Las sombras de la noche. Clandestinización de la informalidad urbana en las geografías del placer del Sur de Europa
"Begoña Aramayona
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Departamento Antropología Social y Cultural, Centro de Estudios de Género. Madrid, España.
ORCID: 0000-0002-4687-8500
Recibido: 4 de marzo de 2024. Aceptado: 5 de mayo de 2024.
En las ciudades del sur de Europa, el discurso público en torno a la noche está plagado de ambigüedades, contradicciones y dobles morales desde hace varias décadas: lugar de placer o de amenazas y peligros oscuros; de generación de riqueza o lugar idóneo para la “informalidad”, el “mercado negro” y las actividades underground. Junto con ello, la aparición de personas migrantes, a menudo racializadas, ejerciendo actividades de supervivencia en la noche en estas desiguales economías del placer, ha desbocado todos los resortes de la demonización contemporánea contra la subalternidad urbana. Con especial atención a Madrid (España) y Roma (Italia), y a través de un análisis exhaustivo de fuentes secundarias, entrevistas con actores clave y observación participante, en este trabajo propongo explorar las contradicciones inherentes a las geografías del placer en estos territorios. Primero, cómo las narrativas públicas sobre la “oscuridad” –sostenidas por imaginarios históricos de una alteridad asalvajada y racializada– que apelan a una “moralidad blanca” son usadas para clandestinizar a ciertos actores informalizados (eg. trabajadoras sexuales, vendedores ambulantes) y llevarlos “a la sombra” del espacio urbano. Segundo, cómo la clandestinización –seguida del aumento de la precariedad y el abuso físico, psicológico laboral– de dichos actores resulta operativa para la gobernanza neoliberal de las geografías del placer sud-europeas (un espacio público limpio de cuerpos oscuros) y a los circuitos de acumulación neoliberal.
Palabras clave: noche, placer, migración, geografía, informalidad, Sur Europa.
Public discourse around the night has been plagued by ambiguities, contradictions and double standards for several decades in Southern European cities: either described as a place of pleasure or dark threats and dangers; a place of economic and tourist growth or a place where ‘informality’, the ‘black market’ and underground activities take place. Alongside this, the emergence of migrant, often racialised, people exercising survival activities at night in these unequal economies of pleasure, has unleashed all the levers of contemporary demonisation against urban subalternity. With a particular focus on Madrid (Spain) and Rome (Italy), and through an exhaustive analysis of secondary sources, interviews with key actors, and participant observation, in this paper I explore the contradictions inherent to the geographies of pleasure in these territories. First, how public narratives of ‘blackness’ - underpinned by historical imaginaries of an alienated and racialised otherness - that appeal to a ‘white morality’ are used to make certain informal actors more clandestine (e.g. sex workers, street vendors) and drive them ‘into the shadows’ of urban space. Secondly, how the clandestinisation - followed by increased precariousness and psychological, physical and labour abuse - of these actors is operative to the neoliberal governance of South European geographies of pleasure (a public space cleansed of dark bodies) and to circuits of neoliberal accumulation.
Keywords: night, pleasure, migration, geography, informality, Southern Europe.
Nas cidades do Sul da Europa, o discurso público em torno da noite tem sido, desde há várias décadas, marcado por ambiguidades, contradições e dois pesos e duas medidas: um lugar de prazer ou um lugar de ameaças e perigos sombrios; um lugar de geração de riqueza ou um lugar de “informalidade”, de “mercado negro” e de actividades clandestinas. Paralelamente, a emergência de migrantes, muitas vezes racializados, nestas economias desiguais de prazer, exercendo actividades de sobrevivência durante a noite, desencadeou toda a demonização contemporânea contra a subalternidade urbana. Com uma perspectiva particular em Madrid (Espanha) e Roma (Itália), e através de uma análise exaustiva de fontes secundárias, entrevistas com actores-chave e observação participante, proponho-me neste artigo explorar as contradições inerentes às geografias do prazer nestes territórios. Em primeiro lugar, como as narrativas públicas da “negritude” - sustentadas por imaginários históricos de uma alteridade alienada e racializada - que apelam a uma “moralidade branca” são usadas para clandestinar certos actores informalizados (por exemplo, trabalhadoras do sexo, vendedores ambulantes) e empurrá-los para “as sombras” do espaço urbano. Em segundo lugar, como a clandestinização - seguida do aumento da precariedade e dos abusos físicos, psicológicos e laborais - destes actores é operativa para a governação neoliberal das geografias de prazer do sul da Europa (um espaço público limpo de corpos escuros) e dos circuitos de acumulação neoliberal.
Palavras-chave: noite, prazer, migração, geografia, informalidade, Europa do Sul.
Introducción
En las ciudades del sur de Europa, el discurso público en torno a la noche ha estado plagado de ambigüedades, contradicciones y dobles morales desde hace varias décadas: lugar de placer o de amenazas y peligros oscuros; de generación de riqueza o lugar idóneo para la “informalidad”, el “mercado negro” y las actividades underground. Junto con ello, la aparición de personas migrantes, a menudo racializadas, que ejercen actividades de supervivencia en la noche, en estas desiguales economías del placer, ha desbocado todos los resortes de la criminalización contemporánea contra la subalternidad urbana y la demonización de un Otro oscuro.
