Rock art in colonial context. Preliminary analysis of the Alero Estancia Guayascate site, north of Córdoba (Argentina)
La sistematización de las investigaciones sobre el sector serrano de la actual Provincia de Córdoba demostró que, durante el denominado Período Prehispánico Tardío (ca. 400-1573 AD), la región serrana estuvo ocupada por comunidades que practicaron una agricultura a pequeña escala, sin inversión tecnológica, donde la movilidad fue una estrategia central para sostener la reproducción de los grupos (Laguens y Bonnín, 2009; Pastor y López, 2011; Medina et al., 2014, 2016).
No obstante, son escasos aún los trabajos arqueológicos orientados a comprender las estrategias de las comunidades prehispánicas frente a la imposición española (Laguens, 1999; Bonofiglio, 2013; Pastor y Medina, 2013; Recalde y González, Navarro 2014), principalmente porque no se han identificado sitios en la región serrana que presenten evidencias claras del nuevo contexto social generado por la conquista. Cabe mencionar que en los últimos años se han desarrollado importantes avances en este tema en el denominado “centro histórico” de la ciudad de Córdoba, fundada en 1573 (Berberián et al., 2008; Lindskoug et al., 2011; Izeta et al., 2012, 2014; Martínez de Sánchez, 2013; Bettolli, 2014; González Navarro y Marschoff, 2019; Marschoff y Lindskoug, 2020), pero la contextualización de esos sitios es diferente al proceso que tuvo la ocupación hispana en el área rural, la cual generó problemáticas diferentes (Bonofiglio, 1999, 2013; González Navarro, 1999, 2009; Castro Olañeta, 2006; Tell y Castro Olañeta, 2011; González Navarro y Grana, 2014; Borrastero, 2021). En este contexto, el paraje Guayascate (Depto. Tulumba, norte de la prov. de Córdoba) constituye un área importante para comenzar a vislumbrar desde las evidencias materiales los cambios y continuidades en las estrategias sociales ocurridas entre las comunidades locales a partir de la instauración del sistema colonial.
Las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas desarrolladas en los últimos años en Guayascate permitieron comenzar a identificar algunos de estos cambios (López y Grana, 2019; López, 2021). Los habitantes nativos de este paraje fueron entregados en encomienda a Francisco Sánchez entre 1574 y 1576, tras la fundación de la ciudad de Córdoba, y las tierras como merced en 1585 a nombre de Bartolomé García Tirado (Montes, 2008; Grana y López, 2021a, 2021b). Las principales transformaciones se vinculan con la modificación del paisaje, generadas por las construcciones españolas -como una Capilla-, la organización de la tierra para la producción de cultivos europeos -por ejemplo, frutales- y la presencia de animales europeos. De manera paralela, la organización y las estrategias sociales sufrieron el impacto del reagrupamiento forzado, el cual implicó el traslado de numerosa población de tributarios transmigrados (Bixio et al., 2013: 40; Zelada 2018), principalmente de la región que ocupa la actual provincia de Córdoba. Tampoco se descarta la incorporación incluso de grupos andinos como sucedió en otros sectores (Page, 2007; González Navarro, 2013; Tell y Castro Olañeta, 2016). También se introdujeron cambios a nivel tecnológico, los cuales se observan en la circulación de cerámica de filiación colonial -mayólica.
A este proceso, se suma la imposición de creencias religiosas, dado que los encomenderos tenían la obligación de educar a los indígenas en la fe cristiana (Piana, 1992). En este marco, se pudo ver afectada de manera directa la circulación de códigos comunes, los cuales fueron centrales en las definiciones identitarias de las comunidades originarias y debieron ser minimizados, eliminados o redefinidos ante la presencia española, como sucedió en otras regiones americanas dentro del proceso colonizador evangelizador (Gruzinsky, 2007; Martínez, 2009). Estos primeros datos permiten vislumbrar las características de la imposición del modo de vida español, bajo criterios cristianos y aristotélicos muy dogmáticos, como semejantes a las instauradas en otras encomiendas de la región (Piana, 1992; Castro Olañeta, 2006; González Navarro, 2008; Borrastero, 2021).
No obstante, hay evidencias como el arte rupestre que presentan un desafío de abordar cuando se pretende conocer su papel durante este momento coyuntural marcado por el asentamiento español en Guayascate. Por ello en este trabajo, el objetivo es intentar desentrañar el rol del arte rupestre registrado en el sitio Alero Estancia Guayascate (AEG) (Fig. 1), y asignado al Período Prehispánico Tardío (PPT), en el contexto social de desestructuración generado por la conquista española.
