Between the native and the exotic: first archaeobotanical evidence for the colonial city of Ibatín (Tucumán, Argentina)
El presente trabajo forma parte de una investigación doctoral que busca comprender los usos del espacio colonial en el sitio arqueológico de Ibatín (Borsella, 2022). La expansión española hacia el actual Noroeste argentino comenzó en 1542 cuando Diego de Rojas obtuvo los permisos, por parte de Cristóbal Vaca de Castro, para buscar una ruta que uniera Perú con La Plata, considerando abrir caminos por el selvático Tucma1 (Piossek Prebisch, 2008). Hacia mediados del siglo XVI se fundaron en la región varias ciudades que no subsistieron más de uno o dos años -por ejemplo: Barco I fundada por Juan Núñez de Prado o “Cañete” fundada por Juan Pérez de Zurita- (Piossek Prebisch, 2005) mientras que la primera y única ciudad que perduró hasta el presente fue Santiago del Estero, fundada en 1553. Desde ésta partieron diversas expediciones dando como resultado la fundación de Londres de la Nueva Inglaterra (1558), Talavera de Esteco (1567) y San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión (1565), entre otras. San Miguel, en el sitio de Ibatín, se emplazó en la ecorregión de yungas y su misión era controlar la región montañosa que comunicaba Tucumán con Chile y Perú y, principalmente, defender a Santiago del Estero de las posibles incursiones de los pueblos nativos. Ibatín funcionó entre 1565 y 1685 como lugar de paso y aprovisionamiento para los viajeros y durante sus últimos años de vida sufrió las consecuencias del Gran Alzamiento indígena, el cambio del camino comercial que unía La Plata con Perú y la gran inundación de 1678 que obligó a modificar la ubicación de las viviendas; todo esto, sumado a sus malas condiciones edilicias, desencadenó el traslado de la ciudad hacia el sitio La Toma en 1685. Se reconoce que el ingreso de los conquistadores españoles al continente significó la unión del mundo occidental y el mundo nuevo; significó un proceso de transculturación y mestizaje étnico y cultural (Domínguez Morante, 2004-2007) que a través de diversos mecanismos de dominación produjo cambios sociales, lingüísticos y simbólicos irreversibles para los grupos nativos (Domínguez Morante, 2004-2007). Los paisajes también sufrieron el impacto de la conquista ya que las huestes españolas se trasladaban con diferentes tipos de artículos, animales y plantas “importadas de occidente” que constituían, según Alfred Crosby, una biota portátil (Melville, 1999) cuyo éxito biológico se debió a la variedad de especies traídas, al número de ejemplares y a la buena y rápida adaptación a los ambientes subtropicales de América. La instalación, en cada región, de nuevas formas de producir objetos, obrajes o carpinterías para carretas, por ejemplo, propiciaron modificaciones en las formas de gestionar los recursos nativos -entre otros de algarrobos- ya que la recolección de frutos silvestres y el empleo de las maderas, como combustible y materia prima para techumbres o enseres domésticos, fue reemplazada por principios extractivistas (Noli, 2001). Fue en este contexto cambiante, desde el punto de vista ambiental y socioeconómico, que se fundó y habitó Ibatín.
El sitio ha sido el foco de diferentes intervenciones arqueológicas, Gramajo (1976) se centró en la identificación de los edificios públicos mediante excavaciones en el centro de la ciudad, Eugenio (2002) intervino en el Cabildo, la Iglesia de la Merced y la Iglesia San Francisco mientras que Rivet (2008) estudió un contexto doméstico emplazado a 10 m de la plaza principal -sobre la línea municipal-, estimando que se trataba de un solar perteneciente a un español; esta situación fue aclarada posteriormente por Borsella y Monti (2022) mediante la revisión de documentos coloniales detectando que dicha vivienda había pertenecido a Pedro González de Tapia. Borsella (2022) continuó con las excavaciones arqueológicas en el sector Norte y Sur de la ciudad a fin de analizar su estructuración urbana, en tanto que los abordajes enfocados en la relación de la ciudad con su ambiente fueron llevados adelante por Monti et al. (2015) y permitieron comprender el impacto de factores naturales como algunos de los causales de su traslado.
