Dossier / Artículo Invitado
“El dinero es bueno, pero un amigo es mejor”
Incertidumbre, orientación al futuro y “la Economía”
“Money Is Good, but a Friend Is Better”. Uncertainty, Orientation to the Future, and “the Economy”
“O dinheiro é bom, mas um amigo é melhor” Incerteza, orientação para o futuro e "a economia"
Benoît de L'Estoile 1
1 CNRS, CMH y Ecole normale supérieure/PSL
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7400-6152
Correo electrónico: blestoile@gmail.com
DOI: http://doi.org/10.34096/cas.i51.8237
"El dinero es bueno, pero un amigo es mejor". Incertidumbre, orientación al futuro y ‘la Economía’
Cuadernos de Antropología Social, núm. 51, mayo-septiembre, 2020.
Sección de Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas. Universidad de Buenos Aires
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Resumen
A partir de una etnografía de larga duración en los proyectos de asentamiento de un programa estatal en lo que habían sido Ingenios azucareros en el nordeste de Brasil, cuestiono en este artículo la aparente evidencia de « la economía » como marco privilegiado para comprender la situación de vida de los pobres, la que está estructurada por la precariedad y la incertidumbre sobre el futuro. Explorando la semántica del verbo portugués esperar (que condensa las acciones de esperar en el tiempo, de tener esperanza y de esperar algo probable) se analiza la pluralidad de posibles orientaciones frente al futuro de los antiguos trabajadores de la caña de azúcar, hoy beneficiarios de los proyectos de reforma agraria y sus estrategias para mitigar la incertidumbre en situaciones diversas. Mientras que la incertidumbre radical está fuera del control de las personas, éstas si pueden actuar sobre otras formas de incertidumbre relativas. Si bien el dinero es deseable, tiene un carácter transitorio, mientras que el valor de los amigos reside en su potencial de ayudar, especialmente en caso de crisis. En este sentido, la etnografía nos permite ir más allá de una "antropología económica" que propone analizar "otras economías", para explorar más bien los campos de oportunidades y los marcos de referencia que estructuran las situaciones de vida de las personas y las versiones locales de oikonomia, en su significado original de "gobierno de la casa" (gouvernement of houselhold).
Palabras clave: Incertidumbre; Economía; Espera; Brasil; Oikonomia
Abstract
Based on long-term ethnographic research in state-run settlement projects on former sugarcane plantations in Northeast Brazil, this article questions the evidence of “the economy” as a privileged framework for understanding the life situation of the poor, structured by precariousness and uncertainty about the future. Exploring the polysemy of Portuguese esperar (to wait, to hope, and to expect), it analyzes the plurality of orientations to the future among former sugarcane wageworkers included as beneficiaries in land reform projects, and their strategies to mitigate uncertainty in various configurations. If radical uncertainty lies out of reach of human hands, relative uncertainty may be acted on by mobilizing people. While money is desirable, it has a transitory character; and the value of friends lies in their potential to help, especially in case of a crisis. Ethnography thus suggests moving beyond an “economic anthropology” that aims to analyze “other economies” in order to explore the fields of opportunities and frames of reference that structure life situations and the local versions of oikonomia in its original meaning of “government of the household”.
Key words: Uncertainty; Economy; Wait; Brazil; Oikonomia
Resumo
Com base numa etnografia de longo prazo em projetos de assentamento estatais em antigas plantações de cana-de-açúcar no Nordeste do Brasil, este documento questiona a evidência da ideia de "economia" como um marco privilegiado para compreender a situação de vida dos pobres, que é estruturada pela precariedade e incerteza quanto ao futuro. Explorando a polissemia do verbo português “esperar” (aguardar, esperar e contar con), analiso a pluralidade de orientações em relação ao futuro entre os antigos trabalhadores assalariados da cana-de-açúcar incluídos como beneficiários em projetos de reforma agrária e as suas estratégias para mitigar a incerteza através de várias configurações. Se a incerteza radical está fora das mãos do homem, a incerteza relativa pode ser dirimida através da mobilização das pessoas. Embora o dinheiro seja desejável, ele tem um caráter transitório e o valor dos amigos reside no seu potencial de ajuda, especialmente em caso de crise. A etnografia sugere assim que é desejável ir além de uma "antropologia econômica" que visa analisar "outras economias" e se proponha a explorar os campos de oportunidades e quadros de referência que estruturam as situações da vida e as variantes locais da oikonomia no seu significado original de “governo do agregado da família”.
Palavras-chave: Incerteza; Economia; Espera; Brasil; Oikonomia
Quizás había sido un error no demandar al sindicato, reflexionaba Tatã, un antiguo peón de los Ingenios azucareros. “Llevar al sindicato a los tribunales ¡eso sí que hubiese sido bueno!”. En los años ‘80, Tatã trabajó de manera informal durante cinco años como chofer para la filial Coqueiros del Sindicato de Trabajadores Rurales, por lo que no tuvo acceso a prestaciones sociales. Un antiguo colega, que también había trabajado de manera informal para el sindicato, había recibido una importante suma de dinero luego de reclamar una indemnización en los tribunales de justicia. Zézinho, el presidente del sindicato local, "aún me debe este favor", dijo Tatã. De todas formas "no perdí", agregó: "él dice que el dinero es bueno, pero yo creo que un amigo es mejor“. Finalmente, Zézinho, electo alcalde a finales de la década de 1990, fue de hecho fundamental para la implementación del programa nacional de reforma agraria en Coqueiros, en el cual incluyó a Tatã como beneficiario, lo que le permitió obtener "una extensión de tierra". Tatã justificaba su conducta movilizando un esquema familiar de "sabiduría popular" local, que a menudo aparece en forma de proverbio: "un amigo en el mercado es mejor que el dinero en el bolsillo". ¿Por qué un amigo sería más valioso que el dinero? ¿Es Tatã un utilitarista, movilizado únicamente por el interés económico y el cálculo lucrativo? ¿Está pensando, al contrario, en términos de una "economía moral" al afirmar el valor superior de la amistad sobre el dinero? ¿O hay de hecho algo en juego aquí completamente distinto?