El Período Prehispánico Tardío (ca. 1400 - 550 AP) se caracteriza por una alta dinámica social generada por la movilidad sostenida, la cual fue atravesada por co-residencia estacional de distintas unidades sociales y/o familiares, y actividades de escala comunitaria. Este dinamismo requirió de estrategias simbólicas que permitieran un consenso sobre el mundo social (Bourdieu, 1977). En este contexto, marcado por la fragmentación implementada como respuesta frente a requerimientos estacionales de recursos o a instancias de conflictos sociales entre comunidades, en el cual los lazos y vínculos eran construidos por medio de alianzas, el arte rupestre fue una estrategia que objetivó pertenencias y exclusiones de tipo identitarias (Recalde, 2009; González Navarro, 2012; Pastor 2012). La ejecución y observación de este rasgo en los contextos de ocupación constituye una de las expresiones materiales mediante las cuales tanto la memoria como la historia se construyeron, afirmando o redefiniéndose a partir de las experiencias vividas en diferentes niveles de interacción social. Por lo tanto, la relación entre personas/ grupos en los sitios con arte rupestre otorga a las distintas figuras pintadas o grabadas un papel activo en las instancias de acuerdo, negación y rectificación de los actos de conmemoración que promueven la construcción de la identidad -en sus diferentes expresiones: cultural, étnica, familiar, etc.- (Connerton, 1989; Mills y Walker, 2008: 4; Peterson, 2013: 273). En este punto, la permanencia y circulación en el tiempo y el espacio de un repertorio común refuerza estos lazos compartidos.
Los paisajes con arte rupestre aquí considerados son los emplazados en el centro-oeste y norte de las Sierras Centrales. Estos muestran una diversidad significativa respecto a la vinculación de los sitios con representaciones de otras prácticas y tiempos sociales. Así, en los ambientes del centro-oeste predomina una modalidad en la cual los sitios con arte rupestre son ocupados de manera transitoria y estacional, articulados con los espacios residenciales y productivos por medio de los circuitos de movilidad implementados por las comunidades prehispánicas (Recalde, 2009; Pastor, 2012). En estos entornos se activaban mecanismos de fortalecimiento de los lazos familiares o domésticos (Recalde, 2009) o aquellos que intensificaban la apropiación y demarcación social del territorio (Pastor, 2012). En tanto, en la región norte observamos ambas situaciones ya que documentamos una articulación permanente y cotidiana entre los abrigos con representaciones y los espacios residenciales (Recalde, 2018), y también las que promueven un carácter estacional; es decir, una asociación desarticulada entre las prácticas de las ocupaciones residenciales y los espacios de ejecución y observación del arte rupestre (Urquiza et al., 2009; Urquiza, 2011).
En estos paisajes, en los cuales el arte rupestre fue uno de los medios seleccionados para objetivar los sentidos de pertenencia e identidad, el marco disruptivo generado por la conquista quedó plasmado en la incorporación del otro, del español, en los abrigos con representaciones pintadas y grabadas. Jinetes, españoles a pie portando armas y caballos fueron incorporados al repertorio prehispánico (Fig. 2). Se propuso que estos motivos fueron ejecutados dentro del jalón temporal delimitado por el arribo de los españoles a la región de Córdoba ocurrida entre 1544 y la fundación de la ciudad en 1573, dado que esta última fecha marca el momento a partir del cual se definieron los primeros padrones de indios y se repartieron las primeras encomiendas dando origen a la total desarticulación de las prácticas indígenas (Recalde, 2012). En este sentido, cabe señalar la total ausencia de rasgos que sugieran la continuidad de esta práctica en los sitios; es decir aquellas evidencias relacionadas con la ejecución de cruces o figuras vinculadas a la cristiandad, como sucede en otros ámbitos coloniales (Martel, 2013; Rivet, 2013). Esta idea se refuerza al observar que, en los paisajes vinculados a las concentraciones con arte rupestre -por ejemplo en Guasapampa y Cerro Colorado-, no se cuenta con datos de la delimitación de encomiendas (Recalde y González Navarro, 2014). En este contexto, el sitio AEG nos permitirá avanzar en la comprensión de la presencia de representaciones rupestres ocurrida durante la asignación de encomienda y merced de tierra en Guayascate, momento coyuntural que desestructuró el mundo indígena.
AEG es un alero de escasas dimensiones (6 m2) con un amplio talud, de más de 30 m2 y con una pendiente leve, lo cual debió permitir el desarrollo de diversas actividades (Fig. 3). Se identificaron dos áreas de molienda. La primera se ubica en el techo y en una roca que actúa como delimitación natural de la entrada al alero, conformada por tres y dos instrumentos. La segunda, integrada por cuatro instrumentos, se documentó a aproximadamente 15 m de distancia. En los nueve casos se trata de morteros cónicos con un diámetro de entre 13 y 20 cm y una profundidad variable de 5 a 27 cm.
