Un diálogo en torno a La Violencia en el Espacio (entrevista con Carlos Salamanca)
Santiago Urrutia Reveco
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Geografía “Romualdo Ardissone”. Buenos Aires, Argentina.
CONICET. Buenos Aires, Argentina.
Recibido: 19 de septiembre de 2022. Aceptado: 4 de octubre de 2022.
La Violencia en el Espacio nos interpela de diversas maneras. ¿Puede estar en el origen de nuestros espacios de vida contemporáneos la violencia desplegada por regímenes dictatoriales? ¿Será entonces que algunos de nuestros espacios cotidianos constituyen hoy dispositivos que proyectan y prolongan las políticas y los discursos de gobiernos autoritarios de distinto tipo, para el caso, la última dictadura cívico-militar argentina? ¿Cómo opera (y qué lugar le cabe a) la memoria en estos casos?
Una cosa es comprender que el espacio es una realidad dinámica, histórica y social. Otra aparentemente distinta es que la violencia tiene, respecto de este, una potencia transformadora y, en último término, creadora. Para Henri Lefebvre (1974), la reproducción de las relaciones sociales de producción, sostenidas a través de ciertas prácticas de la vida cotidiana pero también en y a través del espacio, implicaban “a pesar de todo, un uso perpetuo de la violencia” (Lefebvre, 1974: 223). Es por ello que, tal como afirman Carlos Salamanca y Pamela Colombo,1 coordinadores de la muestra museográfica y plataforma de investigación colaborativa, las violencias más persistentes de nuestras ciudades y territorios tienden a ser muchas veces (y de manera paradójica) las menos visibles (Salamanca y Colombo, 2019).
En efecto, La Violencia en el Espacio invita a pensar sobre aquella multiplicidad de formas y trayectorias de violencia en contextos autoritarios, que no se expresan a través de la represión física y coercitiva ya que, postula, resulta imposible someter a toda la sociedad con el monopolio de la violencia. Por ello se centra en otras formas de violencia que fueron ejercidas por los aparatos de estado junto con los discursos modernizantes y de reconstrucción o reorganización nacional. En el fondo, las dictaduras y regímenes autoritarios latinoamericanos han compartido históricamente el propósito de producir nuevos órdenes socio-espaciales. Nuevos órdenes escritos, para retomar la imagen de Marx, “con trazos de sangre y fuego” (Marx, 2009:894).
La exposición, alojada en el Edificio de Familiares del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex Esma) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2021-2022), consta de cinco módulos que proponen un recorrido por el espacio de la muestra a través de distintos ejes temáticos como son “diseño y construcción a gran escala”, “espacios de expulsión”, “espacios de vida”, “espacios de esparcimiento” y “ecologismo y naturaleza”. Cada módulo revela y analiza críticamente una dimensión o impronta del experimento socio-espacial autoritario, componiendo una puesta en escena que al tiempo que juega con lo visible y lo invisible (presencias y ausencias) también alude a un violento y forzado proceso de fragmentación o tabicado de las diversas dimensiones de la vida social (Figuras 1 y 2). De nuevo: no son las infraestructuras, los monumentos o edificaciones lo que invita a ver La Violencia en el Espacio, sino una de las tantas formas en que gobernar conlleva una violencia que atraviesa y produce de extremo a extremo el campo social. No es que haya existido, por un lado, un gobierno basado en la violencia y, por otro lado, un gobierno modernizante y productivo, sino, tal como expresa el texto curatorial de la muestra, un solo régimen “que hizo del espacio el medio y el lugar para crear de manera autoritaria una nueva sociedad”.
En ese sentido, resulta sumamente significativo que la muestra se encuentre alojada en uno de los espacios reapropiados por actores estatales y no estatales más emblemáticos del país. Entendemos que el Espacio Memoria y Derechos Humanos, como todo lugar de memoria, no surge espontáneamente, sino que se construye política y socialmente. De esta manera, creemos que la exposición de La Violencia en el Espacio en la ex Esma torna todavía más interesante la búsqueda de vínculos y convergencias existentes entre estas distintas formas de espacializar la memoria y repolitizar el espacio.