Encontré a Tatã y Zézinho varias veces en el transcurso de una etnografía de larga duración focalizada en tres ingenios azucareros convertidos en proyectos de asentamiento en el sur de la Zona da Mata, en la región de Pernambuco, a lo largo de la costa noreste de Brasil.1
Considero que interpretar la formulación de Tatã en términos “económicos”, o incluso en términos de una “economía moral”, nos impide comprender la complejidad del mundo en el que estos dichos adquieren sentido. Sugiero entonces que se trata más bien de una declaración sobre la forma adecuada de conducir la vida en una situación de precariedad estructural y de incertidumbre radical sobre el futuro. Esta situación de incertidumbre e imprevisibilidad está asociada con una forma específica de orientación al futuro, que puede ilustrarse a partir de la polisemia del verbo esperar en portugués.* Las personas movilizan relaciones personales y recursos para responder a las expectativas sobre el futuro, que están definidas por campos de oportunidades y marcos de referencia. Los cambios a lo largo del tiempo, tanto en relación con los campos de oportunidades como con los marcos de referencia, producen diversas configuraciones de incertidumbre.
A un nivel más radical, sugiero que la etnografía, al prestar atención a las formas en que las personas conceptualizan sus prácticas, nos permite cuestionar “la economía” como el marco evidente a través del cual se percibe el mundo y se actúa -según los académicos (incluidos los antropólogos)- sobre él,. Esto nos permitiría ir más allá de “la antropología económica”, que es en sí misma un producto de dicho marco, para ver con mayor precisión, antes que las “prácticas económicas” en otros contextos, otras formas de construir el mundo y de vivir en él, o, siguiendo a Wittgenstein (1953), otras “formas de vida”.
La economía moderna y sus otros
Es tentador leer declaraciones como “un amigo es mejor que el dinero” a la luz de la larga y familiar discusión entre la economía del dinero y las relaciones personales. La economía capitalista moderna ha estado asociada tanto con un proceso de racionalización del tiempo como con uno de despersonalización que ha invadido el mundo de las relaciones personales. Existe una extensa literatura que relaciona la expansión de la economía monetaria con el desarrollo de una actitud calculadora, racional y despersonalizadora hacia la vida (Simmel, 1903; Weber, 1968). En ella, la actitud calculadora aparece como una –sino la– característica que define nuestro mundo moderno. El cálculo implica un marco de referencia común y estable que permita definir las expectativas. Tanto la previsibilidad del futuro como la actitud calculadora parecen ser esenciales para nuestra noción de economía moderna. Ello supone un modo específico de relacionarse con el futuro, basado en esfuerzos constantes para reducir la incertidumbre o, cuando eso no es posible, estimar la probabilidad de que ocurra un evento para reducir su efecto.2 La incertidumbre, si bien no es totalmente evitable, debe ser contenida por la racionalización y el cálculo. Es en contraste con esta concepción idealizada de la economía (moderna) que la antropología económica y la sociología económica se afirmaron. Siguiendo a Malinowski, los antropólogos y otros académicos han demostrado que esta era una visión demasiado estrecha de las prácticas económicas y nos enseñaron a pluralizar nuestra comprensión de la economía.
Una serie de nociones utilizadas por la antropología económica y la sociología como calificativos de la “economía”, tales como “primitiva”, “campesina”, “tribal”, “de don”, “doméstica”, “moral”, “popular”, entre otras, sugiere la existencia de concepciones y prácticas económicas poco ortodoxas, subalternas y con reglas específicas, que cabe aquí dilucidar para producir una imagen más plural de las “prácticas económicas” a la mirada sobresimplificadora que nos provee la “economía estándar”.3
Si bien esta línea de trabajo ha ampliado enormemente nuestra visión, sigue estando limitada a ser un contradiscurso que refleja a su antagonista y que está arraigada en la creencia profunda de que “la economía” existe en sí misma en todas partes y en todo momento. Así, la economía subyacería a todas las situaciones, incluso si toma formas específicas en contextos no capitalistas. Esta creencia ontológica es compartida no solo por los expertos en economía de mercado sino también por sus críticos más firmes, como los dos Karls, Marx y Polanyi, y sus seguidores.4 Para este último (inspirado en Weber, 1968), la “economía”, es decir, el proceso de satisfacción de las necesidades materiales, estuvo incrustada durante mucho tiempo en las relaciones sociales; sin embargo, de manera sustancial la economía ya estaba allí, incluso si no se la reconocía como tal antes de que Aristóteles la “descubriera” y la categorizara (Polanyi, 1957; véase también Finley (1984). Siguiendo a Polanyi, Aristóteles fue considerado como pionero de una comprensión alternativa de la “economía”, en el sentido de lo que Gudeman y Rivera (1990) han llamado “economía doméstica”, en contraste con la “economía de mercado”. Sin embargo, mientras que por supuesto la “economía” se deriva etimológicamente de oiκoνoμια (oikonomia), Aristóteles acuñó esta noción en su Política para referirse al gobierno doméstico del oikos (la casa y la propiedad), en contraste con la politiké, el gobierno cívico.5 Para Aristóteles, gobernar el oikos era esencialmente ser un buen “dueño de casa”, y asegurar así la autonomía del oikos: esto involucraba principalmente la dominación (archè) sobre los dependientes vivos (esclavos, cónyuge e hijos) y solo de manera secundaria la administración de las cosas. Una traducción más adecuada de “oikonomia” sería entonces “gobierno de la casa”, que introduce y prioriza la dimensión política (en nuestro sentido moderno del término).