Desde hace más de tres décadas, la cuestión migratoria ha despertado las tensiones morales de una Europa en profunda crisis: entendidos como “invasores” y “cuerpos oscuros”, a la par que “salvadores” de una Europa envejecida, el colectivo migrante llegado del sur global ha experimentado un creciente y progresivo agravamiento de sus condiciones materiales de vida. En las ciudades del sur de Europa, el nexo informalidad-migración-oscuridad se desvela especialmente crucial en la gobernanza poscrisis de 2008, dado su papel de frontera sur frente a la migración irregular en la ‘Europa Fortaleza’, aquella que se bunkeriza frente a la crisis ecosocial del último siglo. Paradójicamente, a pesar de que buena parte de estas personas migrantes llegaron para ocupar los puestos de trabajo más penosos (precisamente aquellos que la población nacional/autóctona no quiere ejercer), así como para cubrir los huecos de los históricamente frágiles estados de bienestar que caracterizan el sur de Europa, la situación de la población migrante desde entonces no ha hecho más que empeorar. A partir de los años 2000, una nueva arquitectura legal informaliza de manera activa a la población migrante, y, en paralelo, criminaliza y persigue su presencia a través de nuevos dispositivos de gobernanza pública, progresivamente más orientados hacia la búsqueda de “seguridad” y “civismo” (Amnistía Internacional, 2022; Aramayona y Guarneros, 2023). Así, buena parte de la población migrante llegada del sur global se ve forzada a habitar la precariedad en múltiples formas durante años, hasta que consiguen regularizar su situación administrativa en el país de llegada. De esta manera, la informalización es apuntalada desde el “no tener papeles” hasta el no poder trabajar o habitar una vivienda en el mercado formal durante años, viéndose entonces forzados a escoger los trabajos más duros y peor pagados, sujetos a mayores abusos y explotación laboral por el chantaje de su condición de “irregulares” o a generar actividades propias de la economía popular o informal, desprotegida de reglamentaciones y criminalizada por las autoridades públicas.
Desde 2008, numerosas ciudades del sur de Europa han confiado en la tercerización y el incremento de las economías del ocio, incluido el nocturno, como compensación de las deudas municipales generadas por la crisis financiera. Nuevas y viejas desigualdades se han reproducido durante este período en estas economías del placer del sur de Europa: visitantes locales e internacionales, así como autóctonos, hacen uso del espacio-tiempo nocturno para su entretenimiento o descanso a costa de un cuerpo de trabajo altamente informalizado y de perfil migrante/racializado que da sostén a dichas actividades ociosas. Esta economía del ocio produce, a su vez, una compleja “geografía del placer”, atravesada por hondas desigualdades sociales espacialmente distribuidas: la gobernanza higienista de los centros urbanos (y la consecuente demonización de las periferias socioespaciales) y la exorcización del espacio público (frente al olvido e invisibilización de lo que ocurre en espacios privados) juegan un papel fundamental. Así, vendedores ambulantes, como los manteros, venden mercancías “truchas” a paseantes del centro urbano que no pueden adquirir un producto “de marca”; lateros vendiendo refrescos y cervezas por un euro en calles y plazas de los centros urbanos; trabajadoras sexuales ofrecen sus servicios en calles, casas y clubes de alterne; profesionales de la hostelería sirviendo en bares y restaurantes; o trabajadoras del hogar ofreciendo cuidados durante día y noche en los domicilios privados de familias de clases medias y medias-altas para el descanso de sus empleadores. Todas estas actividades suelen estar desarrolladas en condiciones de informalidad, habitualmente por personas migrantes, con y sin papeles, en las ciudades del sur de Europa (Chiodelli, 2021). Aunque desarrollan actividades de sostén de las economías del placer demandadas en estos territorios, su cotidianeidad en las urbes suele estar atravesada por la precariedad y el miedo debido a un régimen migratorio altamente criminalizante: desde los años 2000, nuevas leyes de extranjería y seguridad ciudadana en el sur de Europa han aumentado el temor de la población migrante a ser identificada y deportada por las autoridades, han criminalizado su presencia en el territorio en tanto “invasores” y “roba empleos”, y las verdaderas biografías y condiciones de empleo de sus protagonistas suelen estar invisibilizadas en el relato público.
Este trabajo aspira a desvelar algunos trazos sobre las narrativas públicas (mediáticas e institucionales) en las que se sostienen los procesos de gobernanza urbana liminal de la noche en el sur de Europa. Con especial atención a Madrid (España) y Roma (Italia), y a través de un análisis de fuentes secundarias (informes sobre prostitución/trabajo sexual, situación del empleo in/formalizado en el sur de Europa y artículos de prensa en revistas digitales españolas e italianas), en este trabajo propongo explorar las contradicciones inherentes a las geografías del placer en estos territorios. Buena parte de la argumentación sostenida en este artículo responde, también, a mi largo trabajo de observación participante desarrollado como etnógrafa urbana, especialmente en escenarios nocturnos, desde 2015. De manera particular, la observación participante desarrollada para este trabajo en concreto (septiembre 2022-junio 2024) se enmarca dentro de un marco más amplio de compromiso con los paradigmas de la “investigación militante” y, en particular, con la investigación activista feminista (IAF) (Díaz y García, 2017) y tuvo lugar de manera especialmente intensa en varios entornos: (i) entornos profesionales (tercer sector) de acompañamiento a trabajadores/as precarias (sportèllos y unità di strada en el caso italiano, entidades socio-profesionales de acompañamiento a “mujeres en contextos de prostitución” en el caso español); (ii) acompañamiento y vínculo personal con algunas de estas trabajadoras, de manera espontánea y genuina, derivado de mi deseo de apoyar y fortalecer las organizaciones de trabajadoras precarias (sexuales y del hogar) auto-organizadas en ambos lugares; (iii) visita a lugares de ocio nocturno en ambas ciudades.
En la primera sección, se expone una argumentación con literatura relevante sobre cómo la histórica demonización de “la oscuridad” ha sido construida como pilar central de los estados modernos desde el siglo XVIII y cómo actualmente esta misma demonización apela a narrativas neocoloniales que criminalizan a la subalternidad urbana en base a dimensiones de raza, género y estatus migratorio. En la segunda sección, siguiendo las prescripciones de las escuelas de análisis crítico del discurso (Antaki et al., 2003; Iñiguez, 2003), expongo cómo las narrativas públicas (mediático-institucionales) sobre la “oscuridad” –sostenidas por imaginarios históricos de una alteridad asalvajada y racializada que apelan a una “moralidad blanca”– son usadas para clandestinizar a ciertos actores informalizados (a menudo personas racializadas) y llevarlos “a la sombra” del espacio urbano. A través del análisis de las presencias, silencios y ausencias en el relato público sobre el “pánico moral” que despiertan cierto tipo de sujetos y actividades informalizadas, se analizan los elementos y metáforas lumínicas y las contradicciones que afloran de dichas narrativas públicas. En segundo lugar, expongo cómo la clandestinización –seguida del aumento de la precariedad y el abuso psicológico, físico y laboral– de ciertos sectores informalizados del entorno urbano resulta operativa para la gobernanza neoliberal de las ciudades sud-europeas. En la última sección, reflexiono sobre la relación de estos procesos en el contexto sud-europeo, en tanto frontera clave de la actual Europa Fortaleza, y cómo la activación de pánicos morales respecto de la presencia y condiciones de ciertos actores informalizados –a menudo migrantes racializados ejerciendo actividades consideradas “inmorales” o “indecentes” en el espacio público– desvela las contradicciones del actual régimen migratorio y de la crisis de los estados de bienestar europeos. De manera particular, describo cómo el objetivo de generar un espacio público limpio de cuerpos oscuros es clave para la reconfiguración de los espacios centrales como enclaves críticos para la activación de los circuitos de acumulación neoliberal; pero también, cómo la “liminalidad” (flexibilidad, ambigüedad y anonimato) que permite la noche es aprovechada por los propios actores informalizados para negociar resquicios de oportunidad para ejercer actividades de supervivencia.