En esta conversación junto con Carlos Salamanca, uno de los creadores y coordinadores de La Violencia en el Espacio, exploraremos algunos aspectos vinculados a la exposición, así como también algunos enfoques y conceptos para pensar críticamente los cruces entre violencia, memoria y espacio. Carlos es arquitecto y doctor en antropología por la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia. Ha sido becario UNESCO-Keizo Obucchi y becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET, Argentina), institución donde actualmente se desempeña como Investigador Independiente con sede en el Instituto de Geografía “Romualdo Ardissone” de la Universidad de Buenos Aires. Se especializa en el trabajo interdisciplinario en torno al espacio como problema epistemológico y político. Asimismo, tiene experiencia de más de 15 años de trabajo antropológico con pueblos indígenas en Argentina, Colombia y Guatemala. Ha sido profesor invitado e investigador huésped en universidades nacionales y centros de investigación en Alemania, Argentina, Colombia, Francia, México y Serbia. Desde 2014 dirige el Programa Interdisciplinario “Espacios, Políticas, Sociedades” en la Universidad Nacional de Rosario y, a partir del 2018, es co-coordinador de la muestra y plataforma La Violencia en el Espacio.
Figura 1. Muestra La Violencia en el Espacio. Fuente: Carlos Salamanca.
Figura 2. Muestra La Violencia en el Espacio. Fuente: Santiago Urrutia.
Santiago Urrutia Reveco (SUR): Si bien no son dos instancias excluyentes, podemos decir que vinculado a La Violencia en el Espacio está, por un lado, la muestra museográfica que se encuentra actualmente en el Edificio Familiares de la ex Esma y, por otro, una plataforma de investigación, intervención y reflexión colaborativa en la que participan investigadorxs, artistas y activistas.2 En ese sentido, quería pedirte que nos contaras un poco más en detalle en qué consiste cada instancia y cuáles son sus líneas de convergencia.
Carlos Salamanca (CS): Efectivamente se trata de dos instancias más bien complementarias. La muestra sobre las políticas urbanas y territoriales de la última dictadura cívico-militar en Argentina es una exposición inaugurada el año 2018 en la ciudad de Rosario y es el resultado de un trabajo colaborativo que iniciamos en 2016 con Pamela Colombo. Esa exposición, en principio itinerante, tenía entre sus antecedentes una serie de discusiones y problematizaciones que cada uno había realizado de manera individual a partir de sus propios campos y terrenos de indagación. Y tenía también un campo teórico común que se alimentaba de las discusiones promovidas por el llamado giro espacial y la geografía crítica, que nos convocaban a pensar el espacio de una manera relacional, política e histórica, prestando especial atención a la manera en que se expresan los conflictos y las tensiones en el espacio y a través del espacio.
Desde el inicio, con Colombo y otros colegas nos unía un interés académico por pensar la violencia desde su dimensión productiva o creadora (una idea que ha sido explorada por distintos autores como Marx, Benjamin, Sorel, Berman). Esta noción permite, pero a la vez exige, una mirada particular acerca del terrorismo de estado en Argentina. Pero también fue, y esto quiero subrayarlo, desde nuestras experiencias empíricas y nuestras investigaciones de campo, que identificamos esa otra dimensión de la violencia ausente en las grandes narrativas que se había producido en el país contra el terrorismo de estado y que a su vez dejaban de lado algunos aspectos que era necesario abordar, pensar, sistematizar y problematizar de manera transversal.
A partir de los casos empíricos, pero sin limitarnos a ellos, nos propusimos dilucidar de qué manera la última dictadura cívico-militar se propuso –de maneras naturalmente diversas, cambiantes, heterogéneas, pero también consistentes y sistemáticas–, recrear, replantear y reformular relaciones sociales, políticas, económicas entre distintos sectores de la sociedad. Reunir distinto tipo de políticas de reformulación de las relaciones sociales a través de la transformación de los usos del espacio en numerosas regiones del país, nos permitió dar cuenta de prácticas de segregación, de expulsión, de concentración de población, pero también de recreación y reformulación del pasado y del patrimonio y la cultura nacionales, de los lenguajes acerca de la naturaleza, de las gramáticas de lo ambiental, de lo sano, de lo puro…en fin, de la sociedad misma. En ese proceso colectivo e inductivo de aproximación a algunos rasgos de esa imaginación geográfica de lo nacional, compartíamos una apuesta teórica pero también política de impulsar debates y preguntas, para decirlo en términos argentinos, federales y no solamente desde y hacia las ciudades más grandes del país. Nuestro proyecto tiene en su origen, de hecho, una impronta fuertemente regional y ligada a zonas de frontera o zonas de colonización en donde las narrativas acerca de la violencia del pasado reciente se cruzan con alteridades socioterritoriales, relaciones coloniales y políticas de la naturaleza.