La noción misma de una “economía sustantiva”, es decir, la creencia de que las condiciones materiales de la vida (producción, intercambio y consumo) son lógicamente distintas de las políticas o espirituales (incluso si están ligadas) es una característica ontológica esencial de nuestro mundo contemporáneo.6 Para ir más lejos, debemos desafiar la noción misma de “economía” como un marco de referencia dado por sentado. Retomo aquí la propuesta de Timothy Mitchell, quien afirma audazmente que “la idea de la economía en su sentido contemporáneo no surgió hasta mediados del siglo XX” (Mitchell, 2002, p. 4). Si bien la validez histórica de la tesis de Mitchell es discutible, se asume aquí su idea de que “la economía”, lejos de haber “estado allí siempre” como un componente necesario de cualquier mundo, es, a pesar de su posición central en el nuestro, un elemento contingente.
Expectativas, campos de oportunidades y marcos de referencia
Dentro del marco económico, las cuestiones de orientación hacia el futuro se han formulado generalmente en términos de “expectativas”. La “expectativa” es un concepto analítico importante en la economía, pero también en las ciencias sociales.7 Mauss (1969) sugirió en su obra que las expectativas (attentes) son la esencia de la vida social y “producen la economía y la ley”; mientras que Weber (1968) dio a Erwartungen un lugar central en sus trabajos. Sin embargo, estas nociones de expectativa son a menudo genéricas y abstractas. Para acercarnos a la experiencia vivida, retomamos la noción dual de Reinhart Koselleck (1995) de “espacio de experiencia” (Erfarhungsraum), que el autor define como “el pasado en la medida en que está presente” y “horizonte de expectativa” (Erwartungshorizont), “el futuro en la medida en que está presente”. Como señala Koselleck, la fecundidad de estas nociones radica en su carácter metahistórico y “antropológico” (la condición humana se desarrolla necesariamente en el tiempo), pero supone al mismo tiempo la necesidad de especificarse histórica y socialmente para adquirir sentido. Para hacerlo, es útil complementar estos dos conceptos con las nociones de “campo de oportunidades” y “marco de referencia”. Utilizo aquí la noción de “campo de oportunidades” para referirnos en un sentido amplio al conjunto de posibilidades y restricciones que definen en un momento dado las “condiciones para la vida”, tanto materiales como simbólicas, para un grupo de individuos en particular; lo que Weber (1968, p. 927) denominó “oportunidades de vida” (Lebenschancen). Por otro lado, “marco de referencia” remite al marco cognitivo y normativo utilizado por las personas para dar sentido a su mundo y actuar en él. Esto corresponde de manera general a lo que en la literatura antropológica y sociológica se ha denominado de distintas maneras como “cosmovisión”, “eidos”, “sentido común”, “marco de constructos”, “marco interactivo”, “definición de la realidad”, “estructuras mentales”, “culturas” o incluso “ontologías”.8 Los “marcos de referencia” se comparten parcialmente dentro de un mundo social determinado (lo cual permite la orientación mutua) y son en cierta medida definidos por las experiencias colectivas e individuales. Envuelven aspectos ontológicos, éticos y políticos, que implican valores y creencias sobre lo que es el mundo, lo que constituye una “buena vida” y lo que es ser una “buena persona” (Redfield, 1965). Los marcos de referencia están asociados a un campo de oportunidades dado. Pero, en cierta forma, permanecen también autónomos respecto de este. De hecho, más de un marco de referencia puede estar asociado al mismo campo de oportunidades. Esta formulación no implica afirmar que el campo de oportunidades pueda existir “fuera” de todo marco de referencia. Al contrario, la forma misma de cualquier campo de oportunidades está estructurada por marcos de referencia (legales, económicos, políticos, etc.). Las oportunidades realmente disponibles para un individuo están limitadas por partida doble: por las expectativas y las percepciones de lo que es “apropiado” en una situación particular, propias y las de los demás.
Estos marcos de referencia (que incorporan las experiencias individuales y colectivas) definen tanto las formas en que se experimenta e interpreta el mundo como las expectativas que pueden tenerse sobre el futuro. La combinación particular de un campo de oportunidades y un marco de referencia específico define “horizontes de expectativa”, en parte individuales y en parte colectivos. Estas nociones son, por supuesto, reflexivas: no solo se aplican a aquellos a los que pretendemos comprender, sino también a nuestra propia “forma de vida”.