Las excavaciones arqueológicas en el interior del alero y en el talud señalan prácticas realizadas por un número reducido de individuos, vinculadas a la producción y consumo de alimentos (López, 2021). Hasta el momento, solo se ha identificado un nivel de ocupación a los 20 y 25 cm de profundidad dentro del alero y en su talud, respectivamente. En el primer caso se tocó roca madre y en el segundo se llegó a sedimento estéril arqueológicamente. El material recuperado presenta afinidad principalmente con el Período Prehispánico Tardío (López, 2021). Este consta de fragmentos cerámicos, correspondientes en su mayoría a cuerpos de tres modos tecnológicos -alisado, pulido y moldeado sobre cesta-, predominando las de superficies alisadas y sin decoración (70 %), artefactos líticos -punta de proyectil triangular apedunculada, desechos de cuarzo y sílice- y restos arqueofaunísticos de mamíferos grandes y pequeños, destacándose camélidos (Lama sp.), vizcachas (Lagostomus maximus) y posible mara (cf. Dolichotis patagonica), muchos termoalterados. Asimismo, se registraron fragmentos de cáscara de huevo de Rhea sp.
Dentro del conjunto cerámico dos tiestos identificados como bordes llaman la atención. Uno presenta decoración semejante a los de diseño Bislín inciso descripto para la zona media del río Salado (Santiago del Estero), ubicado cronológicamente por Taboada en 950 ± 90 AP (Lorandi, 1977; Taboada, 2019). El otro muestra, por sus características, una producción indígena pero con morfología que no concuerda con la detallada en la bibliografía referenciada para momentos prehispánicos (Fig. 4). El análisis preliminar permitió identificar rasgos que indican el uso del torno, como son las estrías paralelas en la superficie interna y externa (cfr. Roux y Courty, 1998), los cuales se vinculan al Período Colonial Temprano.1
La evidencia recuperada permite proponer una ubicación temporal de la ocupación de AEG correspondiente al Período Prehispánico Tardío y Colonial Temprano -Siglos XVI-XVII- (López y Grana, 2019; López, 2021). Esto se respalda en su cercanía con el sitio Pueblo Guayascate 1 (PG1) (Fig. 1). En este sitio, que cubre unas 18 has, se documentó evidencia en superficie -estructuras de piedra- y en estratigrafía -cerámica, lítico y óseo- que dan cuenta de la presencia hispana. De manera complementaria, la documentación de los siglos XVI y XVII refleja la reestructuración del espacio con edificaciones -principalmente la capilla y el molino- y el cambio en las actividades de subsistencia de los indígenas (Grana y López 2021a y 2021b; López 2021). Por lo tanto, ambas líneas permiten considerar la continuidad de la ocupación del paisaje de Guayascate por parte de los grupos indígenas, tal como ha sido planteado para otras regiones (Laguens, 1999).
En el interior del alero se documentaron cuatro motivos geométricos blancos distribuidos en un panel de 37,1 cm de largo por 30 cm de alto (Fig. 5). Podemos identificar las representaciones, en función de la tipología definida para Cerro Colorado (Recalde, 2015, 2018), como expresiones de tres subtipos: dos círculos, uno de los cuales presenta un apéndice (Fig. 5 a y b), un triangular ejecutado y un cuadrangular, ambos realizados mediante el uso de puntos (Fig. 5. c y d). El estado de conservación es bueno, a excepción del último motivo, que se encuentra en la línea de goteo y esto ha afectado la visibilidad de algunos puntos que integran la figura (Fig. 5 c). Con excepción de los elementos que la componen no se detectaron diferencias tonales considerables, o eventos de mantenido o repintado que permitan proponer una secuencia relativa de ejecución.
Aunque el espacio del abrigo no admite la permanencia de más de cuatro o cinco personas al mismo tiempo, la ubicación del panel en el soporte habilita una alta visibilidad de los motivos para aquellos que realizan sus tareas cotidianas en el área de molienda directamente asociada al panel y en el espacio inmediato del talud.
AEG está asociado a otros sitios de características habitacionales, productivas y de procesamiento de recursos que constituyen la evidencia de ocupación indígena en el paraje Guayascate, a la vez que uno de ellos (PG1) evidencia de manera más clara la ocupación colonial con restos óseos de animales europeos (Equus sp. y Bos taurus), estructuras con cimientos o paredes de piedra, y fragmentos cerámicos afines a aquellos de características europeas -mayólica azul sobre blanco- (López y Grana, 2019; López, 2021).