La demonización de la oscuridad: la exorcización del espacio público y el nuevo neocolonialismo urbano del sur de Europa
La noche y la oscuridad han sido, desde hace siglos, un espacio-tiempo que despierta múltiples y contradictorias emociones: objeto de deseo, lugar de culto, rito y peregrinación; también de encuentros planeados o fugaces, espacio para la conspiración y la resistencia. Al mismo tiempo, la noche como espacio-tiempo, y la oscuridad como objeto simbólico-discursivo, han venido sufriendo intensos procesos de demonización en Europa desde hace cinco siglos. Como relata Edensor (2015a, 2015b), durante el “Siglo de las Luces”, la noche y la oscuridad se convirtieron en la antítesis simbólica de la racionalidad, la modernidad y el progreso. Los ritos y prácticas relativos a la Edad Media eran entendidos como “tiempos oscuros” que debían ser iluminados con la verdad de la ciencia moderna. La ciencia y la razón sustituyen así la especulación y el misticismo propios de la religión, donde ya se usaban estas díadas metafóricas de Luz-Dios, Oscuridad-Demonio. Sin embargo, durante esta época, con la construcción de los Estados modernos, se reifica todo un dispositivo de gobernanza pública basado en metáforas lumínicas que apelan a la díada Luz-Bien/Oscuridad-Mal. A la demonización de lo “oscuro” y la necesidad de “iluminar” todo espacio sombrío, le sigue la construcción del sistema público de iluminación artificial durante el siglo XIX: las lúgubres calles de las urbes de Occidente se llenan de luz, y la noche comienza a ser un objeto susceptible de los circuitos de comercialización del capitalismo moderno. Diversos autores del campo de los estudios urbanos nocturnos señalan cómo este proceso de reorganización de las ciudades occidentales en el continuo día/noche supuso una expansión del capitalismo moderno, como proceso de colonización de la “frontera nocturna” (Shaw, 2015), espacio-tiempo previamente destinado a actividades creativas o artísticas fuera de los circuitos de acumulación capitalista eminentemente diurna (Gwiazdzinski, 2005).
Ya en el siglo XX, otros hitos marcan el desarrollo de la noche como espacio-tiempo objeto de consumo. A partir de la década de 1990, la comercialización del horario nocturno se ve marcada por la aparición del modelo de la “Ciudad 24 horas” (o 24/7), como respuesta al declive de la era industrial y al vaciamiento de los centros urbanos, especialmente durante el horario nocturno. Comienza así a tomar forma, dentro del campo de los estudios nocturnos, especialmente desde el ámbito británico, el análisis de la expansión y el impacto de la “economía nocturna” (Evening and Night Economy, “ENTE”), en tanto expansión de una cultura e infraestructura urbana nocturnas, íntimamente asociada al ocio y al consumo de alcohol. Junto con la expansión de estas economías de la noche o del placer nocturno, aparecen también los “efectos exclusionarios” (Hadfield, 2015), especialmente visibilizados a partir de los años 2000: los procesos de gentrificación nocturna (Hae, 2011; Nofre, 2011; Shaw y Sullivan, 2011; Kolioulis, 2018) y turistificación nocturna (Nofre et al., 2018; Nofre, 2021) han supuesto el desplazamiento y la expulsión de actividades y actores nocturnos de áreas en proceso de revalorización en diversos territorios del globo.
En la actualidad, a pesar de la necesidad de superar enfoques dicotómicos, la noche y la oscuridad se desvelan como objetos altamente susceptibles de despertar las alarmas morales y los discursos nictofóbicos del orden urbano (Aramayona y Guarneros, 2023). Como señala Robert Shaw (2015), la metáfora de la “frontera” sigue siendo operativa para entender la tensión que existe en la noche como espacio-tiempo de alteridad y diferencia (respecto de “lo diurno”), y a su vez como espacio-tiempo sujeto a las mismas fuerzas de acumulación capitalista que se dan durante el día. Siguiendo esta reflexión, podríamos argumentar que la oscuridad, en sentido amplio, se erige como un espacio simbólico sobre el que operan significados sobre moral, raza/etnia y género, indispensables para entender las formas de criminalización contemporáneas de la alteridad en las ciudades contemporáneas, así como sus resistencias en la vida cotidiana. En la era contemporánea, el discurso público que apela a metáforas lumínicas se extiende a ideas como la “informalidad urbana” (e.g., “economía sumergida”, “mercado negro”) o a la descripción de los cuerpos subalternos racializados/feminizados que a menudo son diana de la demonización pública contemporánea (e.g., personas migrantes, racializadas, ejerciendo actividades “oscuras”/“underground”). La ola reaccionaria que se extiende en toda Europa, aun de manera desigual, parece evocar un imaginario histórico neocolonial que demoniza a un Otro oscuro, con la persistente aporofobia a la subalternidad urbana. Este cruce entre relatos nictofóbicos (miedo a la oscuridad), neocoloniales/racistas (odio al extranjero y racializado) y aporofóbicos (miedo a la pobreza) legitima públicamente la creciente criminalización de las personas migrantes –a menudo también racializadas– en el sur de Europa, especialmente aquellas que realizan actividades informalizadas en contextos con alta visibilidad pública.