La reforma agraria y el marco económico para planificar el futuro
En este apartado describiré, en primer lugar, los cambios estructurales en el “campo de oportunidades” en términos del marco habitual de la “economía” para intentar luego ir más allá de él. Los ingenios azucareros de Pernambuco que han recurrido al trabajo esclavo a gran escala fueron integrados a la economía capitalista a partir del siglo XVI por los colonos portugueses y holandeses (Schwartz, 1985). De hecho, Sidney Mintz (1974) argumentó que el sistema de plantaciones había sido el precursor de la forma de organización industrial capitalista de las poblaciones sometidas, mucho antes de que la industrialización tuviera lugar en Europa. Los trabajadores de la caña de azúcar de Pernambuco han vivido en un mundo monetizado hace mucho tiempo, generalmente recibiendo salarios semanales, pagados por el patrón o por un subcontratista (gato).9
La agroindustria de la caña de azúcar de Pernambuco ha dependido en gran medida del Estado brasileño, sobre todo a través del Instituto Federal de Azúcar y Alcohol (IAA), que subsidiaba históricamente a los productores de caña del noreste, donde la productividad es menor que en otras regiones; luego, a partir de los años ’70 con el Plan Proalcool, que fomentaba la producción del etanol como combustible a partir de la caña de azúcar.10 A principios de la década de 1990, las políticas neoliberales (gobierno de Collor de Mello) suprimieron el IAA, por lo que el sector productor azucarero de Pernambuco fue rápidamente alcanzado por una crisis aguda y, en consecuencia, por una fuerte caída en la producción.11 Este desplome llevó a varios grandes grupos agroindustriales del azúcar a la quiebra y, por lo tanto, al desempleo masivo, especialmente de los trabajadores temporarios.12 Algunas refinerías de azúcar ofrecieron pagar sus deudas con el Banco de Brasil transfiriendo una parte de sus propiedades al Estado federal. Al mismo tiempo, se produjo una expansión significativa de la política de reforma agraria, estimulada por la presión ejercida por los movimientos sociales (como el MS y los sindicatos de trabajadores rurales, entre otras organizaciones), por lo que el Estado federal expropió una buena cantidad de tierras bajo la supervisión del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), que compensó a los antiguos propietarios y dividió dichas tierras en pequeños lotes cultivables .13
El ideal de la reforma agraria en Brasil, tema de debate y conflicto en el país desde la década de 1950, supone un horizonte de expectativa orientado por la creencia en el progreso y liderado por un Estado racional y modernizador.14 La planificación racional aparece así como el medio para gobernar el futuro. Idealmente, los proyectos de asentamientos de la reforma agraria deberían haber permitido el desarrollo de una “agricultura familiar” próspera, que proporcionara productos de calidad a la población brasileña, y a los pequeños productores, una renta suficiente.
“Planificación”, “uso racional de la tierra”, “desarrollo”, “organización” y “gestión” son palabras clave de la definición oficial de la política estatal de la reforma agraria. Una característica sorprendente de estos proyectos de reforma es la pretensión de controlar el tiempo y planificar el futuro de manera racional. Este objetivo se lograría a partir de una herramienta específica, el Plan para el Desarrollo del Proyecto de Asentamiento (Plano de Desenvolvimento do Assentamento [PDA]).15 Este documento fue concebido con el fin de definir un plan sistemático para alcanzar la “emancipación” de la tutela estatal, una vez que los asentamientos lograran un desarrollo económico y social. El plan consistía, en primera instancia, en un “diagnóstico” que examinaría sucesivamente “aspectos geográficos” (los suelos), “aspectos sociales” (población, organización social, vivienda y saneamiento, salud, cultura y ocio, educación), “aspectos económicos” (sistema productivo y comercialización) y, finalmente, “aspectos ambientales”. Esta división bajo varios “aspectos” esta naturalizada, ya que cada uno de ellos está asociado con distintos campos de experiencia y diferentes especialistas. El PDA describe a su vez dos planes: uno de desarrollo sostenible y otro de explotación económica, y prevé a su vez la evaluación de los costos de implantación de varios proyectos de desarrollo (programas sociales básicos y un programa ambiental). 16 La necesidad de controlar racionalmente el tiempo a partir de la “planificación y estrategia” ocupa un lugar destacado en este tipo de documentos. Sin embargo, funcionarios del INCRA, agentes de ONG y técnicos agrícolas encargados de estos proyectos se quejaban generalmente de que las personas no estaban “preparadas”, que no tenían “ningún sentido de la administración”: el haber estado “administrados” durante siglos por patrones los había vuelto incapaces de “administrarse a sí mismos”. Para fomentar entonces el “desarrollo económico” del asentamiento y de los beneficiarios, los agentes se esforzaban por hacerles “cambiar la cabeza” y que aprendieran a “autoadministrarse”. Por lo tanto, el PDA sugería que los “agentes” sean “capacitados” para adoptar un comportamiento “estratégico” para controlar un calendario de producción que les permitiera así maximizar las ganancias y aprender a dominar las leyes de la oferta y la demanda. Para estos especialistas, organizar el futuro es posible dentro del marco de referencia de “la economía”, porque esta es para ellos una parte constitutiva de su proprio mundo.17
En una escala más amplia, las mismas vastas categorías respaldan las evaluaciones de la reforma agraria, para la cual se usan normalmente “indicadores económicos” (o “socioeconómicos”). El uso de dicho marco está directamente relacionado con la importancia política del tema. La evaluación de la reforma agraria como “éxito económico” (o fracaso) ha sido un tema central en la política brasileña durante más de medio siglo. Los críticos conservadores han sido más propensos a denunciar a la reforma agraria como económicamente ineficiente, sugiriendo que el Estado brasileño podría invertir mejor sus recursos en otros sectores, como la agricultura comercial (agrobusiness). Fue en este contexto que un importante estudio de la reforma agraria a nivel nacional, financiado por el ministerio a cargo de esta (MDA) y realizado por destacados investigadores brasileños (antropólogos, sociólogos rurales, economistas y agrónomos) tuvo como objetivo evaluar tanto aspectos “económicos” como “sociales”, en términos de “impactos” (Heredia, Medeiros, Palmeira, Cintrão, y Pereira Leite, 2004). Una parte significativa del informe se dedicó al análisis del “impacto de los asentamientos en la dinámica económica regional”, considerando sucesivamente los siguientes temas: creación de empleos; producción de agricultura; efecto sobre la producción local; productividad, asistencia técnica y modelos tecnológicos; acceso al crédito, efectos en la comercialización y efectos en las condiciones de vida de las poblaciones involucradas.18 El resultado central del informe fue que, si bien el Estado no había brindado las políticas adecuadas que aseguraran el éxito económico de la reforma, las condiciones materiales de vida de los beneficiarios mejoraron claramente en comparación con su condición anterior.
“La economía”, por lo tanto, no es únicamente un marco de referencia para entender el mundo y actuar en él, es también un conjunto de prácticas sociales y herramientas cognitivas que constituye el “mundo social”. Aunque no siempre actúen o piensen en términos “económicos”, los diversos actores viven en un mundo definido por la economía como marco general. Los académicos comparten este marco porque pertenecen a este mundo. Sus (nuestros) proyectos y acciones se basan en la premisa de que “la economía” determina la base misma de nuestra existencia.