En ese sentido, inaugurar en Rosario tenía, digamos, una intencionalidad que era hablar sobre esta cuestión desde un lugar que no fuera Buenos Aires. De hecho, en el 2019, cuando viene la pandemia, la exposición tenía todo un periplo ya armado en la Patagonia que nos iba a ayudar a seguir construyendo este mapa de iniciativas dictatoriales. Esa condición de itinerancia reposaba sobre la idea de un conocimiento que se va construyendo poco a poco y de manera procesual. Es decir, que la exposición sea presentada en Bariloche o en Resistencia establece un contexto de enunciación, de acción y de discusión para las memorias del pasado en distintos contextos. Así, la exposición deviene también un dispositivo que permite trabajar la memoria, que activa la memoria de maneras situadas.
En este sentido, no es azaroso que haya sido el mismo espacio el que haya dado lugar a la emergencia de lo que hemos denominado “plataforma” en el 2019. En el contexto de las restricciones impuestas por la pandemia a la muestra itinerante, hicimos un acuerdo con Familiares (de detenidos, desaparecidos por razones políticas), uno de los organismos emblemáticos que luchan por la memoria, la verdad y la justicia del pasado reciente en Argentina, para utilizar una sala que se encuentra actualmente en uno de los edificios que existen en la ex Esma. Nuestra llegada e instalación en ese espacio dio lugar a una situación más bien paradójica que consistía en pensarnos desde el centro clandestino más grande de la Argentina para debatir y promover las discusiones sobre otro tipo de violencias. La muestra devino así plataforma desde donde avanzar en un trabajo académico, pero también político en el sentido de revisitar la memoria del pasado desde nuevos ángulos para pensar también nuevas formas de justicia, nuevas formas de verdad acerca de las condiciones de posibilidad que dieron lugar a algunas de las formas actuales de vida y existencia en la Argentina.
SUR: Respecto a esto último, me gustaría que pudiéramos profundizar sobre lo que en otra ocasión has llamado la “dimensión material de las prácticas de memoria” porque creo que puede haber allí un vínculo posible entre la muestra y la plataforma.
CS: En términos individuales, la dimensión material de las prácticas de memoria es el resultado de una investigación en donde trabajo los cruces entre memoria, violencia y espacio tratando de ver de qué manera la violencia destruye y construye nuevas relaciones sociales en el espacio y a través del espacio. Esto era particularmente evidente en países como Colombia, donde se crean nuevas zonas de producción agrícola, nuevas zonas aptas para el extractivismo de manera posterior y articulada al desplazamiento violento de la población. En diferentes ciudades, la violencia también permitió y estimuló ciertos procesos urbanos y regionales de reapropiación de determinadas tierras o territorios por parte de élites regionales, de empresarios, de bandas delincuenciales. Es decir, en Colombia es muy claro, y hace parte de la discusión pública, que la violencia produce y genera nuevas relaciones sociales.
En Argentina, esta situación también se hizo visible en mi trabajo con comunidades indígenas Qom y Pilagá del Chaco argentino y sus territorios y en sus experiencias históricas y de cara a un gobierno autoritario interesado, ya no en la desaparición a gran escala de los pueblos indígenas, sino más bien en la producción deliberada de nuevas formas de identidad, de unas formas de subjetividad política que pasaran por su condición católica, por la producción agrícola, por formas de organización acordes a principios y lógicas coloniales y, a su vez, una geografía acorde a la construcción de ese nuevo Chaco. Y mientras los indios eran impulsados a ese periplo, el casillero de la barbarie quedaba libre para ubicar allí a “los extremistas”, un enroque espejado al dibujado por Viñas cuando habló de los indígenas de la conquista del desierto como los primeros desaparecidos. Las dimensiones materiales de la memoria son procesos que están enclavados en el espacio, dejan huellas en el espacio, pero también siguen existiendo en el espacio, siguen estando presentes. Es un pasado que se hace presente, condicionándolo, estableciendo normas, sentidos comunes, institucionalizaciones, formas y hábitos estatales, pero también experiencia histórica, sentido de lo popular, espíritu de resistencia.