La oscuridad y el placer: gobernanza de las ciudades nocturnas del sur de Europa
Contexto: Turistificación (nocturna) e informalización en el sur de Europa
En las últimas tres décadas, la noche como espacio-tiempo se ha convertido en un objeto de comercialización y branding para la reproducción de escenarios turísticos en diversas ciudades del sur de Europa. Ciudades como Madrid, Barcelona, Lisboa o Roma han experimentado intensos procesos de cambio urbano, entre otras cosas, a través de la inyección de dinero público por parte de las administraciones locales en la “regeneración” de entornos públicos “degradados”, muy habitualmente en los centros urbanos. A través de estos nuevos partenariados público-privados, la regeneración de ciertas áreas urbanas ha supuesto el desplazamiento de actores populares y prácticas consideradas “bizarras” que se desarrollaban en dichos entornos, tanto de día como de noche, siendo sustituidos por comercios, bares y restaurantes “vintage”, y residentes y turistas locales e internacionales de clases más privilegiadas (Nofre, 2013, 2021; Bolzoni, 2016; Nofre et al., 2018, 2019; Aramayona et al., 2019). Barrios como El Trastevere o San Lorenzo en Roma, Bairro Alto, Cais do Sodré o Alfama en Lisboa, Malasaña, Chueca o Lavapiés en Madrid, y El Gòtic o el Raval en Barcelona son ejemplos de estos procesos. No obstante, los impactos socioespaciales y simbólicos del monocultivo turístico nocturno han sido ampliamente documentados, en tanto proceso que justifica un aumento de la securitización y la generación de una noche sanitizada (Malet-Calvo et al., 2017) o la expulsión, exotización y vaciamiento político de los aspectos más “bizarros” de la noche (Nofre, 2013), pero también la generación de resquicios de oportunidad en la liminalidad de la noche, en concreto actividades laborales informalizadas como la venta ambulante o el trabajo sexual (Seal, 2022; Aramayona, 2023; Aramayona y Guarneros-Meza, 2023). En los siguientes apartados, este trabajo expone cómo las narrativas públicas (mediático-institucionales) sobre la “oscuridad” –sostenidas por imaginarios históricos de una alteridad asalvajada y racializada que apelan a una “moralidad blanca”– son usadas para clandestinizar a ciertos actores informalizados (a menudo personas racializadas) y llevarlos “a la sombra” del espacio urbano en las ciudades del sur de Europa.
Discurso público sobre “lo oscuro”: la glorificación neocolonial de la blanquitud y la obsesión de “iluminar” la penumbra
El sur de Europa, al igual que buena parte del continente, vive desde hace décadas en una constante reificación sobre cimientos desgastados: Europa ya no es una sociedad blanca –aunque nunca lo fue–, sino mestiza; la familia heteronuclear ya no es uno, ni el más importante, de los pilares sobre los que se asienta la cultura del esfuerzo europea; y, sobre todo, la crisis migratoria, especialmente grave en los últimos años, desvela las contradicciones morales de una `Europa Fortaleza´ en ruinas. En el sur de Europa, los procesos migratorios más intensos que comenzaron a darse a partir de la década de 1990 pusieron en evidencia algunas de las lagunas éticas de estos mismos países: especialmente a partir de los años 2000, la segmentación del trabajo por perfil étnico (dejando los trabajos más penosos a la población migrante) caminaba a la par del fortalecimiento de un régimen migratorio con fines persecutorios que se hizo evidente a través de las nuevas leyes de extranjería, restricciones a los permisos de asilo y nuevas leyes de seguridad que incorporaban, en la práctica, la persecución por perfil racial de la población migrante. Aunque buena parte de la población migrante ha venido a ocupar en estos países los empleos más duros que la sociedad autóctona ya no quería desempeñar –hostelería; campo y construcción para los hombres; y empleo del hogar y cuidados y trabajo sexual para las mujeres–, la arquitectura legal de la frontera sur de la Europa Fortaleza informaliza activamente a la población migrante, persigue su presencia y la confina a vivir durante años sin derechos y en condiciones precarias.
El discurso público (mediático e institucional) que acompaña este entramado de precarización y persecución de la población migrante ha sido clave para legitimar la normalización de esta situación. Desde la crisis de 2008, la polarización del espectro social, agravada por medios de comunicación y políticos reaccionarios, ha abonado una “guerra entre pobres” en la que la población migrante, especialmente la racializada, se ha convertido en el “chivo expiatorio” de los malestares sociales de una sociedad y un estado de bienestar en profunda crisis (Suárez-Navaz, 2004; Essed et al., 2019; Queirolo-Palma y Rahola, 2020). De manera crucial, este discurso dominante hace uso de metáforas lumínicas que reifican un imaginario histórico que demoniza la oscuridad, asociándola a “lo desconocido”, pero también a “lo obsceno”, “asalvajado” o “peligroso”. Como contrapartida discursiva, la glorificación de la familia “blanca” y de “clase media” aparece como contraparte amenazada por la llegada de migrantes, entendidos como una “invasión” (Essed et al., 2019). En la escala metropolitana, estos discursos dominantes aparecen en boca de parlamentarios locales de distinto signo –tanto de la derecha reaccionaria como del progresismo– a través de discursos parlamentarios, campañas publicitarias y estrategias de gobernanza urbana que abonan este proceso de demonización de “lo oscuro”. En este sentido, el “oscurecimiento” del discurso público apela, de manera explícita o velada, a la “negritud” o “penumbra” que rodea a cierto tipo de individuos (a menudo racializados) desempeñando cierto tipo de actividades (informalizadas) en cierto tipo de espacios (especialmente los públicos), que son señalados como dianas de las políticas públicas locales para el mantenimiento del orden público.