Esperar: precariedad estructural, incertidumbre radical y orientación hacia futuro
Tales visiones del futuro contrastan con las formas en que los beneficiarios experimentan el tiempo. Este modo específico de orientación hacia futuro puede ilustrarse a partir de la polisemia del verbo esperar. La polisemia de sentidos de esta palabra aparece tanto en el portugués como en el español, aunque no en inglés.19
Lo que podríamos llamar “incertidumbre radical” e imprevisibilidad son características estructurales de la vida en el nordeste rural. La gente en Coqueiros ha vivido durante generaciones en un estado de precariedad estructural, enfrentando el riesgo de caer por debajo del nivel de supervivencia.20 Sin embargo, esta condición se “naturaliza” al experimentarse como parte de la vida normal y no como un momento particular de “crisis”, palabra que se usa para describir situaciones de dificultad personal aguda.21 Cuando la situación de privación personal o familiar es grave, la gente dice estar “pasando necesidad” (passando necessidade) o “pasando hambre” (passando fome).
Se pueden definir dos amplias áreas de incertidumbre sobre las cuales los humanos tenemos posibilidades de control bastante distintas: una relativa y una radical. Por un lado, la incertidumbre relativa está constituida por el propio mundo social, junto con las personas que uno conoce y a las que se puede acceder fácilmente de manera directa o indirecta. En circunstancias normales, las expectativas sobre lo que otros harán se definen por un marco de referencia común, un conjunto de normas y valores compartidos. En las zonas rurales de Pernambuco, las interacciones al interior de las relaciones interpersonales e interfamiliares son relativamente predecibles en la medida en que siguen un principio de reciprocidad (tanto positiva como negativa). Si uno ayuda a alguien, esperará que lo ayuden más tarde; si una persona mata a otra, debería esperarse que los familiares se venguen, matando al asesino o a uno de sus parientes más cercanos. Esta es, entonces, un área de incertidumbre relativa: uno no puede predecir con absoluta certeza cómo reaccionarán sus interlocutores en una interacción, pero tiene expectativas definidas en cuanto al radio de sus posibles acciones.
Por otro lado, otras áreas de la vida están completamente fuera de nuestro control, y definen así áreas de incertidumbre radical. La incertidumbre y la imprevisibilidad definen las características de la vida campesina en cualquier lugar, ya que la agricultura está sujeta en gran medida a los accidentes climáticos.22 Si bien algunos de los beneficiarios del programa de reforma agraria son más hábiles que otros, uno de ellos destaca la imprevisibilidad al exclamar “¡La agricultura es un disparo en la oscuridad! Usted puede perfectamente plantar y obtener esa [gran] producción o no obtener nada”.
La imprevisibilidad se extiende a otras áreas de la vida. Los pobres en Brasil han aprendido a vivir en ausencia de un sistema de seguridad social eficiente, sin acceso a la salud o a un seguro de vida. Los pobres en Coqueiros viven con el riesgo constante de enfermarse, de sufrir un accidente o de ser asesinados. La experiencia de una muerte súbita es, por supuesto, un rasgo común de la condición humana, pero su frecuencia imprime una calidad específica en la vida en Coqueiros. Mis interlocutores se refieren a varios casos de trayectorias aparentemente “exitosas” terminadas brutalmente por un accidente de tránsito o un asesinato. Tales destinos trágicos son un doloroso recordatorio de que los planes racionales para el futuro son frágiles y no están en sus manos.
La incertidumbre, tanto relativa como radical, es entonces una característica básica de la vida, que enmarca las expectativas cotidianas. Esperar sugiere algo más que solo aguardar (como posición pasiva), e incluso la experiencia de que esperar es a menudo frustrante. Tiene una calidad abierta, vinculada a la incertidumbre, en que el aguardar se mezcla con la esperanza. Esperar refiere a una esperanza realista, mientras que sonhar (soñar) sugiere algo que es teóricamente posible (especialmente con la ayuda de un milagro) pero poco probable. Sin embargo, hay sustantivos distintos: esperança y espera. Como en otros lugares con una historia cristiana, la esperanza está aquí asociada con la vida e imbuida de un halo religioso.
Esperar en este contexto se refiere a un horizonte de expectativa difícilmente reducible al cálculo. Las personas usan a veces cierta forma de cálculo o comparan los rendimientos esperados, por ejemplo, cuando deciden si se conforman con plantar caña de azúcar en su parcela en lugar de algún otro cultivo. Sin embargo, sería una sobreinterpretación leer esto como un “cálculo económico”. De hecho, es posible que algunos factores cruciales no se calculen en absoluto.
Lidiar con la incertidumbre: tres configuraciones
Si bien la incertidumbre es, entonces, una característica estructural, su distribución específica varía de acuerdo con cada configuración. Describiré aquí tres configuraciones de incertidumbre, asociadas a sus propios campos de oportunidades y marcos de referencia que, en diferentes momentos históricos, han estructurado la vida de quienes viven y trabajan en los mismos territorios que solían ser ingenios azucareros y son ahora proyectos de asentamiento: la vida en el mundo de los ingenios, el momento de crisis que condujo a la expropiación y la vida en el asentamiento.23 Si bien la incertidumbre radical permanece constante (a pesar del progreso en la asistencia social a lo largo de los años),24 las formas de incertidumbre relativa están en parte definidas por los cambios en las configuraciones y también por una continuidad geográfica y social, ya que son las mismas tierras y en cierta manera las mismas personas las que están involucradas. Para cada configuración, primero delinearemos los cambios estructurales en el campo de oportunidades y luego las formas en que estos moldean las experiencias de las personas.