La iconografía presente en otros soportes es escasa hasta el momento, ya que solo contamos con un instrumento de hueso punzante depositado en el museo Gunisacate de la localidad de Las Peñas,2 y tiestos cerámicos con decoración semejante a los estilos identificados en Santiago del Estero -como el Sunchituyoj (Taboada, 2019)-, todos recuperados de manera asistemática en cercanías de AEG. Estos hallazgos señalan, por un lado, cierta semejanza en el primer caso con la iconografía que circula en áreas del centro-oeste serrano (Traktman, 2018) y, por otro, reafirman la circulación de objetos y personas entre el norte de Córdoba y la región media del río Salado en Santiago del Estero durante finales del prehispánico tardío (Pérez Gollán, 1968 y 1994; Recalde, 2018; Taboada, 2019).
Guayascate está emplazado a menos de 20 km al sur de la localidad arqueológica de Cerro Colorado (CC), la cual muestra una ocupación intensiva del paisaje que tuvo lugar fundamentalmente durante el Período Prehispánico Tardío (Recalde, 2015). Allí se han documentado cinco espacios residenciales, 41 áreas de molienda, espacios de enterratorio conformados por hasta 79 individuos y 66 sitios con representaciones rupestres (Recalde, 2018). El repertorio iconográfico está integrado por 4.295 motivos, de los cuales el 25,5 % (N = 1097) lo constituyen los no figurativos o geométricos. Este grupo está conformado por 17 subtipos, pero el 26,7% (N=293) agrupa figuras geométricas elaboradas mediante la combinación de puntos -constelaciones, líneas, círculos, cuadrangulares, entre otros- (Fig. 6). La representatividad de estos subtipos y sus particularidades permite marcar una clara relación con aquellos relevados en AEG. De la misma manera, aunque en CC están presentes el blanco, negro, rojo y amarillo, es el primero el que domina con el 42,9 % (N = 1843) de manera general en el repertorio, en tanto entre los no figurativos este color constituye el 76,8 % (N= 843).
El contexto asociado a los paneles con representaciones en CC responde también al desarrollo de actividades acotadas -molienda y/o tareas vinculadas con la preparación y consumo de alimentos- realizada por un número reducido de individuos. También aquí, los sitios que presentan arte rupestre se articulan con ocupaciones de tipo residencial, espacios potenciales de cultivo y áreas de molienda (Recalde, 2015). Toda la información cronológica recuperada permite afirmar que el arte rupestre de CC fue realizado durante el PPT (Recalde, 2018).
La particularidad de CC es la presencia y concentración de motivos y escenas que aluden a la conquista española en el siglo XVI. El dato significativo es que, más allá de una evidencia de superposición de un motivo zoomorfo sobre un español a pie, no existe hasta el momento evidencia concreta de un arte rupestre colonial -como las cruces y personajes religiosos- que muestre la continuidad de la práctica después de la conquista; es decir una vez instaurado el régimen colonial (Recalde y González Navarro, 2014; González y Recalde, 2021). De la misma manera, tampoco contamos con evidencia documental de la conformación de encomiendas en la zona. En este sentido, es importante señalar que el Cerro Intihuasi, el cual integra la localidad y registra paneles con arte rupestre, fue el punto central de la medición judicial de la concesión de tierras de Intihuasi realizada en 1625 a Pedro Luis de Cabrera (Calvimonte, 1997). Tampoco hemos identificado aún ningún etnónimo en particular, ni sistema de denominación -nativo o español- que remita a los pueblos originarios del lugar. En este contexto, con base en las estrategias de traslado de las comunidades originarias llevadas adelante por los españoles, es posible que en Guayascate hayan sido reubicados, ya sea individuos o grupos, como parte de la dinámica general de explotación del territorio que implicó la movilización de personas o grupos, y la recomposición de pueblos a partir del sistema de encomiendas -en su variante local de servicio personal- (Piana, 1992; González Navarro, 2008). No obstante, como mencionamos, hasta el momento para esta localidad solo contamos con información documental que respalda la presencia de grupos indígenas locales y aquellos pertenecientes solo a localidades cercanas de Eschelin -actual Ischilí-, Yacampis y Mocacax (Montes, 2008; López y Grana, 2019).
Otras áreas con representaciones se ubican a más de 40 km al sur y al norte de Guayascate. En ambas se encuentran distribuidos cinco sitios con pinturas con diferentes características formales (Urquiza et al., 2009; Urquiza, 2011). En estos casos, a pesar de que dominan los geométricos, o no figurativos (73 %), el uso del punto como elemento de composición está presente en dos paneles. En uno la autora identifica un zoomorfo ejecutado en rojo (Urquiza, 2011); en tanto en el otro los puntos blancos se integran a una figura más compleja que involucra a un antropomorfo (Urquiza et al., 2009). No obstante, debemos señalar que, al igual que en AEG, los paneles están vinculados a evidencias de ocupaciones acotadas en cuanto a las tareas efectuadas en los sitios -artefactos líticos, fragmentos cerámicos- así como áreas de molienda. Tres de los emplazados al sur del AEG, están relacionados con ocupaciones en las cuales se registran fragmentos cerámicos adscriptos a diseños Sunchituyoj (Urquiza, 2011). En ninguno de los abrigos y farallones con motivos se documentaron figuras que aludan a la presencia española en la región, como si sucede en CC.