En la última década, el interés por este sitio reactivó otras investigaciones debido a un vacío de información sobre el vínculo de sus habitantes y las plantas. Borsella y Aguirre (2015) presentaron una primera aproximación a los recursos faunísticos y florísticos mencionados para la ciudad a través de la revisión de fuentes documentales. Luego, en 2018, las autoras profundizaron el tema detectando que durante el funcionamiento de la ciudad, los documentos coloniales mencionan la presencia de flora exótica -como ser naranjos, durazneros, viñedos, higueras, árboles frutales, sandías, trigo, legumbres y cebada- ubicada en las huertas de los hogares y en chacras extensas. A su vez, especies nativas como maíz, algodón, tabaco, añil, cebil, nogal, tipa, sauce y algarrobo también son referidas (Borsella y Aguirre, 2018). Por otro lado, se estudiaron adobes y tejas identificando de manera cualitativa microrrestos vegetales, correspondientes a las subfamilias Pooideae, Bambusoideae, Danthonioideae y Panicoidae, extraídos del primero. En tanto que el segundo tipo de artefactos contenía formas globulares menores a 20 μm asociadas a plantas leñosas como Salix humboldtiana (sauce criollo), Neltuma sp (algarrobo) y Anadenanthera colubrina (cebil) (Borsella, 2022). Los datos documentales y particularmente los referidos a microrrestos vegetales muestran la variedad de plantas empleadas y disponibles en el entorno de Ibatín. En este contexto, el presente estudio pretende contribuir al conocimiento general sobre la gestión de los recursos vegetales durante el funcionamiento de la ciudad de Ibatín -siglos XVI y XVII- a partir del estudio de una vivienda española. Se optó por un enfoque arqueobotánico que integra evidencias vegetales de diferentes escalas -macro y microrrestos- y contextos de procedencia. Se recurrió al concepto de gestión ya que este es descriptivo y ordena el espacio, el tiempo y la secuencia de producción, consumo y generación de residuos vegetales; abordar la gestión implica una aproximación a los modos de actuación históricos de un grupo humano sobre las plantas presentes en un determinado ambiente (Piqué i Huerta, 1999). La implementación de estudios arqueobotánicos integrales en un contexto colonial viene a complementar la información obtenida del barrido documental para el sitio (Borsella y Aguirre, 2015 y 2018). La información editada conlleva una serie de elementos vinculados con quien escribe, para qué escribe y para quién escribe (Nacuzzi y Lucaioli, 2011); en el caso de los textos coloniales, estos corresponden casi exclusivamente a la voz de los españoles mientras que el estudio de los vestigios arqueológicos podría guiar hacia la identificación y conocimiento de otros habitantes de la ciudad -esclavos africanos, indígenas-, en específico, así la arqueobotánica colonial se configuraría como una vía de acercamiento hacia aquellos actores invisibilizados en los textos escritos pero que mediante sus gestos técnicos, la selección y el uso de variado recursos, podrían ser reconocidos.
El sitio arqueológico de Ibatín se encuentra ubicado en el piedemonte oriental de las Sierras Aconquija, dentro de la ecorregión de las selvas de Yungas (Figura 1). El clima es subtropical con estación seca, alcanzando temperaturas medias que oscilan entre 18° a 20°, con precipitaciones anuales entre 800-1000 mm, principalmente en los periodos cálidos de noviembre a marzo (Brown et al., 1993).
La región presenta una dinámica fluvial importante por la presencia del río Pueblo Viejo, el cual corre en dirección SO-NE. Nace en las Sierras del Aconquija y Sierras Centrales de Tucumán y, en épocas de grandes crecidas, se une al arroyo el Tejar (Georgieff y Moyano, 2002). Los suelos presentan una clara horizontalización, con pH neutro a ligeramente ácido, enriquecidos en carbono orgánico y texturas franco arcillosas (Puchulu y Fernández, 2014)
En lo que respecta a la vegetación, representa el área de contacto-transición, entre las comunidades chaqueñas y la selva. Las especies típicas de ambos ambientes son el roble salteño (Amburana cearensis), cedro orán (Cedrela angustifolia), cedro coya (Cedrela lilloi), petiribí (Cordia tricotoma), nogal (Juglans australis), palo jabón (Colletia spinosissima), timbó (Enterolobium contortisiluquum), sauce criollo (Salix humboldtiana), viraró (Pterogyne nitens), cebil (Anadenanthera colubrina), pacará (Enterolobium contortisiliquum), horco molle (Blepharocalyx salicifolium), palo borracho (Ceiba insignis), pacará (Enterolobium contortisiliquum) y tarco (Jacaranda mimosifolia) (Lomáscolo et al., 2014). Destaca también un sotobosque dominado por el helecho (Pteris deflexa) siendo muy frecuente la identificación de troncos cubiertos por musgos, bromelias y epífitas (Aechmea distichantha) (Lomáscolo et al., 2014).
El registro arqueológico observado a través de las excavaciones realizadas en el sector Norte y Sur de la ciudad coincide con las fuentes históricas que describen un traslado programado de la urbe. Este traslado duró dos años e incluyó el desmantelamiento de la casi totalidad de los edificios y viviendas; por ello, en el sitio se observa principalmente las bases de las antiguas casas, estructuras habitacionales colapsadas y restos de techos caídos (Borsella, 2022). Además de la evidencia arqueológica fragmentada y disturbada vinculada al evento del traslado, es posible reconocer algunos solares ubicados alrededor de la plaza y en otros sectores más alejados donde perduraron contextos poco afectados por la modificación de la ciudad. La unidad doméstica excavada, y de la cual proceden los carbones y sedimentos estudiados en este trabajo, se emplaza en la manzana nº 35, hacia el este y en lo que se consideraba la periferia de la ciudad. Esta vivienda perteneció a Juan Rodríguez Florencio (Borsella, 2022), habitante de origen español que ofició como Alcalde Ordinario en la ciudad, en 1574. Los trabajos de campo se realizaron entre 2021 y 2022 contemplando la excavación de: la unidad doméstica registrada como TUCSAI-20212 M35 (Lat. 27° 13’ 17.713”S y Long. 65° 35’ 0.657”W) y de dos acumulaciones de vestigios arqueológicos ubicados en el patio de dicha unidad (Figura 2). Dentro de la vivienda se realizó un sondeo de 2x4 m que se excavó siguiendo niveles artificiales de 10 cm.