El mundo del ingenio azucarero
Para un trabajador rural, el campo de oportunidades en la Zona da Mata ha estado definido principalmente por el mundo del ingenio azucarero, que también ha definido el marco de referencia hegemónico. El ingenio no fue solo una institución económica, sino también un mundo político, social y cultural que estructuraba toda la vida de sus habitantes y se caracterizaba por un supuesto básico de continuidad (García, 1989). Después de la abolición de la esclavitud (1888), la manera más común en que los pobres estabilizaban el futuro era entablando relaciones personales de obligación con los patrones, siguiendo un modelo de “preferencia por la seguridad” claramente planteado por Scott (1976).
Aunque muy personales, estas relaciones siguieron patrones socialmente sancionados, basados en la expectativa de reciprocidad. En el modelo estándar, hasta la década de 1960, un trabajador no solicitaba al patrón un “trabajo” o una “posición” sino una casa de morada (casa para habitar), con el mutuo entendimiento de que habitar en el ingenio implicaba la obligación/oportunidad de trabajar en ella a cambio de un salario y del derecho del morador (el trabajador residente) a tener acceso a una pequeña parcela de tierra para cultivar alimentos como la yuca y el maíz (Palmeira, 1977). A cambio de su lealtad, un morador podía esperar protección, beneficios en “especies” (como por ejemplo, acceso a madera de la selva del ingenio o pescado durante la Cuaresma) y “ayuda” en caso de “crisis” (un automóvil para llevar a alguien enfermo al hospital, dinero para comprar un medicamento, un préstamo, etc.). Al describir el “tiempo del ingenio”, los antiguos trabajadores son a menudo ambivalentes, e insisten ya sea en la dominación (que denominan “cautiverio”) o en la protección otorgada por el “buen patrón”. El aspecto “económico” resulta raramente destacado. El ideal último de un morador era que se le concediera un sitio, una pequeña extensión de tierra que incluyera una casa, junto con un roçado (jardín temporario) y el derecho a plantar árboles frutales, que, en contraste con los cultivos anuales, implicaba una ocupación a largo plazo y una relativa autonomía. No obstante, a partir de la década de 1960 se volvió gradualmente indeseable para los dueños de las tierras (en parte como resultado de la implementación de la nueva legislación laboral) mantener la fuerza de trabajo dentro del ingenio, por lo que dejaron de “dar casas” y alentaron a sus moradores a instalarse en las zonas urbanizadas.25 A pesar de esto, en uno de los ingenios estudiados esta configuración se mantuvo prácticamente hasta su quiebra en 1996.
En esta configuración, la incertidumbre relativa (sobre la que se puede actuar) se concentró en la relación con el patrón, porque la calidad de la relación personal era esencial para garantizar el acceso a oportunidades y recursos: el morador no tenía garantía legal de estabilidad (se lo podía obligar a partir rápidamente), pero podía esperar estabilidad y protección a cambio de su lealtad. En el marco de referencia hegemónico, las relaciones adecuadas entre un “buen patrón” y un “buen trabajador” se expresaban en un lenguaje moral de reciprocidad y “amistad”; y las expectativas estaban bastante bien definidas, lo que no evitaba, sin embargo, el conflicto y, ocasionalmente, la violencia.
Ante estas situaciones, los sindicatos proporcionaron un marco de referencia alternativo que explicaba la realidad en términos de explotación y lucha de clases (Sigaud, 1986). La legislación laboral abrió nuevas oportunidades y permitió el acceso a la protección legal; y los líderes sindicales alentaron a los trabajadores a desafiar a los patrones y a “reclamar sus derechos” en los tribunales. Sin embargo, las relaciones personales entre los líderes sindicales, las diferentes jerarquías y filas de trabajadores sindicalizados seguían por lo general un modelo similar, descrito como de reciprocidad y “amistad” (Sigaud, 2006).26 Significativamente, este es el término que Tatã utilizaba para calificar su relación con el presidente del sindicato, Zézinho, al mismo tiempo que consideraba demandarlo como expatrón.
Sacudiendo marcos de referencia: crisis de la caña de azúcar y ocupaciones de tierra
La crisis de la agroindustria de la caña de azúcar a mediados de los años ‘90 condujo a cambios dramáticos que definieron nuevas limitaciones y oportunidades. Una parte de los que se enfrentaron al desempleo –que buscaban desesperadamente una “salida” de una situación de “crisis”– participaron en las ocupaciones de tierras encabezadas por el sindicato de trabajadores rurales de Coqueiros.27 La ocupación de una propiedad desencadena el proceso oficial de expropiación de la tierra por parte del Estado federal. Abre un período prolongado e incierto, durante varios meses o incluso años, con la posibilidad de interrupciones judiciales o desalojos violentos por parte de pistoleiros, lo que conlleva largos períodos de espera para los involucrados en la ocupación hasta la eventual creación de proyectos de asentamientos.28 Fue un momento caracterizado a la vez por una máxima incertidumbre y ansiedad, y un sentimiento de esperanza, con diferentes significados para los que vivían en la tierra en cuanto moradores y los que llegaron durante las ocupaciones. Para los moradores, el “marco de referencia” anterior fue sacudido, ya que la supuesta continuidad del ingenio, hasta entonces su mundo dado por sentado, finalmente se desmoronó. Las expectativas sobre el futuro, la esperanza de acceder a nuevas oportunidades y el temor de perder la protección fueron formuladas en varios marcos de referencia a medida que moradores y trabajadores se enredaban en lealtades conflictivas hacia su “buen patrón” y los líderes sindicales (de L'Estoile y Pinheiro, 2006). Muchos expresaron su preocupación con respecto a la protección cuando la vida estaba en peligro. “¿Quién enviará un auto para llevar a alguien enfermo al hospital?” era una pregunta reiterada, ya que los patrones siempre habían asumido esta responsabilidad. Cuando se les preguntaba a las personas sobre el futuro, la mayoría refería a “sueños” en lugar de “proyectos”. La capacidad misma de formular “proyectos” y estrategias depende del campo de oportunidades así como de su percepción.29
Al mismo tiempo, otros expresaban tener “esperanza”, una orientación positiva al futuro, que abría posibilidades de acción y, en algunos casos, la formulación de proyectos individuales y colectivos (de L'Estoile y Sigaud, 2006). La “esperanza” de obtener un pedazo de tierra fue para muchos la fuerza motriz para unirse al movimiento e incurrir en las dificultades y riesgos que implicaba la participación en la ocupación de tierras, mientras que otros buscaban más bien una “salida” temporal de una situación de privación. En este contexto, surgieron nuevos líderes, quienes intentaron divulgar la creencia en un futuro colectivo, alistando a las personas en el sendero de la “reforma agraria”.