Las evidencias recuperadas en AEG indican que el abrigo fue utilizado en épocas prehispánicas y fue integrado también a la vida de la encomienda establecida por el sistema colonial desde finales del siglo XVI. Observamos así una persistencia en las prácticas de ocupación, que pudieron sumar incluso el empleo de los instrumentos de molienda fijos dispersos en el sitio, y de los terrenos potencialmente cultivables (López, 2021), patrón identificado también por Laguens (1999) para los sitios de contacto y post-contacto en el valle de Copacabana.
No obstante, esta continuidad de prácticas sociales no fue total, dado que la ocupación no implicó una nueva intervención en el panel, ya sea con motivos acordes al repertorio previo o con nuevos. Como indicamos, las representaciones identificadas en el espacio-soporte dan cuenta de semejanzas entre los tipos y los diseños con aquellos reconocidos, fundamentalmente, en el repertorio de Cerro Colorado, el cual fue desplegado durante el PPT. Tampoco se documentaron representaciones propias del mundo hispano, indicador concreto de una continuidad con posterioridad a la entrada del español a la región, lo cual fue planteado como respuesta a un intento de decodificación del otro a partir de su incorporación al repertorio (Recalde y González Navarro, 2014).
En este contexto, debemos preguntarnos por qué no se continuó pintando en AEG; por qué a pesar de la reocupación del abrigo rocoso, incluso con actividades similares a las realizadas antes de la llegada del español, el arte rupestre fue solo incorporado a la vida cotidiana que tuvo lugar en AEG a partir de su observación. Si bien la respuesta es compleja e involucra diferentes líneas de análisis, se tratarán de delinear hipótesis que ayuden a pensar sobre esta problemática en el contexto histórico específico de la región.
En primer lugar, los grupos indígenas asentados en Guayascate fueron parte de la encomienda y cumplieron servicio personal para el pago de tributos. Pero, ¿cuántos de ellos eran locales o, incluso, cuántos permanecieron en el paraje desde fines del siglo XVI?
La información etnohistórica para la jurisdicción de Córdoba y toda la gobernación del Tucumán da cuenta de que el tipo de servicio personal de los indígenas y las actividades que debían realizar obstaculizaban directamente el establecimiento de relaciones comunales, más o menos cohesionantes (González Navarro, 2009; Bixio et al., 2013: 34). Castro Olañeta (2010) en sus análisis sobre el servicio personal, el concierto y el pago de tributos a principios del siglo XVII, expone que en la jurisdicción de Córdoba existió una amplia gama de relaciones de tributo y de trabajo que terminaban beneficiando siempre al encomendero, ya que la aplicación del sistema tributario planeado por Alfaro para la región “no proyecta cortar definitivamente la relación directa entre el encomendero y sus indios”, a la vez que permite la persistencia de las encomiendas privadas (2010: 114-115). De esta manera, se puede considerar que las actividades de reproducción social-cultural se vieron alteradas ante la existencia de una dinámica diferente, tanto en el desarrollo de la cotidianeidad como de aquellas actividades extra-cotidianas.
Es en este contexto que se ubican algunas estrategias de elusión que persistieron lejos de la vigilancia española. De esta manera, el tema de las ''juntas y borracheras'', también llamado por Castro Olañeta (2002: 174) como ''complejo embriaguez-baile-canto'', entre los indígenas de Quilino, fue planteado como una especie de ritual vinculado a las crisis vitales de la comunidad -nacimientos, defunciones y pubertad- y destinado a fortalecer los lazos sociales e identitarios dentro y entre comunidades. Estas expresiones rituales -''juntas y borracheras''- están respaldadas también como espacios significativos desde el registro arqueológico pre-hispano (Pastor, 2007). De todas maneras, estas estrategias no pueden ser extensivas a todas las encomiendas presentes en la región.
A esta desestructuración del mundo indígena por la imposición de prestaciones de trabajo se suma el desmembramiento de las sociedades nativas por el encomendero. Esta práctica incluyó tanto el traslado de individuos o de grupos a la ciudad para servicio personal en la propiedad urbana, como también su reubicación en otras localidades del encomendero o “préstamos de trabajadores” entre encomenderos (Piana, 1992; González Navarro, 2009), sin dejar de considerar las huidas y las muertes producto de maltratos, hambruna y enfermedades. Este aspecto pudo ser importante ya que la reducción del número de habitantes que llevaron adelante actividades en las explanadas de AEG pudo afectar los mecanismos simbólicos, orientados a la construcción y reproducción de la identidad social, la cual podía expresar lazos comunales o incluso familiares.