Por otro lado, las acumulaciones de vestigios se excavaron mediante el planteo de dos sondeos de 1x1 m aproximadamente. El material arqueobotánico recuperado en el interior y el exterior de la vivienda se presentó asociado con cerámica indígena -particularmente pucos de estilo averías-, materiales constructivos -principalmente ladrillo de mala cocción-, restos óseos faunísticos, cerámica española y materiales de metal, entre otros.
Para el análisis de fitolitos se extrajo del perfil suroeste del interior de la unidad doméstica, una muestra por cada horizonte identificado (Ap, E y B). Se denominaron Muestra 1, 2 y 3 y con fines comparativos se excavaron dos perfiles testigo denominados Testigo 1 y 2, ubicados a 600 m de la vivienda excavada (Latitud 27° 13.130´ S y Longitud 65° 35.358´W)3 (Tabla 2).
Los fitolitos según su agente mineralizante pueden ser calcibiolitos o silicofitolitos. Este último es un cuerpo mineralizado -biolitos silíceos- de origen vegetal que se forma dentro y entre las células de las plantas (Mulholland y Rapp, 1992); estos poseen un gran potencial de conservación, brindando la posibilidad de preservarse en un suelo ácido como lo es el del sitio de estudio.
Las muestras tomadas en terreno fueron procesadas en el Laboratorio de Geoarqueología de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo (Universidad Nacional de Tucumán, Argentina), mediante tratamiento preliminar de acuerdo a Zucol et al. (2010). Este tratamiento consiste en eliminar toda sustancia que provoque la aglomeración de los elementos micropaleontológicos a fin de liberarlos para facilitar su extracción. La eliminación de sales solubles se realiza mediante lavado con agua destilada, carbonatos con ácido clorhídrico 1 N, materia orgánica con agua oxigenada al 30 % en volumen y barnices y/o cementos con ácido clorhídrico 1 N en caliente. Después de una neutralización final del material remanente o “muestra limpia” se procedió a la desagregación química con hexametafosfato de sodio. Sobre esta muestra se realizó una separación densimétrica con solución de politungstato de sodio -densidad de 2,345 g/cm3- por la técnica de centrifugación. De esta manera se extrajo el material liviano -incluyendo los fitolitos- presente en cada fracción. Este material concentrado se montó para su observación microscópica en preparados permanentes con Bálsamo de Canadá.
Los fitolitos fueron observados y fotografiados mediante un microscopio Arcano trinocular Xsz 100 Bnt óptica acromática con cámara adosada 10 Mp. Para la caracterización de los morfotipos se utilizó el esquema clasificatorio y descriptores con sus respectivos acrónimos propuestos por Patterer et al. (2011). Posteriormente fueron clasificados según las tipologías morfológicas modificadas de acuerdo a Bertoldi de Pomar (1971), Twiss (1992), Kondo et al. (1994), Zucol (1996) y los descriptores propuestos por ICPNWG (2019).
El análisis antracológico se inició luego de la recuperación de los fragmentos in situ y de aquellos obtenidos mediante el harneado del sedimento con tamices de 2 mm de apertura de malla. Las muestras de carbón estudiadas proceden tanto del interior como del exterior de la vivienda.
En laboratorio se llevó adelante el conteo y pesaje total de los fragmentos recuperados. Luego, la muestra inicial de 272 carbones fue separada en dos fracciones: los fragmentos ≥ 4 mm y aquellos ≤ 4 mm, manteniéndose los datos de procedencia de cada fracción. Se analizaron 250 fragmentos que forman la fracción de ≥4mm.Siguiendo a Théry-Parisot et al. (2010) y Chrzazvez (2013), el tamaño de carbón >4 mm es el más representativo al momento de estudiar las maderas inicialmente quemadas, y sujetas luego a la acción de eventos posdepositacionales. Se estudió detalladamente la fracción de carbones ≥ 4 mm y cuando se estuvo frente de diez carbones, o menos, fueron estudiados en su totalidad mientras que se procedió a estudiar el 50% del conjunto cuando el número de fragmentos superaba los diez ejemplares. Los carbones se observaron bajo lupa binocular, microscopio óptico con luz incidente a diferentes aumentos (10x a 100x) y con microscopio electrónico de barrido (Supra 55VP) del Centro Integral de Microscopía Electrónica (CIME-CONICET). La identificación taxonómica se hizo estudiando los tres planos de una madera: Transversal, Longitudinal Tangencial y Radial. Los caracteres anatómicos descritos fueron los presentados por el IAWA Committee (1989) y también se consultó bibliografía especializada (Tortorelli, 2009) y las bases de datos disponible online del Inside Wood database (Inside Wood, 2004 y Wood Anatomy database, 2004). Se utilizó el programa image J para el conteo de vasos.