Este es el caso de vendedores ambulantes y trabajadoras sexuales, especialmente las callejeras, cuyo proceso de demonización y “oscurecimiento” se realiza a través de distintos mecanismos. En primer lugar, a través de una excesiva y sobredimensionada representación criminalizante de estos dos tipos de empleo informalizado, que apela a un supuesto estatus “oscuro” inherente a la actividad de ambos colectivos. Alusiones al “oscuro mundo de la prostitución” (ABC, 2004) y de sus “oscuras luces” (El Confidencial, 2023), por ejemplo, son habituales en el relato público. En segundo lugar, a través de su tratamiento público, que sobredimensiona el halo “mafioso” de las formas de llegada y tránsito de las personas (migrantes) que ocupan estos dos tipos de empleo, a menudo asociado a los relatos sobre “tráfico de personas”. Como relata el clásico libro de Laura Agustín (2008), Sexo y marginalidad, así como en general la corriente de los estudios críticos con el concepto de “tráfico de personas” (Anderson y Andrijasevic, 2008), priorizar un enfoque “contra el tráfico” invisibiliza y despolitiza los debates sobre migración. Por lo tanto, el relato público que enfatiza la conexión de solo ciertos sectores (prostitución y ambulantes) con redes de tráfico de personas construye un marco por el que se asocia a estos colectivos (de manera exclusiva) con redes mafiosas “oscuras”, en vez de señalar la arquitectura legal del régimen migratorio que fuerza a estas personas a migrar en condiciones irregulares. En tercer lugar, su asociación con aspectos “ilegales”, “indecentes” o amorales, tanto de los servicios como de los productos que ofrecen. Por ejemplo, esto es evidente en el caso de los vendedores ambulantes en Madrid, en su mayoría varones jóvenes llegados de la región subsahariana que venden diverso tipo de merchandise en mantas depositadas en el suelo durante el día y la noche, u hombres venidos de Pakistán o Bangladesh que venden latas de cerveza y refresco. De manera cíclica, el discurso mediático e institucional hace alusión repetitiva a varios conceptos: la “ilegalidad” de los productos que venden (su ser “trucha”), a pesar de que son comprados en los mismos grandes centros al por mayor donde los comercios de la economía formal se abastecen; la “oscuridad” de los procedimientos de obtención de dichos productos, activando un discurso del peligro y el “riesgo”; y los procedimientos “criminales” por los que muchos de ellos llegan a territorio español (a menudo en pequeñas embarcaciones, “pateras”, cruzando el Mediterráneo). A continuación, algunos ejemplos ilustrativos:
Si compras falsificaciones, la aventura siempre acaba mal. Productos malos, ilegales, peligrosos, y sin posibilidad de reclamar. No te aventures, no vale la pena. (Campaña publicitaria contra comercio ambulante ilegal de manteros, Ayuntamiento de Madrid, 2018)
Las “pateras taxi” llegan a la costa de Cádiz, las mafias no descansan. (La Voz Digital, 2023)
“Pateras taxi”, la nueva modalidad de la mafia para traer inmigrantes ilegales a las costas de Cádiz con lanchas de narcos. (Antena 3, 2023)
Son los Estados los que deciden quién llega a Europa, no los contrabandistas y traficantes. (Carta de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el primer ministro británico, Rishi Sunak, publicada en Corriere della Sera).
En el caso de las trabajadoras sexuales, el discurso público dominante utiliza también metáforas lumínicas específicas que demonizan la “oscuridad” y glorifican la blanquitud como mecanismo para criminalizar la propia existencia de estas trabajadoras, así como moralizar sobre el conjunto de la población. Este proceso se refleja de diversas formas: en primer lugar, a través de la lectura crítica del concepto histórico de “trata de blancas”, creado en el siglo XIX, que glorifica un discurso de rescate de las mujeres “blancas” forzadas a ejercer la prostitución o servidumbre. A pesar de que numerosas organizaciones desaconsejan el uso de este concepto, su empleo habitual en medios de comunicación y prensa desvela no solo un interés desigual por las condiciones de explotación de mujeres en función de un perfil racial, sino una metáfora subyacente con importantes connotaciones lumínico-raciales: las mujeres que se prostituyen (incluso aquellas que lo realizan de manera no coactiva) deben ser salvadas de la “oscuridad” de redes mafiosas y criminales, purificando su condición de víctimas a través de la blanquitud como antítesis de la “mala mujer” (oscura y pecaminosa). Así, mediante el uso de este concepto, la apelación a una “moralidad blanca”, desprovista de conflicto o maldad a través de dicha iluminación, aparece como antítesis de una alteridad asalvajada y racializada cuyo interés de “salvación” parece menor. En segundo lugar, el vínculo discursivo oscuridad-prostitución se refleja en la sobrerrepresentación de los casos llegados de dispositivos de identificación y persecución de trata con fines de prostitución forzada en el discurso público, que encuentran una inmensa mayor cobertura en medios de comunicación que los casos de explotación laboral en otros sectores (como la construcción, el campo o el empleo doméstico). De hecho, los propios colectivos organizados de trabajadoras sexuales señalan cómo el discurso mediático e institucional, que sobredimensiona la existencia de trata con fines de prostitución forzada, desatiende interesadamente las tasas de informalidad, explotación y abuso que se dan en otros sectores, como estrategia para “demonizar” la propia naturaleza del trabajo sexual per se. Sin ir más lejos, la cobertura mediática de las redadas que se producen de manera cíclica en clubes de alterne suele acudir a esa misma narrativa de “rescate” y “liberación”, independientemente de que las mujeres que estén allí ejerzan de manera voluntaria o no, y desatendiendo la complejidad del continuo entre coerción y agencia que subyace al trabajo sexual en distintos contextos (Agustín, 2008). En tercer lugar, la demonización del trabajo sexual a través de metáforas lumínicas se refleja en los discursos del feminismo institucional, mayoritariamente abolicionista, que apelan a la indignidad supuestamente consustancial a la venta de servicios sexuales. Estas narrativas públicas reproducen un discurso que homogeneiza el trabajo sexual (a pesar de su inmensa diversidad) como un acto “oscuro” e inherentemente denigrante para las mujeres, por su propia naturaleza, y no por las condiciones en las que se ejerce (Serra et al., 2021).