A esta situación podemos adicionar la presencia de individuos y grupos provenientes de otros valles de Córdoba. La documentación de Guayascate menciona la presencia de indígenas originarios de Eschelin -actual Ischilin-, Yacampis y Mocacax, que se ubican a 8 leguas (ca. 44 km), 5 leguas (ca. 27,5 km) y 15 leguas (ca. 82,5 km), respectivamente desde Guayascate.3 Aunque sabemos que en el primer caso provenían del sur, aún no se han localizado en los documentos referencias a pueblos que indiquen las direcciones de los otros dos (Montes, 2008; López y Grana, 2019). Es interesante considerar las posibles distancias existentes entre los lugares originarios de quienes fueron trasladados a Guayascate, ya que la procedencia de esos grupos sería crucial en la posibilidad de perpetuar esos recursos simbólicos. Así, por ejemplo, en función de lo analizado por Urquiza (2011) y Urquiza et al., (2009), es posible que estos grupos hayan reconocido un repertorio que les fuera familiar, en tanto entre aquellos trasladados de mayores distancias no habría existido un reconocimiento identitario; es decir, lazos sociales que pudiese unir en un pasado común a los diferentes indígenas que fueron agrupados en Guayascate. La identidad es una construcción que requiere y obedece a la existencia de una historia común, pautas o marcos idiosincráticos compartidos, un idioma pero, especialmente, a circunstancias históricas y sociales que favorecen u obstaculizan la reproducción y la reconstrucción de estas pautas heredadas (Bixio, 2008: 27).
Asimismo, las fuentes documentales del siglo XVII remarcan el traslado de grupos nativos desde otras regiones, por ejemplo: de los valles calchaquíes, el Chaco, el Valle de Londres y Santiago del Estero, a la jurisdicción de Córdoba (Bixio, 2007; Page, 2007; Ortiz, 2008; González Navarro, 2009; Tell y Castro Olañeta, 2011; Bixio et al., 2013; Zelaya, 2018). A fines del siglo XVII se observa aún en Córdoba cierta continuidad de la práctica de traspaso de los indígenas de sus pueblos a las diferentes propiedades de los encomenderos (Bixio et al., 2013: 30). No obstante, no contamos aún con datos que indiquen el traslado de grupos desde Santiago del Estero a la encomienda de Guayascate. En este contexto podemos proponer que los diseños cerámicos recuperados en AEG que fueron adscriptos a las regiones medias del Salado corresponderían a vínculos y contactos forjados durante el PPT, tal como se ha planteado para la localidad arqueológica de Cerro Colorado (Recalde, 2018).
Por su parte, la encomienda de Guayascate se destaca porque constituía un pueblo asentado en tierras originarias pero que sufrió la incorporación de poblaciones de otros sitios, reducidas en el lugar. Las tierras de su asiento fueron invadidas por el encomendero con hacienda y cultivos europeos, lo que la asemejaba más a una estancia que a un pueblo de indios (González Navarro 2013: 103; Grana y López, 2021a, 2021b). Este dato resulta significativo en tanto la cohesión grupal y la identificación colectiva se sostienen y refuerzan fundamentalmente en casos de poblaciones reducidas a pueblo, debido al derecho de vinculación con la tierra comunal y al reconocimiento por parte de la corona de esas comunidades (González Navarro, 2013: 116; Tell y Castro Olañeta, 2016: 213).