Al mismo tiempo, se describieron otros rasgos de los carbones con el objetivo de caracterizar el consumo de leñas: parte de la planta consumida -tallo, ramas, raíz- y alteraciones que pudieran indicar las condiciones en las que se llevó adelante el proceso de combustión y los procesos tafonómicos.
Análisis de fitolitos
Se describen de manera cualitativa los morfotipos encontrados en cada una de las muestras y sus afinidades botánicas de acuerdo a Twiss et al., (1969); Fredlund y Tieszen (1994); Kondo et al. (1994); Piperno (1984); Pearsall, (2000) y Neumann et al. (2019).
Testigo 2 (45 - 1m):
Se pudo observar la presencia de morfotipos en forma de abanico y poliédricos originados en células epidérmicas graminoides y cuya afinidad pertenece a la familia Poaceae (Figura 3); como así también los fitolitos elongados originados en células largas epidérmicas.
Dentro de los morfotipos con mayor valor diagnóstico se encontraron fitolitos bilobados pertenecientes a la subfamilia Panicoideae y sillas de montar, las cuales son producidas por la subfamilia Chloridoideae. Por último, se describen conos truncados -largos y cortos- y torres producidos por las subfamilias Arundinoideae/ Danthonioideae (Figura 4).
Muestra 1 (0 - 49 cm)
En esta muestra se destaca la presencia de morfotipos elongados de contorno liso, aserrado y dendríticos, aguzados y elementos de conducción asociados a traqueidas, entre los fitolitos de mayor tamaño, es decir mayores a 30µm, asociados a la familia Poaceae.
Dentro de las formas de menor tamaño (˂30µm) se destaca mayormente la presencia de fitolitos bilobados y en forma de cruz afines a la subfamilia Panicoideae y conos truncados cortos cuya afinidad se corresponde con la subfamilia Danthonioideae. Dentro de los fitolitos afines a Panicoideae se pudo reconocer un morfotipo hendido y adelgazado en forma de cruz, con cuatro lóbulos de igual forma y tamaño con doble simetría de espejo, originado a partir de células cortas, afín con el maíz (Zea mays). En esta muestra aparecieron diatomeas, formas bilobadas y polilobadas carbonizadas.
Muestra 2 (49 - 69 cm)
Esta muestra presenta elementos alargados de contorno liso y algunos dendríticos, flabelados, aguzados, elementos de conducción y fitolitos articulados que no se disolvieron. Se observaron gran cantidad de fitolitos bilobados, polilobados y cruces -algunos de ellos muy carbonizados-, además de conos truncados cortos. A simple vista se identificaron microcarbones asociados a fitolitos y a diatomeas.
Muestra 3 (69 - 80 cm)
Aquí, si bien no se realizó un análisis cuantitativo, a simple vista se nota una disminución en el número y diversidad de formas fitolíticas, aunque siguen apareciendo los morfotipos descritos para las muestras anteriores. Se destaca la presencia de formas diagnósticas como conos truncados cortos, fitolitos bilobados y en forma de cruz.
Antracología
En la Tabla 3 pueden observarse los resultados generales del análisis antracológico. Se identificaron cinco taxones, uno a nivel de género y los otros cuatro pudieron asociarse a especies. Además, se recuperaron algunos fragmentos que no pudieron ser identificados debido a sus malas condiciones de preservación.
A nivel general, la especie mejor representada es Citrus aurantium L. (73,75% de la muestra), seguida por Neltuma sp. (12,50%), Geoffroea decorticans (Gillies ex Hook. & Arn.) Burkart (7,50%), Neltuma alba (Griseb.) C. E. Hughes & G.P. Lewis (antes Prosopis alba) (5%) y Anadenanthera colubrina (Vell.) Brenanvar. Colubrina var. colubrina (1,25%) (Figura 5).
Dentro de la vivienda, los taxones se presentaron de la siguiente manera: Citrus arauntium (79,40%), Geoffroea decorticans (17,64%) y Neltuma sp. (2,96%). Hacia el exterior de la vivienda los valores corresponden a: Citrus arauntium L. (73,58%), Neltuma alba (18,88%), Neltuma sp. (5,66%) y Anadenanthera colubrina (1,88%). Solo en algunos fragmentos de G. decorticans se identificaron restos de corteza y se pudo estimar el calibre de las ramas y troncos ingresados al fuego en un 7,50% de la muestra total de carbones. Los diámetros que pudieron calcularse varían entre 2 y 0,05 cm.
Rutaceae - Citrus aurantium L. (N. V.: naranjo agrio) (Figura 7A)
Anillos de crecimiento: indiferenciados o ausentes (2). Vasos: de porosidad difusa (5) y arreglo en patrón radial (7). Diámetro tangencial promedio de los vasos de 58.17 μm (41). En promedio hay 37 vasos/mm2 (48) siendo 67% vasos solitarios, 29,6% vasos dobles y el 3,7% vasos triples. Presencia de placas de perforación simple (13), con punteaduras entre vasos alternas (22) y longitud promedio de 1.9 μm (24). Las punteaduras y radios presentan bordes reducidos o simples (31). Parenquima axial: parénquima vasicéntrico (79). Radios: 1-3 células (97). Todos los radios celulares procumbentes (104). 12 radios/mm2 (115). Fibras (61). Fibras septadas (65). Espesor de la pared de las fibras (69).