Paradójicamente, a pesar del discurso de la “salvación” utilizado por la industria del rescate, toda la retórica basada en la oscuridad utilizada por el discurso dominante (institucional/mediático) sobre las trabajadoras sexuales y vendedores ambulantes en ciudades como Madrid, Lisboa o Roma ha justificado la clandestinización y el aumento de la vulnerabilidad de estos colectivos durante las últimas tres décadas: el discurso público extremadamente beligerante contra este cuerpo de trabajo informalizado reproduce su representación, bien como víctimas que necesitan ser rescatadas, o bien como sujetos que atemorizan y siembran el desorden en la ciudad. En ambos casos, este discurso público desoye las demandas tal y como son explicitadas por los propios colectivos organizados,1 así como de las organizaciones que trabajan en el terreno y en la propia defensa de los derechos humanos.2 Como señalan las voces que apelan a una lectura decolonial de los marcos sobre la informalidad urbana, negar la agencia de estos sujetos informalizados y enmarcarlos exclusivamente en la lógica de objetos que necesitan ser o bien contenidos o rescatados, reifica una lógica victimizante de las poblaciones en los márgenes (Roy y AlSayyad, 2004). Además, estos discursos que no cuentan con la voz de las propias personas afectadas en los márgenes de la normatividad social, mistifican las nociones sobre el “lado oscuro” de estas poblaciones y justifican la política pública que debe “desvelar” y “sacar a la luz” sus condiciones para poder ser ciudadanos de orden.
Por otra parte, llama la atención el desigual interés por las condiciones de alta explotación laboral, informalidad y abuso de otros sectores de empleo en el sur de Europa, como los y las trabajadoras del campo y el empleo del hogar, en los que el perfil migrante, racializado y feminizado suele ser también habitual. Según el relator de las Naciones Unidas, la situación de las personas recolectoras en los campos del sur de España es “peor que un campo de refugiados” (Europa Press, 2020). Por otra parte, buena parte de las trabajadoras del hogar, tanto en España como en Italia, son pobres a pesar de tener extenuantes jornadas de trabajo (OXFAM, 2021), sufren violencias sexuales no reconocidas en el seno de su trabajo (Fondo de Mujeres, 2020) y, según los sindicatos del sector, el propio régimen de “interna” se asemeja al de la “esclavitud moderna” (Newtral, 2023). Estas formas de explotación laboral apenas son invocadas como un asunto de interés público por el discurso dominante, a diferencia del grito desgarrador y constante sobre las formas de “explotación sexual” que viven las mujeres que venden servicios sexuales en base al relato abolicionista. Así, mientras la gobernanza urbana neoliberal – unida al feminismo institucional, de corte abolicionista– llena las calles de carteles que apelan a la incongruencia y falta de ética de quienes consumen servicios sexuales, la ausencia de alusiones al lugar de procedencia de la fruta que comemos o de las condiciones de quienes limpian los hogares de clase media son, como mínimo, infrarrepresentadas (cuando no obviadas) en el relato público.
Desde una lectura crítica, no parece casual este desigual interés y tratamiento público entre diferentes sectores donde se realizan prácticas laborales precarizadas o de supervivencia. La ausencia fáctica de interés público sobre las preocupantes condiciones de las empleadas domésticas o de los trabajadores del campo contrasta con el retrato sobredimensionado y extremadamente mediatizado de la prostitución o el ambulantaje, especialmente en las zonas céntricas, por parte del discurso público en el sur de Europa. Además de la construcción de estigmas que desunen y adoctrinan, como el de “puta”-mala mujer (Sánchez-Perera, 2023), o el desplazamiento de la precariedad y el abuso hacia espacios privados o menos visibles para alimentar las ruedas de la pobreza (Aramayona, 2023), este desigual interés y “doble moral” revela también la fábrica de la gobernanza neoliberal a escala metropolitana. De manera crucial, el paternariado público-privado de los regímenes locales sud-europeos, apoyados por una política nacional y supranacional (europea) favorable, encuentra beneficios simbólicos y económicos en este entramado de gobernanza pública, donde la noche como espacio-tiempo y el relato dominante sobre “lo oscuro” adquiere un papel fundamental, aspectos que analizaremos en el siguiente apartado.
La gobernanza de “lo oscuro”: in/visibilizando la informalidad urbana y el constante desplazamiento de “lo demonizado” como hito de la gobernanza urbana en el sur de Europa
La gobernanza del espacio-tiempo nocturno en las ciudades del sur de Europa está plagada de ambigüedades y contradicciones. En las últimas décadas, ciertas áreas han sido renombradas en una estrategia de marketing urbano como lugares para la comercialización en “zonas de fiesta” para el ocio nocturno. Así ocurre en Roma con la histórica zona del Trastevere, en el centro histórico, donde el barrio se convierte de noche en un lugar de visita masiva para turistas internacionales y locales, con restaurantes, bares y, en general, plazas y calles repletas de visitantes nocturnos. En Madrid, algo parecido ocurre en zonas como La Latina, Huertas, Sol, Chueca o Malasaña (Aramayona et al., 2021). Los procesos de gentrificación nocturna de diversas ciudades del mundo favorecen el desplazamiento de los “cuerpos indeseables” que obstaculizan el rebranding de la zona como un área cool, habitualmente clases populares y la propia subalternidad urbana. A través del acoso policial o de las protestas de viejos y nuevos residentes con aspiraciones de centralidad para sus barrios, las posibilidades de habitar estos espacios por parte de estos perfiles de población “indeseable” se reducen drásticamente (Nofre, 2013; Aramayona & García, 2019). Paradójicamente, mientras los imaginarios que apelan a “lo bizarro”, “lo clandestino” y “lo peligroso” sirven para generar una marca urbana “auténtica” sobre el lugar, los mismos habitantes que fomentaban dicha asociación son desplazados social y espacialmente hacia otras áreas. Sin embargo, aunque muy eficientes, a menudo estos procesos nunca son del todo exitosos: las “áreas nocturnas” que históricamente han sido lugar para actividades en los márgenes se mantienen, con mucha frecuencia, como lugares de peregrinaje cíclico. Dealers, ambulantes, trabajadoras sexuales o personas sin hogar aparecen y reaparecen en zonas de las cuales previamente habían sido expulsados.