SUR: Si bien tanto los denominados lugares o sitios de memoria como la violencia en el espacio hacen alusión a dimensiones espaciales de la violencia, lo hacen desde aproximaciones teórico-prácticas y metodológicas distintas. En ese sentido, ¿nos podrías hablar un poco sobre las similitudes y diferencias existentes entre las trayectorias trazadas por los lugares de memoria y la violencia en el espacio?
CS: La idea de los lugares de memoria y, finalmente, la definición canónica propuesta por Nora,3 fue un aporte de gran importancia al proponer análisis que articulaban, entre otros, la dimensión colectiva, el marco nacional y la preeminencia contemporánea del presente. En una apertura similar, la violencia en el espacio habla de una noción de territorio y de espacio más amplia que incorpora el patrimonio, la cultura, los medios de comunicación, las mediaciones y las gramáticas con las cuales se construye cierta identidad nacional, ciertas alteridades, porque esas son lógicas y formas de territorialización del Estado en el sentido de lo propuesto por los antropólogos Ferguson y Gupta. Me refiero a cuestiones como la cartografía. Cuando se producen mapas, con aquello que ocultan y ponen en escena, se están impulsando y consolidando procesos de imaginación o producción de nuevos ciudadanos, de nuevas formas de ciudadanía. La sociedad argentina da muestras una y otra vez de que la violencia clandestina interpela a toda la sociedad. Y en ese mismo camino nos situamos como herederos de una tradición, identificando otras formas de violencia socioespacial contra los pueblos indígenas, contra las comunidades campesinas, contra los sectores populares de las ciudades y contra las mismas clases medias que fueron ejercidas en otros términos y de otras formas distintas a la muerte, la tortura y la desaparición y que, por lo tanto, sobrepasan los lugares de violencia clandestina como sitios privilegiados de memoria para llevarnos a las plazas, las calles, los territorios, los lenguajes, la cultura política, aquello que puede ser imaginado, dicho (Figura 3).
Figura 3. Muestra La Violencia en el Espacio. Fuente: Carlos Salamanca.
SUR: Con relación a lo anterior, en el marco de la violencia en el espacio una de las propuestas fundamentales sería reconocer el rol que juega el espacio en las violencias desplegadas por los regímenes autoritarios comprendiéndolo ya no como el lugar en el que ocurren las cosas sino como un factor activo y fundamental para comprender las prácticas autoritarias. Es decir, ya no sería tanto una violencia ejercida sobre un espacio comprendido como superficie separada de las prácticas y relaciones que lo producen, sino una multiplicidad de trayectorias y formas de violencia que son proyectadas y prolongadas por un espacio entendido como agente activo. En ese sentido, ¿por qué la violencia en el espacio?, ¿sería posible pensar también una violencia del espacio o a través del espacio?
CS: Esa discusión la tuvimos a la hora de pensar el nombre de la exposición. Decir “la violencia a través del espacio” creímos que iba a generar cierta dificultad en el público amplio al que queríamos dirigirnos con esta nueva propuesta de abordar el terrorismo de estado. Frente a esta dificultad, optamos por utilizar la formulación más básica de “la violencia en el espacio” y desarrollar en la presentación de la exposición y en las secciones propuestas una idea más compleja acerca del rol activo que cumple el espacio en el ejercicio y las prácticas de la violencia.
Distintos trabajos enmarcados dentro de la teoría espacial crítica (Lefebvre, Harvey, Massey, Sassen), con la cual la plataforma dialoga, muestran que la denominada “destrucción creadora” del capital parece ser una cuestión insoslayable a la hora de comprender los procesos contemporáneos de producción del espacio. En ese sentido, ¿existe un motivo y cuál es por el que la plataforma ha centrado su análisis en las violencias espaciales operadas particularmente bajo regímenes autoritarios?, ¿creés que sería posible extender esta perspectiva teórica-metodológica hacia otros ámbitos temáticos (e.g. las “zonas de sacrificio” del neoextractivismo, los nuevos “cercamientos” a los bienes comunes o los procesos de “acumulación por desposesión”)?