Observaciones: Carbones con aristas angulosas y muy frágiles durante la manipulación. Se observó la presencia de grietas radiales. No se detectaron depósitos en vasos.
Fabaceae - Neltuma Raf. (Figura 7B)
Anillos de crecimiento: Se observan anillos de crecimiento (1). Vasos: porosidad semi-circular (4) y arreglo de los vasos de patrón radial (7). Diámetro tangencial promedio del volumen de los vasos es 58.3 μm (41). 142 vasos por mm2 (50) de los cuales: 59% de vasos son solitarios, 25.4% de vasos son dobles, 11, 7% de vasos son triples y 3, 9% de vasos son cuádruples. Placas de perforación simple (13), punteaduras entre vasos alternas (22) y longitud promedio de 5.72 μm (25). Las punteaduras son vesturadas (29) y se observa engrosamiento helicoidal en vasos (36). Fibras septadas (65). Fibras de paredes delgadas a gruesas (68-69). Parénquima axial: parénquima axial paratraqueal confluente/unilateral (83-84). Parenquima axial vasicéntrico (79). Radios: 1-3 células (97). Se contaron 12 radios/mm2 (115).
Observaciones: Carbones con aristas angulosas y muy frágiles durante la manipulación. Se observaron vasos estallados, adherencia de partículas y vitrificación en 13% de los fragmentos de este taxón.
Fabaceae - Neltuma alba (Griseb.) C. E. Hughes & G. P. Lewis (N. V.: algarrobo blanco) (Figura 7E)
Anillos de crecimiento: Se observan anillos de crecimiento (1). Vasos: de porosidad difusa (5), arreglo de los vasos de patrón diagonal y/o radial (7) y vasos agrupados (10). Placas de perforación simples (13). Punteaduras opuestas entre vasos (22). Punteaduras pequeñas, 4,06 μm (25). Punteaduras vesturadas (29). Crecimiento helicoidal presente (36). Diámetro tangencial promedio del volumen de los vasos es 102 μm (42). Diámetro tangencial promedio de los vasos 41 μm. Se contaron 47 vasos de los cuales: 72, 2% son vasos solitarios, 14% son vasos dobles, 8, 3% son vasos triples y 5, 5% son vasos quíntuples (49). Traqueidas y fribras: fibras de tejidos septadas y no septadas. Las paredes de las fibras poseen un espesor de delgadas a gruesas (69). Parenquina axial: Parenquina axial vasicéntrico (79), parénquima axial confluente (83). Tipo de célula del parénquima axial/longitud de la hebra no pudo observarse por el tipo de corte que se realizó. Radios: 1-3 células (97), su composición celular es alargada. En promedio 8 -10 radios/mm2 (115).
Observaciones: Carbones angulosos y no muy frágiles. Se pudo observar grietas radiales, partículas adheridas y sectores con posible vitrificación. No se observaron vasos estallados ni restos de corteza.
Fabaceae - Geoffroeadecorticans (Gillies ex Hook. & Arn.) Burkart (N. V.: chañar) (Figura 4C)
Anillos de crecimiento: anillos de crecimiento indistintos o ausentes (2). Porosidad difusa (5). Vasos de patrón diagonal y/o radial (7). Placas de perforación simples (13). Punteaduras entre vasos alternas (22) y longitud promedio de 4.58 μm, pequeñas (25). Punteaduras vasos-radio con borde reducido (31). Crecimiento helicoidal presente (36). Diámetro tangencial promedio del volumen de los vasos es 63.35 μm (50 μm y 100 um). En promedio hay 66 vasos/mm2, clasificados como intermedios a abundantes (40- 100 vasos/mm2); siendo: 37, 14% vasos solitarios, 46% vasos dobles, 14, 28% vasos triples y 2, 85% vasos cuádruples. Traqueidas y fribras: fibras de tejidos con punteaduras simples y septadas. Las paredes de las fibras poseen un espesor delgado a grueso. Parenquina axial: parénquima axial paratraqueal y confluente (83). Radios: exclusivamente uniseriados y cortos (96). En promedio hay 20 radios/mm2 (116).
Observaciones: Carbones con aristas angulosas, presentaron resistencia al momento de ser cortados. Se observó la presencia de hifas, partículas adheridas y restos de corteza. Se detectaron vasos estallados.