La “gobernanza liminal” de la noche (Nofre et al., 2019), atravesada por cierta ambigüedad donde las reglas y normas del control del espacio nocturno se aplican de manera más ambigua e irregular, permite la existencia de cierta tolerancia hacia comportamientos que serían vistos como “desviados” en horario diurno. Esto habilita a que la noche se convierta en un espacio-tiempo sujeto a inmensas restricciones, a la par que a múltiples formas de flexibilidad en su gobernanza, haciendo de la noche un espacio de oportunidad y supervivencia para múltiples actores. Por ejemplo, según la observación de campo, numerosos territorios de la ciudad de Roma que por el día son barrios de residentes y actividad comercial “normalizados”, por la noche se convierten en escenario donde las trabajadoras sexuales de calle aparecen para ofrecer sus servicios. Así, en la ciudad de Roma, parece que en la noche la vigilancia policial es menor (si no ausente), y existe un laissez faire que sería impensable durante el horario diurno. En Madrid, por ejemplo, la flexibilidad y ambigüedad de la gobernanza nocturna se refleja cuando ciertos comportamientos son sancionados o no (e.g., consumir bebidas alcohólicas en el espacio público), decisiones que están sujetas a la arbitrariedad del criterio de las fuerzas de seguridad (Aramayona et al., 2021).
Esto no significa que no exista presión, a menudo vecinal, para que estos perfiles poblacionales sean “expulsados”, bien por la imagen “degradante” que brindan al lugar (Olcuire, 2023), bien por las consecuencias indeseables que generan durante el día –como la aparición de basura, preservativos u otros desechos en zonas públicas–. Cuando esto ocurre, el dispositivo de contención a través de la expulsión de sujetos “indeseables” se activa, a menudo con virulencia: estos cuerpos son literalmente removidos –desplazados– del espacio urbano mediante persecución policial, sanciones económicas o presión vecinal pancarta en mano (Hubbard, 2003; Motterle, 2016; Olcuire, 2023). Aunque los procesos de desplazamiento son difíciles de trazar, diferentes estudios avalan el argumento de que se trata de un desplazamiento ad infinitum: los procesos de gobernanza urbana neoliberales, que entienden la presencia de personas pobres o marginadas en el espacio público de los centros urbanos como un problema, se sostienen en expulsar a estas poblaciones de un territorio a otro sin límite. En el caso de las trabajadoras sexuales de calle, la presión policial o vecinal puntual, en un momento dado, en una zona concreta, desplaza a las trabajadoras hacia zonas cercanas donde la presión es menor (Hubbard y Sanders, 2003; Hubbard, Matthews y Scoular, 2008; Hubbard, 2013) o desplaza su actividad a zonas más opacas, como clubes o pisos de alterne (Villacampa y Torres, 2013; Aramayona, 2023). Se trata de ir moviendo el “problema” de un lado a otro. Con el ambulantaje informal sucede algo parecido: en el caso de Madrid, esto implica mover a los vendedores informales hacia zonas más periféricas (Aramayona, 2019) o incluso fuera de la ciudad, forzándolos a ingresar en sectores de trabajo más precarios e invisibilizados, como el trabajo en el campo.3
Las estrategias de gobernanza urbana de las ciudades del sur de Europa no solo desvelan las geografías morales de dichas ciudades, sino que son operativas para los regímenes de acumulación neoliberal a diferentes escalas. Mientras las trabajadoras sexuales de calle y los vendedores ambulantes informalizados deben escapar permanentemente de la vigilancia policial para evitar ser identificados, sancionados y potencialmente deportados a sus países de origen, existe una persistente falta de vigilancia pública e interés mediático/institucional sobre las condiciones abusivas que sufren ciertos sectores de empleo donde también se producen abusos, como las empleadas domésticas en espacios privados o los trabajadores del campo y la construcción.
El creciente sentimiento anti-inmigración que asola Europa bebe de una retórica neocolonial, que invoca metáforas lumínicas que apelan a un “Otro”, oscuro y asalvajado. La demonización del vínculo oscuridad-migración-subalternidad encuentra en el sur de Europa un campo de cultivo óptimo, dadas las políticas de la Europa Fortaleza que sitúan la frontera sur como muro frente a la entrada de flujos migratorios irregulares. A través de un discurso público que apela a argumentos morales –maquillados de una retórica sociosanitaria o legalista– sobre ciertas actividades consideradas “incívicas”, “indignas” o naturalmente inmorales para la dignidad, se reproducen los circuitos de acumulación del régimen neoliberal urbano en las ciudades del sur de Europa. Este proceso no solo permite reproducir los circuitos de acumulación del régimen neoliberal a escala metropolitana, sino que, a su vez, invisibiliza las condiciones más abusivas que sufren las trabajadoras informalizadas en espacios menos visibles (Aramayona, 2023), así como disciplinar y adoctrinar a la opinión pública sobre la necesidad de glorificar ciertas actividades (empleo doméstico) frente a la demonización de otras (trabajo sexual, vendedores ambulantes).