En lo personal, creo que se ha tratado de una inconsciente decisión estratégica. Durante casi dos décadas he sido testigo de la consistencia, de la enorme solidez de la frontera que impide narrar las violencias contra los pueblos indígenas en este país en unos términos que habiliten la justicia, la reparación, la verdad, y que no dejen a los indígenas contemporáneos en el lugar de víctimas sufrientes o en el de oportunistas y falsos herederos de sociedades con las que ya no hay cuentas por saldar como consecuencia de la eficacia genocida del proceso de construcción nacional. Más bien, una y otra vez vuelve el mito del desierto, del salvaje, del malón amenazante para impugnar sus justas demandas de restitución, de reparación, de la suspensión definitiva de las históricas relaciones coloniales que les imponen el Estado y la sociedad. Por eso Napalpí constituyó un hito de gran importancia, por la dimensión pública que adquirió ese enorme ejercicio de memoria colectiva. La memoria sobre el pasado reciente en Argentina es un campo extremadamente fértil. Apelar a determinados contextos históricos como los dictatoriales hace audibles distintos reclamos. Por supuesto que la violencia en el espacio no es monopolio de las dictaduras, del mismo modo que el estado no es su único promotor. El colonialismo, pero también el neoliberalismo en cuyo marco y desarrollo estados y empresas (legales e ilegales) llevan a cabo, entre otros, la muerte y destrucción a gran escala de la naturaleza y de poblaciones enteras, son ejemplos elocuentes. Después de varios años de trabajo, creo que la hipótesis inicial ha sido demostrada y queda por intentar aportar al debate sobre las formas actuales de producción, acumulación económica y de deliberación política.
SUR: Relacionado con lo anterior, creo que se pueden trazar vínculos profundos (pero no siempre identificables) entre la violencia en el espacio y el tiempo presente. En ese sentido, tal vez podríamos pensar en el rol que juegan algunas infraestructuras y su materialidad en la prolongación de la violencia del pasado reciente en nuestro presente. Pero al mismo tiempo, hay otra dimensión muy interesante que has comentado en algunas instancias que es “lo espectral”, como algo que no es del orden de lo tangible pero que de todas maneras opera como una fuerza que trae esas violencias al presente y nuestras vidas cotidianas. Por una parte, me gustaría pedirte si podés profundizar un poco más en ese concepto o dimensión “espectral”. Por otra parte, quería preguntarte si, desde tu perspectiva, materialidad y espectralidad funcionan de manera conjunta o separada en estas persistencias del pasado en el presente.
CS: Se ha hablado de la dictadura cívico-militar argentina como un proceso de producción a gran escala de espectros. Retomando la formulación, podemos pensar la violencia en el espacio como un proceso de producción a gran escala de escombros. Como resultado de una destrucción creativa a gran escala, a través de esos escombros, o por su intermedio, otra sociedad intentó ser construida. Esos escombros son la evidencia y materialidad de una destrucción ilegítima, autoritaria y violenta a condición de que conserven su memoria, su historicidad. Jugando con la formulación, todo lo sólido no desaparece, sino que perdura en el aire y su memoria está ahí esperando ser evocada. Despojado de ella, el escombro es la piedra. La metáfora no es gratuita y alude, por ejemplo, al centro cívico que se quería construir sobre toneladas de escombros que se emplazaron a las orillas del Río de la Plata en Buenos Aires, en el lugar que hoy existe la reserva ecológica. Los escombros de cientos de viviendas de lugares de vida de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires destruidos iban a ser las bases de la construcción de un nuevo centro cívico imaginado por la dictadura cívico-militar en una elocuente arquitectura de poder sobre destrucción. Hoy en día, escombro y espectro se manifiestan en nuestros presentes de manera desarticulada. Aunque no del todo. Existe toda una mitología que ronda en nuestro campo de trabajo y análisis y que emerge en referencias circunstanciales; me refiero a la memoria del origen espurio de algunas obras de infraestructura construidas en ese contexto dictatorial. Es el caso de algunos estadios construidos para el mundial de 1978, acerca de los cuales se dice que hay cuerpos de detenidos-desaparecidos en sus cimientos. Como con el mito, la cuestión no es comprobar la veracidad de este tipo de sentencias; su mera formulación es ya una evidencia de la presencia activa y articulada de escombros y espectros en la memoria de los espacios que habitamos. Sin duda, ese vínculo es algo sobre lo que habría que seguir indagando.
