desconocen otros? ¿Cómo encajan los pueblos originarios en este esquema que enfatiza el lugar de los inmigrantes?
De lo universal a lo particular, del cosmopolitismo a la nación, las escalas son nodales para comprender los relatos museográficos y las inclusiones y exclusiones que producen. Al ir y venir entre estas diferentes dimensiones, se reconfiguran también las nociones de lo que es patrimonio y lo que no lo es, así como la función social de los museos. Lo que queda claro tras leer esta obra colectiva es que más allá de su aparente inmovilidad, como aún aparece no solo en ciudadanos comunes sino en quienes dirigen las políticas públicas, los museos son tan dinámicos como los temas que pretenden visibilizar. Un museo, en última instancia, no “controla” los efectos que produce en sus visitantes (ni debería pretender hacerlo). De allí que las políticas nacionales que visibilizan ciertas temáticas (migraciones, pero también guerras, o disputas territoriales), de ser consecuentes con el carácter pedagógico que los museos tienen que ponderar que los relatos nacionales e identitarios que promueven no son únicos ni definitivos. Esto, sobre todo, porque los museos son, también, espacios donde favorecer la transmisión y el intercambio intergeneracional. Para aquellos interesados en los museos, los usos públicos del pasado y la historia pública, Museos y migraciones excede con creces el recorte temático de los museos que analiza.
Además de la “Introducción”, el libro consta de tres partes: “El museo, entre historia, memoria y patrimonio”, donde se abordan fundamentalmente temas de historia y memoria, así como distintas nociones de patrimonio; en segundo lugar, “El museo como instrumento de políticas simbólicas”, quizás la que más específicamente se aboca a los museos de migraciones y que, por ejemplo, problematiza algunas idealizaciones sobre la inmigración. Por último, “Relatos en tensión” aborda algunas de las tensiones que los guiones museográficos pueden generar, en particular la cuestión de las identidades o la resignificación de documentos burocráticos.