Fabaceae - Anadenanthera colubrina (Vell.) Brenanvar. colubrina var. colubrina (N. V.: cebil) (Figura 7D)
Anillos de crecimiento: Se observan anillos de crecimiento (1). Vasos: de porosidad difusa (5). Vasos en patrón diagonal y/o radial (7). Los vasos solitarios poseen un contorno circular. Diámetro tangencial promedio del volumen de los vasos es 66.23 μm (41). En promedio hay 33 vasos/mm2 (48), clasificados como intermedios; siendo 72% vasos solitarios, 24% vasos dobles y 4% vasos triples. Presencia de placas de perforación simple (13), con punteaduras entre vasos opuestas (21) y punteaduras pequeñas de 4 μm (24). Punteaduras vesturadas (29). Las punteaduras y radios presentan bordes reducidos o simples. Traqueidas y fribras: fibras de tejidos con punteaduras simple (61), septadas (65). Las paredes de las fibras poseen un espesor muy grueso (70). Parenquina axial: Parenquina axial vasicéntrico (79), paratraqueal aliforme (80) y confluente (83). Con cuatro células de parénquima axial por longitud de hebra. Radios: radios con 1 a 3 células (97), radios procumbentes (104) su composición celular es alargada. En promedio hay 12 radios/mm2 (115).
Observaciones: Carbones con aristas angulosas, presentaron resistencia al corte. Se detectaron grietas radiales, algunas partículas circulares adheridas -posibles bacterias- y vitrificación.
El presente estudio se destaca por la articulación y el tratamiento de macro y micro restos vegetales y por identificar especies autóctonas y exóticas para América en el sitio de Ibatín. Las asignaciones taxonómicas realizadas corresponden al punto de partida para la comprensión de la gestión de los recursos vegetales durante el funcionamiento de la ciudad, específicamente, de una vivienda española. Los datos obtenidos se suman a las referencias disponibles en fuentes editadas que además vinculan la fundación de Ibatín con la ya existente ciudad de Santiago del Estero (1553), aprovisionada en 1556 con semillas de algodón, plantas de viña y de otros árboles frutales de la gobernación de Chile (Borda [1965] 2016).
El material botánico procedente de la vivienda ha sido fundamental para comprender los procesos de trabajo vinculados con la producción, procesamiento y consumo de las plantas (Berihuete Azorín y Piqué i Huerta, 2006). Por otra parte, el análisis de microrrestos vegetales exteriores a la vivienda ayudó a generar resultados ambientales sobre sectores del sitio que no contaban con intervenciones humanas directas mientras la ciudad funcionó. Las gramíneas identificadas son propias de un ambiente subtropical, mientras que los ejemplares de la subfamilia Chloridoidaea corresponden a flora vinculada con estaciones secas que habrían ocurrido durante la ocupación de Ibatín. En este sentido, es importante remarcar los estudios sobre paleombientes realizados para diferentes ecosistemas de Tucumán, especialmente en lo que respecta al sector del piedemonte, que dan cuenta de diferentes eventos paleoclimáticos entre secos y húmedos (Caria y Garralla, 2003; Caria y Sayago, 2008; Gómez Augier y Caria, 2012; Gómez Augier, 2017; Borsella y Weber 2021). Estos eventos, antes señalados, se correlacionan también con algunos identificados para los sectores de valles y quebradas de altura de la provincia (Peña Monné y Sampietro Vattuone, 2018; Sampietro Vattuone et al., 2018).
La presencia de diversas gramíneas revela el uso de las mismas para la fabricación de materiales constructivos, como los adobes y sobre todo para la techumbre de las viviendas; los obrajes y las construcciones estaban a cargo de un maestro arquitecto, oficiales y peones, mientras que la mano de obra de esclavos africanos e indígenas -indios de encomienda y de tasa- se asociaba principalmente a los trabajos de carpintería (Borsella, 2022).
Al mismo tiempo las gramíneas fueron utilizadas como alimento, sobre todo las pertenecientes a la subfamilia Panicoideae, incluyendo a Zea mays. Los documentos coloniales indican la presencia de huertas o “trashuertas” (Borda, 1941 [IV, 1]: 128) en la parte trasera de los solares, siendo posiblemente el lugar de origen de los pólenes de maíz identificados durante el trabajo de laboratorio.