SUR: Por último, para terminar, ¿qué se viene para la muestra y la plataforma? ¿qué proyectos existen?
CS: En el horizonte más inmediato de la plataforma proyectamos nuestro trabajo en dos niveles. El primer nivel tiene que ver con el desarrollo de la temática en diálogo con otros contextos latinoamericanos y en particular con el chileno y con el colombiano. Con Chile estamos trabajando de manera colectiva en la elaboración de una muestra en el marco de la conmemoración del 50 aniversario del golpe de Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende. Esa muestra recupera no solo las políticas dictatoriales a través de las cuales la dictadura de Pinochet transformó profundamente la sociedad chilena, sino también las formas de producción del espacio impulsadas por el gobierno popular de Salvador Allende y que de alguna forma fueron impugnadas, reprimidas y canceladas por la acción dictatorial. Pensar la violencia en el espacio en un contexto latinoamericano implica asumir que cada país tiene una cultura política y que sus estados tienen distintos procesos de constitución, distintos contornos, distintas formas de territorializarse. Desde este punto de vista, si el diálogo o la comparación entre Argentina y Chile estaba más o menos permitida por unas formas similares, por unos estados igualmente fuertes, en otros contextos se presentan nuevas dificultades. Es el caso del contexto colombiano en donde, por ejemplo, históricamente el estado no ha logrado hacer y tener una presencia permanente en todas las regiones del país, donde el estado es solo uno más de los distintos y numerosos actores que ejercen violencia en el espacio y a través del espacio. Atendiendo a esta complejidad y después de numerosos debates aún abiertos con colegas y grupos de investigación colombianos, hemos empezado a trabajar en torno a las prácticas de violencia implicadas bajo el fenómeno del paramilitarismo (segundo nivel). Todo un desafío que nos implica reflexionar acerca de qué es el estado, cuáles son las fronteras entre lo ilegal y lo legal, cuál es el rol de las empresas y de los actores privados, pero también de las fuerzas militares con respecto a la porosidad de estas fronteras que separan lo visible de lo invisible, las violencias legítimas de las ilegítimas y la violencia en el espacio frente a un monopolio de la fuerza del estado tantas veces proclamado y pocas veces cumplido en un contexto como el colombiano.
»Colombo, P. y Salamanca, C. (2018). Violencias de Estado, violencias de espacio. Políticas de reconfiguración territorial y urbana en América Latina. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, 5(9), 6-13.
»Lefebvre, H. (1974). La producción del espacio. Papers: revista de sociología, 3, 219-229.
»Marx, K. (2009). El capital. Crítica de la economía política. Tomo I. Libro primero. Vol.3. México D.F: Siglo XXI.
»Salamanca, C. y Colombo, P. (2018). Derivas de la desposesión espacial: las villas en el centro de las políticas autoritarias. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, 5(10), 6-15.
»Salamanca, C. y Colombo, P. (2019). La violencia en el espacio. Políticas urbanas y territoriales durante la dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983). Rosario: UNR.
Santiago Urrutia Reveco / surrutiareveco@gmail.com
Licenciado y Magíster en Historia por la Universidad de Chile. Diplomado en Estética y Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Geografía por la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Instituto de Geografía “Romualdo Ardissone” de la Universidad de Buenos Aires y del Grupo de Estudio Cultura, Naturaleza y Territorio con sede en el mismo instituto. Sus líneas de investigación son la historia social del espacio, el estudio de las movilidades y la infraestructura.
1 Pamela Colombo es socióloga (UBA), investigadora y docente del Departamento de Sociología de la Universidad de Laval (Canadá). Sus trabajos abordan, entre otras cuestiones, las relaciones entre espacio, violencia y política durante la última dictadura cívico-militar argentina.
2 La muestra permanente La Violencia en el Espacio se encuentra abierta al público en el Edificio Familiares (1er piso) de la ex Esma (Av. Libertador 8151, Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Algunos textos de referencia publicados en el marco de la plataforma son Colombo y Salamanca (2018); Salamanca y Colombo (2018 y 2019).
3 Pierre Nora es un historiador francés reconocido en el ámbito de los estudios de la memoria, entre otras cuestiones, por su conceptualización sobre la memoria histórica y su obra en tres tomos Los lugares de la memoria.