“En la luna”: proyectos de asentamientos de la reforma agraria
La tercera configuración de la incertidumbre está asociada a una transformación dramática en el campo de oportunidades, generada por la implantación de los proyectos de asentamiento. Finalmente, tres Ingenios en Coqueiros fueron expropiados por el Estado federal a fines de 1997 y entregados al INCRA, en los cuales se crearon tres proyectos de asentamiento. Los beneficiarios (tanto los antiguos moradores como quienes habían participado en las ocupaciones) tuvieron que firmar un contrato de “concesión de uso” de una parcela de tierra a cambio del desarrollo agrícola de la misma por parte del beneficiario y su familia. Esta “concesión de uso” supuestamente evolucionaría hacia una propiedad provisional para, por último, garantizar legalmente esta última por medio de un título de propiedad. Por lo tanto, existía cierta expectativa respecto de la propiedad legal, pero la posibilidad de que suceda (o incluso el suceso real) sigue siendo altamente incierto. Al principio, la creencia generalizada era que esto ocurriría dentro de los primeros 10 años, pero 15 años después del inicio del proceso esta etapa sigue estando lejos.
El período inicial en el proyecto de asentamiento fue de grandes esperanzas y profundas ansiedades. En septiembre de 1999, cuando los camiones descargaron los ladrillos destinados a la construcción de casas en los campos donde recientemente se había cortado caña de azúcar, los beneficiarios describieron con los ojos brillantes los planes para sus nuevos hogares y sus vidas futuras. El horizonte de expectativa en este nuevo entorno se basó en la experiencia pasada y en el ideal utópico del “ingenio liberado”, que combinaba la seguridad del ingenio y la autonomía del sitio (Sigaud, 1977). El acceso al estatus de beneficiario del asentamiento de la reforma agraria fue valorado especialmente porque se asoció con la “libertad”, es decir, con una mayor autonomía. Para aquellos que, voluntariamente o no, abandonaron los ingenios a lo largo de los años, la reforma agraria ofreció la oportunidad de “regresar a la tierra” y hacer realidad su sueño de tener (o tener de vuelta) su propio sitio. Un beneficiario llamó a su nuevo terreno “Buena Esperanza” (Boa esperança); otra puso en la entrada el cartel “Granja de la Alegría de Morena”. Si bien la reforma agraria estaba oficialmente orientada a la producción agrícola, lo que muchos beneficiarios valoraron fue, sobre todo, la oportunidad de convertirse en “dueño propio” (dono de si), la posibilidad de actuar como dueños en la casa y en la tierra propias, en contraste con la situación anterior dentro del ingenio o incluso en las zonas urbanizadas donde algunos se habían instalado. Si bien dono se traduce a menudo como “propietario”, con énfasis en los aspectos legales y económicos, considero que dueño (master) es un mejor equivalente, ya que destaca la capacidad (política) de tomar decisiones autónomas (en relación con las nociones de gobierno de la casa u oikonomia en el sentido aristotélico). La “autonomía” adquiere un sentido muy significativo en una región marcada por la experiencia secular de la esclavitud y por la experiencia de la dependencia personal. Se expresa mediante la posibilidad de controlar el tiempo y la movilidad: “trabajo en el momento en que yo quiero” y “voy a donde yo quiero”. Estas fórmulas tienen sentido en contraste con la experiencia anterior de estar bajo las órdenes del capataz o del patrón del ingenio, quienes definían las tareas. Convertirse en el propio patrón (master) estaba fuertemente asociado con la recuperación de la dignidad. Interrogado en 1999 por un compañero beneficiario acerca de la “libertad”, Mario respondió “pasamos a ser personas”.30
La creación del asentamiento definió un espacio cuyas reglas específicas lo diferencian tanto del orden del ingenio que había gobernado anteriormente el territorio y sus habitantes, como del de otras plantaciones donde esa orden continuaba. Los beneficiarios de los programas conocieron rápidamente el mundo burocrático del Estado brasileño, cuyo contacto había estado hasta entonces mediado principalmente por los sindicatos. Si bien el INCRA está oficialmente a cargo del asentamiento, la práctica real está más bien guiada por una forma de administración indirecta (indirect rule), de acuerdo con la cual el presidente de cada asociación de beneficiarios desempeña un papel de intermediario que recuerda a los jefes en el mundo colonial.31 Los beneficiarios tuvieron que enfrentar una nueva incertidumbre con respecto a la definición misma del marco de referencia adecuado. Como comentó retrospectivamente el expresidente de una asociación de asentamientos en referencia a lo que siguió a la “implosión” del mundo de los ingenios, “fue como estar en la luna”, un universo donde “todos avanzan a ciegas”.