Como se ha expuesto a lo largo de este trabajo, el discurso público desigual entre los distintos sectores de trabajo informalizado revela las verdaderas geografías morales de las ciudades postindustriales del sur de Europa, y cómo su configuración opera fundamentalmente como un dispositivo para la gobernanza urbana en la región: la inmoralidad y la ilegalidad se enfatizan de manera hiperbólica en el caso de los vendedores ambulantes informales (manteros y lateros) y las trabajadoras del sexo, mientras que hay una evidente falta de interés público en torno a las condiciones experimentadas por las trabajadoras del hogar o los cuidados, o los trabajadores y trabajadoras del campo. La retórica dominante basada en la oscuridad tiende a obviar los debates públicos en torno al empleo doméstico, mientras que sobredimensiona y sobremediatiza la (aparente) existencia moralmente conflictiva de las trabajadoras sexuales y los vendedores ambulantes informalizados, especialmente cuando su actividad se realiza en espacios públicos. Las estrategias públicas de gobierno entran en juego para intervenir –ya sea demonizando o rescatando– sobre ciertos sectores de trabajo informalizado (trabajadoras sexuales y vendedores ambulantes informalizados) mientras ignoran o desatienden la situación que sufren otros (empleadas domésticas, trabajadoras del campo o de la construcción). Sobre la base del relato público (mediático-institucional) dominante, pareciera que solo hay trata y condiciones de explotación laboral en trabajadoras sexuales o en manteros y lateros, y no en los y las trabajadoras del campo, o en las trabajadoras del hogar y cuidados o de hostelería de numerosas ciudades de España e Italia. Esta “doble moral” que desatiende las demandas de ciertos sectores y demoniza su existencia en el relato público, a la par que niega su capacidad de agencia como actores políticos, es profundamente operativa para el mantenimiento del orden y la desigualdad estructural del actual régimen de gobernanza postindustrial. Como denuncian los propios colectivos de trabajadores y trabajadoras autoorganizados en nuevas formas de sindicalismo social y el movimiento migrante pro-derechos (p. ej., Sindicato Otras, Colectivo Prostitutas de Sevilla, Putas Indignadas, Afemtras, 1 de Mayo Intersindical, en España; Movimento Dxs Trabalhadorxs do Sexo en Portugal y Ombre Rosse o MIT, en Italia, etc.), es útil tener un cuerpo de trabajo informalizado, barato y sin derechos, que cubra los huecos de los mermados y convalecientes estados de bienestar sudeuropeos y que fortalezca los circuitos de las economías del placer del sur de Europa.
Como se ha descrito a lo largo de las secciones anteriores, este enfoque institucional ha favorecido el incremento de la vulnerabilidad, clandestinidad y opacidad de este cuerpo de trabajo informalizado, a menudo racializado: las regulaciones a escala local y nacional de las últimas tres décadas no han reducido la presencia de migrantes transnacionales realizando actividades laborales en condiciones de informalidad, solo han desplazado su actividad informalizada a espacios privados o semiprivados (como clubes nocturnos y apartamentos en el caso de las trabajadoras sexuales, y a los hogares de clase media o media-alta en el caso de las empleadas domésticas) o incluso a zonas no urbanas (menos vistas y mediáticas), como es el caso de los manteros y lateros, desplazándose a la actividad informalizada de la recolección de fruta en entornos rurales de España e Italia. El “oscurecimiento” de un cuerpo de trabajo informalizado durante las últimas tres décadas ha reificado las geografías morales de las ciudades postindustriales sudeuropeas: una mano de obra informalizada compuesta en su mayoría por personas migrantes transnacionales (a menudo “sin papeles”) sigue realizando actividades laborales demandadas por la sociedad española, aunque en espacios y tiempos menos visibles y más “oscuros”, exponiéndoles a un mayor riesgo de sufrir diversas formas de abuso.
Este proceso de “oscurecimiento”, clave en la gobernanza urbana de las ciudades del sur de Europa, es profundamente operativo para los procesos de acumulación neoliberal a escala local, así como para el fortalecimiento de unas desiguales “geografías del placer” a una mayor escala. El aumento de los procesos de gentrificación y turistificación nocturna, especialmente evidenciados en las ciudades sudeuropeas a partir de los años 2000, y particularmente a partir de la crisis de 2008, ha supuesto el incremento de los “efectos exclusionarios” (Hadfield, 2015) para las capas sociales menos privilegiadas. De esta forma, la expansión de la industria formal de la noche y del placer nocturno para los actores más privilegiados (turistas y visitantes locales e internacionales, nuevos residentes de clases medias y medias-altas) se sostiene, entre otras cosas, sobre la precariedad y el no reconocimiento de derechos de trabajadores y trabajadoras mal pagadas o desarrollando tareas en condiciones de informalidad (p. ej., empleadas del hogar, trabajadoras sexuales o ambulantes). Junto con el apuntalamiento de viejos y nuevos estigmas sobre “lo oscuro”, lo pecaminoso, indecente u obsceno, así como el miedo al “otro” (en la actualidad, un “otro” habitualmente migrante o racializado), el desplazamiento y la expulsión de ciertas actividades y actores nocturnos hacia espacios invisibilizados u opacos, así como la hipermediatización de su persecución en momentos puntuales, aparece como una dimensión central en estos procesos de revalorización y acumulación capitalista en las ciudades sudeuropeas. No obstante, como este trabajo ha tratado de argumentar, también existen numerosas resistencias: los procesos de desplazamiento no son “ad infinitum”, y una suerte de memoria urbana llama a reconquistar, consciente o inconscientemente, espacios “perdidos” o donde los procesos de expulsión han sido intensos, incluso en áreas centrales. Así, mientras que los gobiernos municipales despliegan con virulencia y de manera cíclica los dispositivos de contención y expulsión a través de sanciones, persecución y hostigamiento policial a trabajadoras sexuales o ambulantes callejeros, estos actores siguen habitando y haciendo uso de dichos espacios. Como dijo una trabajadora sexual de calle en el Polígono de Villaverde de Madrid, zona asediada por la persecución y el hostigamiento policial: “yo me quedo aquí, no me muevo, por no dejarles ganar la batalla”.4
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Begoña Aramayona / b.aramayona@fsof.uned.ed
Doctora Internacional en Psicología Social (Universidad Autónoma de Madrid, 2019), cuenta con un recorrido posdoctoral variado geográfica e interdisciplinarmente (UPF, Barcelona, 2020; CICS.NOVA Lisboa, 2021; University of Sheffield, 2022). Actualmente desarrolla su actividad como investigadora Atracción Talento “Cesar Nombela” de la Comunidad de Madrid en el Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED.
1. Como el Sindicato de Manteros, Sindicato de Trabajadoras Sexuales OTRAS, Colectivo de Prostitutas de Sevilla, Putxs Indignadas, Putas del Raval o Fulgor, en España; Ombre Rosse o SWIPE en Italia; Movimento Dxs Trabajalhadorxs do Sexo en Portugal, entre otros.
2. Comité de Apoyo a Trabajadoras Sexuales (CATS), In Genero y Amnistía Internacional, entre otras.
3. Entrevista con técnico especializado en migración, 2023.
4. Entrevista realizada en diciembre de 2023.