Finalmente, el otorgamiento de encomiendas de indios a los españoles conllevaba la obligación de evangelización y por lo tanto debían construirse capillas donde impartir las enseñanzas cristianas (Piana, 1992). Este adoctrinamiento forma parte de un claro programa por parte de las autoridades españolas y los evangelizadores, que implicó erradicar algunos símbolos e imágenes indígenas (Gruzinsky, 2007). De hecho, existen claras referencias del mundo andino donde el arte rupestre colonial fue combatido y dañado por los extirpadores de idolatrías, imponiendo de forma violenta la presencia física de la cruz a fin de erradicar toda influencia negativa sobre las poblaciones a evangelizar (Strecker, 1992; Martínez, 2009). No obstante, como plantea Martínez para el mundo andino, las formas significantes del arte rupestre no figurativo fueron ajenas a la decodificación europea, lo que dio lugar a una invisibilidad de la significación de este repertorio (Martínez, 2009: 23). En este contexto, podemos sumar la escasa y tardía presencia que tuvo el proceso evangelizador en la región cordobesa. Los trabajos históricos que han atendido a esta problemática muestran que desde la fundación de la ciudad de Córdoba en 1573 hasta las primeras dos décadas de ocupación española el proceso evangelizador fue débil ya que en los primeros años hubo muy poca asistencia sacerdotal en la jurisdicción (Peña, 1997). Cabe señalar que la presencia de las órdenes religiosas en los pueblos de indios fue muy esporádica en las primeras décadas de ocupación española. Así en 1590, en todo el territorio de la antigua gobernación del Tucumán había sólo 36 sacerdotes entre franciscanos, jesuitas y el clero diocesano (Arancibia y Dellaferrera, 1979; Sartori, 2020).4
La existencia de una capilla en Guayascate está registrada por datos arqueológicos con el reconocimiento de sus posibles cimientos de piedra, y en la documentación del siglo XVII (Tell, 2017), como así también mediante datos aportados por los actuales pobladores de esta localidad.5 Sin embargo, está capilla se destruyó en algún momento del siglo XVII y, aun cuando el encomendero Leandro Ponce de León fue obligado por el Visitador Martínez Luxan de Vargas en 1692/93, no fue reconstruida (Bixio et al., 2013). Toda esta evidencia conduce a pensar que la fe cristiana no habría constituido un factor relevante para desistir en la ejecución del arte rupestre como medio para objetivar identidades comunes.
Entonces, ¿se perdió el sentido de reproducir los códigos identitarios porque solo unos pocos individuos podían reconocer el significado de ellos?, ¿por qué no se plasmaron los españoles en el panel de AEG?, ¿con qué prácticas continuaron los nativos de Guayascate reproduciéndose culturalmente?
Todas y cada una de las líneas analizadas permiten comenzar a comprender el proceso de desestructuración ocurrido en Guayascate el cual, por un lado, hizo que se perdiera un marco idiosincrático prehispánico pero, al mismo tiempo, dio lugar a la construcción de uno nuevo, con base en acuerdos sociales que tuvieron fundamentos distintos. El surgimiento así de “lo mestizo”, no solo en el sentido genético sino también desde la mixtura de culturas que emergió a partir de la búsqueda de nuevas identidades, puede ser parte de las respuestas a los planteamientos expuestos. Desde inicios del siglo XVII, los habitantes de Guayascate se reconocen como nativos del lugar y exponen su larga historia en el pleito con los descendientes del encomendero García Tirado (Grana y López 2021b), no obstante, a lo largo del siglo XVII se debieron producir cambios ante la existencia de una nueva dinámica establecida con la relación nativo-español que lleva a considerar lo expresado por Bixio en su análisis de la Visita de Luxan de Vargas a fines del siglo XVII. La autora considera que los grupos de los que habla la visita no pueden homologarse a los prehispánicos pues las desnaturalizaciones, al menos en el caso de Córdoba, donde confluyeron indígenas de diferente procedencia con historias dispares, produjeron procesos de mestizaje de tal magnitud que ponen en crisis las categorizaciones tradicionales y fomenta una nueva división del mundo social que incluye fuertemente la marca de la colonialidad (Bixio, 2007: 27).
En este contexto es donde debe comenzar la búsqueda de posibles respuestas a las preguntas expresadas anteriormente. En suma, los lazos identitarios se vieron modificados y es probable que otras materialidades fueran incorporadas como medio de objetivación de pertenencias, las cuales se forjaban en la cotidianeidad de las prácticas. De todas maneras el panel fue integrado a partir de su observación, es decir que no intervinieron agregando motivos pero tampoco lo dañaron, ni borraron. ¿Cómo podemos interpretar estas actitudes frente al mismo? Consideramos que todas estas actitudes pueden estar vinculadas con actos de olvido o negación, dado que existen diferentes formas de olvido y así como la destrucción y sustitución de objetos pueden ser expresiones de ello, también puede actuar en este sentido la re-significación en los actos de recuerdo en los que intervienen (Augé, 1998; Mills, 2008).
El arte rupestre de AEG se convirtió así en un reflejo del pasado, en un registro sobre el cual los grupos habían perdido su sentido original, y los cambios generados por la imposición del sistema colonial en el siglo XVII dieron lugar a nuevas construcciones identitarias, las cuales se fundaron en la coexistencia de grupos con diferente origen, construcciones que implicaron el uso de otros símbolos, ajenos y distantes a los del panel con representaciones.
Agradecemos la lectura crítica y el aporte realizado por nuestras colegas Romina Grana y Constanza González Navarro. También deseamos agradecer las observaciones de las/los evaluadores que permitieron mejorar la versión original. Parte de esta investigación recibió financiación del CONICET (PIP 2014-2016 GI) y del Programa de Incentivos UNLP (Ref. 11/N734), ambos dirigidos por la Dra. A. Capparelli.