La fundación de Ibatín en el piedemonte de las yungas posibilitó el acceso a diversos y abundantes recursos madereros que fueron empleados en distintas actividades económicas que se desarrollaban allí y en sus inmediaciones (Noli, 2001). El ámbito doméstico también hizo uso de las plantas nativas, así lo evidencian los carbones de cebil identificados a los cuales se suman el chañar y el algarrobo blanco, también especies nativas, pero que habrían sido obtenidas de parches del bosque chaqueño distribuidos hacia el sur y el este del emplazamiento, y asociados a microrrestos vegetales. Desde épocas prehispánicas, el cebil tuvo un rol muy importante en el desarrollo económico, espiritual y medicinal de las culturas andinas (Arenas, 1992), fue una especie utilizada de manera integral, desde sus semillas hasta sus troncos (Marconetto, 2008; Miguez y Caria, 2015; Caria, et al.2020). En momentos coloniales, el cebil aparece por primera vez en 1614, en documentos correspondientes a la ciudad de Ibatín, en una mención de unos “cebilares” camino a la ciudad de Esteco (Borda, 1938 [III, 1]). De manera genérica, los algarrobos son mencionados alrededor de 1542 por Cieza de León quien relata el viaje que realizó en las expediciones al Río de la Plata, describiendo a Santiago del Estero como: “En todo el camino no había agua ni otros árboles que algarrobos” (Freyre, [1914] 2016: 209). Además, en una merced correspondiente al 1589 se hace mención del algarrobo, como descripción del paisaje cuando se otorgaban tierras para cultivar y criar ganado. También en un proceso criminal por hurto, hacen mención de “un montecillo fuera de camino real donde hay unos algarrobos” (Borda, 1941 [IV, 1]: 92). Cabe destacar que las veces que fueron mencionados en las fuentes escritas se encontraban presentes en las estancias, a un par de leguas de la ciudad y en las cercanías de los ríos. También se destaca la primera identificación del naranjo agrio en el conjunto de carbones, ya que el ingreso de esta planta exótica en la ciudad marca el punto de referencia de la presencia material de un árbol emblemático en la ornamentación de plazas y calles de la posterior San Miguel de Tucumán; esta tradición fue heredada de los conquistadores españoles ya que en los escritos andaluces del siglo X se menciona su cultivo en jardines, patios, calles y mezquitas (Ramón-Laca, 2003). La introducción de otros árboles frutales en el noroeste argentino en tiempos tempranos de la colonia, se puede observar en la Relación de las provincias de Tucumán… de Sotelo de Narváez (1580), donde se destacan viñedos, duraznos, higos, melones, membrillos, manzanas, granadas, perales, ciruelas, limas y naranjas. A su vez, las fuentes documentales de 1612 dan cuenta de la presencia de árboles frutales o de Castilla (Borda, 1938, [III, 1]), mientras que la única mención sobre naranjos en la ciudad en el paraje de Ibatín corresponde a un juicio de 1637, en el que se describe la presencia de varios naranjos en el patio de un vecino.4 Por consiguiente, se puede considerar la elección de tres sectores de aprovisionamiento de especies madereras. Por un lado, las especies exóticas plantadas en patios, huertas y calles, próximas a las viviendas en no más de 100 o 200 m de distancia y sin el requerimiento de mecanismos complejos de obtención. Por el otro, las especies autóctonas cercanas a la ciudad como el cebil, aproximadamente a una distancia de 700 m o menos y, por último, las especies propias de ambientes áridos como el chañar y el algarrobo, llegando a distancias más alejadas de la ciudad, posiblemente superando los 50 km, adquiridos en caminos comerciales hacia otras ciudades de la región. Así, la gestión de los recursos vegetales articuló diferentes especies y ambientes.
Luego de la obtención de los recursos madereros nativos y exóticos continuó el encendido de los fuegos con fines diversos. Se estima que el fogón de la cocina podría haber tenido una forma triangular, recubierto por adobes que se transformaron en ladrillos con mala cocción debido a la acción del fuego, y habría estado ubicado al lado del muro oeste de la vivienda excavada. Las fuentes coloniales de la ciudad que informan sobre la arquitectura y disposición interna de los espacios domésticos son sumamente escasas, solo se cuenta con descripciones de los aposentos, salas y cocinas para algunas ciudades coloniales tempranas del país (Schávelzon, 2005; Folchi Donoso, 2007; Calvo, 2016). Se reconoce que las cocinas solían posicionarse próximas a la parte posterior o fondo del solar y con vista al patio central (Parish, 1852; Arcondo, 2002). Hacia mediados del siglo XIX aún se sostenía que las cocinas eran pequeñas, oscuras, poco higiénicas y ubicadas en el fondo de las viviendas (Arcondo, 2002). Por su parte, para la gente que habitaba ranchos en el campo estos también cumplían la función de cocina (Schávelzon, 2000). Se considera que se cocinaba en el piso, usualmente en un sector adosado a una pared, donde se preparaba el fuego y las ollas se colocaban en trébedes -trípode de hierro- que según su tamaño podía tener una o varias ollas (Silveira, 2005). Siguiendo a Noli (1998), el trabajo doméstico -ama de leche, bolillera, cocinera, costurera, lavandera, despensera y labrandera- de Ibatín se encontraba asociado a las mujeres indias de las encomiendas, que eran acompañadas por jóvenes y niños, así las “chinas” o “chinitas” y sus hijos formaban parte de la sociedad y es probable que el manejo del recurso leñoso, usado para dar vida a los fogones, hubiera estado a su cargo; la presencia de estos actores en la ciudad podría explicar el uso de leñas locales, cuyas propiedades caloríficas corresponden a un saber tradicional arraigado en las comunidades que habitaron las yungas antes de la llegada de los españoles. Las casas españolas también incluían servidumbre africana destinada al servicio doméstico (Contreras Segura, 2017) y, probablemente, entre las tareas del hogar se designaba a responsables del manejo de recursos leñosos para la cocina. Para otros contextos estudiados, se especifica que el enmarcado de los fogones usualmente se hacía con barro o ladrillo y tenían formas triangulares, mientras que los ubicados en el centro de la habitación eran circulares (Schávelzon, 2012). Una excepción fue el hallazgo de Schávelzon (2012) de un fogón en el suelo, de forma campaniforme,5 en el centro de la habitación. Así mismo, el descarte de la basura en tiempos tempranos se realizaba tirando los desechos a través de ventanas linderas al fondo de la casa.