Bettolli, J. (2014). “La vivienda de patio en Córdoba (1573-1850). Orígenes y desarrollo de la tipología. Estudio y propuesta de recuperación de la casa ubicada en calle Caseros 70 de la ciudad de Córdoba”. Tesis de Maestría. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad Nacional de Córdoba (UNC). (Ms).
Bixio, B. (2007). Procesos de configuración identitaria: la mirada de la elite encomendera sobre los indígenas del Chaco asentados en estancias cordobesas a fines del siglo XVII. Actas de las Primeras Jornadas Nacionales de Historia Social Disponible en Internet: Disponible en Internet: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/113872 Consultada el 10 de marzo de 2021
Bixio B. (2008). “Procesos de configuración identitaria: la mirada de la elite encomendera sobre los indígenas del Chaco asentados en estancias cordobesas a fines del siglo XVII” en Mallo, S. y B. Moreira (comps.); Miradas sobre la historia social en la Argentina en comienzos del siglo XXI: 213-232). Centro de Estudios Históricos (CEH) Prof. Carlos S. A. Segreti / CEHAC-UNLP.
Castro Olañeta, I. (2002). “Recuperar las continuidades y transformaciones: las juntas y borracheras de los indios de Quilino y su participación en la justicia colonial” en Farberman, J. y R. Gil Montero (comps.); Los pueblos de indios del Tucumán colonial pervivencia y desestructuración: 175-202. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes / Universidad Nacional de Jujuy.
Castro Olañeta, I. (2010). Servicio personal, tributo y conciertos en Córdoba a principios del siglo XVII. La visita del gobernador Luis de Quiñones Osorio y la aplicación de las ordenanzas de Francisco de Alfaro. Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria 18 (1): 105-131. Disponible en Internet: Disponible en Internet: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-37512010000100004&lng=es&nrm=iso Consultada el 17 de noviembre de 2018.
Gónzalez Navarro, C. (2008). “Los pueblos de indios de la jurisdicción cordobesa a la luz de la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas (1692-1693)” en Mallo, S. y B. Moreira (comps.); Miradas sobre la historia social en la Argentina en comienzos del siglo XXI: 185-212. CEH Prof. Carlos S. A. Segreti / CEHAC-UNLP.
González Navarro, C. (2013). “El ejercicio de las artes manuales en talleres y obrajes de Córdoba (1573-1650): prácticas, relaciones e intercambios culturales” en Bixio, B. y C. González Navarro (dirs.); Mestizaje y configuración social. Córdoba (siglos XVI y XVII): 131-164. Córdoba, Editorial Brujas .
Lindskoug, H. B.; Pazzarelli, F.; Laguens, A.; Izeta, A. y J. Hierling (2011). “Vestigios de la despensa jesuita. Rastreando las instalaciones jesuíticas de la primera Universidad de Córdoba” en Ramos, M. A., Tapia, F., Bognanni, M., Fernández, V., Helfer, C., Landa, M., Lanza, E., Montanari, E., Néspolo, E. y V. Pineau (edits.); Temas y problemas de la Arqueología Histórica: 329-340. Buenos Aires, Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján.
López, M. L. y R. Grana (2019). “Reconociendo Guayascate. Nuevos aportes para desentrañar qué sabemos del paraje prehispánico e histórico del norte cordobés” en Laguens, A.; Bonnin, M. y B. Marconetto (comps.); Libro de Resúmenes XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina: 50 años de arqueologías: 25-27. Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades. UNC.
Pastor, S. (2007). ‘‘Juntas y cazaderos’’. Las actividades grupales y la reproducción de las sociedades prehispánicas de las sierras centrales de Argentina” en Nielsen A.; Rivolta, M. C. y V. Seldes (eds.); Procesos sociales prehispánicos en el sur andino: La vivienda, la comunidad y el territorio: 361-376. Córdoba, Editorial Brujas .
Rivet, M. C. (2013). Cruces e iglesias en un contexto chullpario: arte rupestre colonial en las tierras altas atacameñas. Nuevo Mundo Mundos Nuevos Disponible en Internet: Disponible en Internet: http://nuevomundo.revues.org/64960 Consultada el 20 de abril de 2020.
[1] Al respecto ver Pérez Pieroni (2015).
[2] El Museo Gunisacate es una institución de carácter privado, propiedad de los señores Dell’Orsi, el cual está abierto sin restricciones para el público en general.
[4] La presencia religiosa y su accionar en la zona rural de la jurisdicción de Córdoba del Tucumán, es un tema que excede al presente trabajo. No obstante, se tiene en consideración que principalmente los jesuitas hicieron reconocimiento de todo el espacio geográfico cordobés, con la realización de visitas a encomiendas y repartos de sacramentos (Sartori, 2020), pero no poseemos datos concretos sobre estas visitas para Guayascate.