El análisis antracológico también informó sobre las estructuras morfológicas ocasionadas por el calor (Braadbaart et al., 2020) cuyo valor reside en ayudar a comprender las características de los fuegos encendidos. La identificación de células deformadas y estructuras fragmentadas debido a la ignición se detectó en Citrus, Neltuma sp., G. decorticans y A. colubrina mientras que en N. alba, un 13% de los carbones evidencia vitrificación al igual que un 80% de cebil. En el origen de estas alteraciones anatómicas intervienen distintos factores ampliamente discutidos en la literatura antracológica (Théry-Parisot et al., 2010), para el caso de las grietas radiales (Marguerie & Hunot, 2007) detectadas en Citrus y A. colubrina estas son coincidentes con la anatomía de estas maderas y, en el caso del cebil además de las grietas se han relevado sectores vitrificados; siguiendo a Marguerie & Hunot (2007), ambos tipos de deformaciones pueden presentarse simultáneamente en fragmentos de carbón, afectando el proceso de fusión a las ramas pequeñas combustionadas rápidamente a altas temperaturas (Marguerie & Hunot, 2007).
Luego del apagado del fuego, los carbones, al igual que cualquier otro vestigio arqueológico, sufre la acción de procesos posdepositacionales (Théry-Parisot et al., 2010), las aristas angulosas observadas en los fragmentos estarían vinculadas con el poco movimiento de los carbones en el interior y el exterior de la vivienda; además, durante la manipulación de los mismos se percibió fragilidad en Citrus y Neltuma y mayor resistencia al corte en G. decorticans y A. colubrina. La fragilidad de Citrus, por ejemplo, podría explicar su mejor representación numérica en el conjunto de carbones.
Las especies identificadas en la vivienda excavada corresponden a las autóctonas Anadenanthera colubrina (cebil), Geoffroea deconticars (chañar), Neltuma alba (algarroba blanco), Salix humboldtiana (sauce criollo), Zea mays (maíz); y a la exótica Citrus aurantium L. (naranjo agrio).
Se puede afirmar que las plantas introducidas al nuevo mundo, principalmente los árboles frutales que se naturalizaron en la Gobernación de Tucumán con las primeras oleadas fundadoras -probablemente en 1556-1558-, se adaptaron de manera efectiva en la ciudad. Ibatín (1565), debido a sus motivos de fundación, fue abastecida con semillas provenientes de la ciudad de Santiago del Estero. Los árboles de Castilla, como ser el naranjo, se plantaron en los patios y calles de la ciudad. Hasta el momento ningún estudio arqueológico en ciudades coloniales había registrado sus carbones en viviendas; debido al tipo de ambiente donde se fundó la urbe, similar al del origen de su domesticación, era factible su afianzamiento en el piedemonte de las yungas. Por su parte, su uso también se debe al acceso inmediato de los pobladores a este recurso, ya que son árboles ornamentales que aportan belleza y color a las calles, principalmente por sus flores fragantes. Además, su tronco recto y cilíndrico, sus hojas no caducas y sus raíces con crecimiento horizontal no generan problemas en su desarrollo cerca de edificaciones. El naranjo ha sido de gran importancia a lo largo de los años, por sus características estéticas, alimenticias y medicinales, representando un símbolo de estatus y atractivo para la sociedad ibérica. Estimamos que debido a todos estos motivos, este árbol frutal fue manejado por distintos estratos sociales en la época colonial.
Con respecto a las especies nativas, la incorporación de indios/as de servicios y jóvenes en la vivienda española trajo aparejado, posiblemente, el conocimiento ancestral de la selección del chañar, el algarrobo y el cebil como leños con óptimas propiedades combustibles.
La implementación de la vía arqueobotánica de estudio, realizada a escalas diferentes, ha permitido aportar elementos interesantes para comenzar a comprender: la forma en que las plantas se usaron en los contextos coloniales, los actores involucrados en dichos usos y algunos de los saberes que podrían haber aportado las comunidades nativas durante este momento de gran cambio cultural.
Se agradece el financiamiento provisto por el proyecto PIUNT G26/610 dirigido por el Dr. Mario Caria, y a los alumnos de la carrera de arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), por colaborar en las tareas de campo que se realizaron en el marco de los permisos de investigación según Res. N° 1826/01 otorgados por el Ente de Cultura de Tucumán.
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[1] Nombre local -de comunidades aborígenes- que describía una región integrada por los valles de alturas medias y las yungas húmedas formadas entre las sierras subandinas y los cordones orientales del sistema pampeano (Lorandi, 2015).
[2] TUCSAI-2021 (Tucumán, Sitio Arqueológico Ibatín-2021) según recomendaciones del Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos (RENYCOA).
[3] La selección del lugar más propicio para tomar muestras testigos del suelo estuvo relacionada con la búsqueda de un sector poco disturbado por la vegetación y la ausencia o cercanía de posibles estructuras arqueológicas.
[4] AHT. Fondo Judicial, Sección Judicial del Crimen, Caja 1, exp 5. Proceso Criminal Cristobal de Cobos, 1637.
[5] Para ver más información consultar Schávelzon (2012).