Por un lado, la vida en un asentamiento de reforma agraria reduce la imprevisibilidad estructural al brindar cierta seguridad y estabilidad. Incluso si los beneficiarios no son “dueños” de su parcela o de su casa y pueden (en principio) ser expulsados si no cumplen con los criterios establecidos por el INCRA, después de algún tiempo, la mayoría de ellos parecen disfrutar de un sentido de seguridad relativa, especialmente porque se sienten “en casa”, en lo que insisten en llamar “su casa”. Pero, por otro lado, sus cuentas sugieren que la incertidumbre ha crecido en otras áreas de la vida. Mientras que aquellos que fueron trabajadores fichados (declarados) en el ingenio podían contar con un pago semanal regular, ahora se los insta a convertirse en “pequeños productores” capaces de dominar un marco de tiempo mucho más largo (el del ciclo agrícola anual) y además equilibrar “buenos” y “malos” años. Sin embargo, tal desafío parece fuera del alcance de muchos beneficiarios, quienes afirman que carecen de los medios para “sobrevivir” durante el período en el que uno tiene que cultivar y aún no ha cosechado nada. Un antiguo morador me contó que “solía tener crédito en las tiendas” porque estaba seguro de recibir su salario semanal; en caso de necesidad, su empleador, un “amigo”, también podía prestarle algo de dinero como anticipo de su futuro salario. Este acceso al crédito en forma interpersonal se detuvo cuando se convirtió en beneficiario de la reforma agraria.
La capacidad de “gobernar el tiempo” se relaciona con un diferencial de poder y con marcos de referencia en conflicto: mientras que para los beneficiarios la “libertad” está asociada con ser “dueños” de su tiempo, los promotores de los proyectos y los técnicos de desarrollo intentan enseñarles cómo “hacer planes”, pero en realidad los hacen esperar. Los proyectos de transformación social controlada implican una “racionalización” y una “administración” del tiempo que rompen con las temporalidades propias de las familias.32 Sin embargo, el futuro no se materializó como estaba previsto: el primer gran proyecto agrícola de los tres asentamientos, entre 1999 y 2000, terminó en un fracaso total, y dejó a los beneficiarios endeudados y con la imposibilidad de acceder a otros créditos. Desde entonces, la mayoría de ellos se ha vuelto dependiente de fuentes externas de ingresos, como otros salarios (a menudo en ingenios de caña de azúcar) o pensiones de jubilación o invalidez.
El gobierno burocrático se ha convertido en una fuente importante de incertidumbre para los beneficiarios. Una situación típica en los asentamientos es esperar que un nuevo “proyecto” se materialice (con la esperanza de que podría traer algún tipo de beneficio o recurso). Un beneficiario me contó que el agrónomo del distrito se había comprometido a intentar “conseguir un proyecto” de piscicultura. “Nos dijo que a principios del próximo año verá si él consigue el gran pez para nosotros y con él el proyecto. Estamos esperando [se lo espera como algo posible y se tiene esperanza de que pueda ocurrir]”. La experiencia de esperar se ve reforzada por el funcionamiento burocrático de las agencias a cargo de monitorear los proyectos de asentamiento. Los propios oficiales del INCRA denuncian la “lentitud” de la agencia e instan a los beneficiarios a “correr detrás” en vez de “esperar”.33 Así, en 2006, el INCRA prometió la llegada de un crédito para renovar casas. Sin embargo, el pago ha sido pospuesto repetidamente por una serie de razones burocráticas.34
Cuando se les propone a mis interlocutores evaluar su situación actual en relación con el pasado, ellos suelan equilibrar las pérdidas y las ganancias, pero no en términos económicos sino de los valores potencialmente conflictivos de seguridad y autonomía. De hecho, la ganancia en autonomía conlleva un aumento correspondiente de la incertidumbre: cuando a los moradores se les ordenaba realizar una tarea, no tenían otra opción más que cumplir o abandonar el ingenio. Ahora las opciones son considerablemente más abiertas, pero muchos beneficiarios expresan una sensación de confusión sobre qué hacer en ausencia del ingenio como marco de referencia. Entonces, si bien la vida se estabilizó en algunas áreas vitales como la vivienda, sigue siendo altamente incierta en muchos otros aspectos.
Enfrentando la incertidumbre: dinero a corto plazo, amistad a largo plazo
Comprender “la amistad es mejor que el dinero” como una declaración moral que condena la intrusión de este último en el mundo de las relaciones interpersonales estaría fuera de lugar. Más bien se utiliza para equilibrar y valorar (en el sentido moral, no económico) un elemento por sobre el otro, cuando pertenecen a dos órdenes de valor diferentes u “órdenes transaccionales” (Bloch y Parry, 1989). El dinero y la amistad se valoran de manera diferente porque están asociados con diferentes temporalidades y moralidades: el dinero se asocia con una orientación a corto plazo, mientras que la amistad implica una relación a largo plazo.
Los trabajadores de la caña de azúcar de Pernambuco han estado familiarizados por mucho tiempo con las relaciones monetarias y capitalistas, y no existe entre ellos una condena moral del dinero como tal. Como “ser pobre” se define precisamente por la ausencia de dinero, este es considerado más bien como deseable. Las personas se esfuerzan por ganar más plata porque la necesitan para “sostener la casa”, proporcionar alimentos, ropa y todo lo que sea necesario para la vida de la familia. El dinero, sin embargo, se ve como algo totalmente poco fiable. En la experiencia de los pobres, se desvanece rápidamente. La expectativa general es que si uno llega a ganar dinero, lo gaste de inmediato. Esto parece confirmarse a partir de la experiencia de los beneficiarios de la reforma agraria: el programa conllevó en sus etapas iniciales el pago de varios subsidios, que debían cubrir la compra de herramientas y semillas por un total de 2500 reales, aproximadamente siete veces el monto de un salario mínimo mensual de entonces, una cantidad considerable de dinero para ellos. Como me dijo Dona Morena en 2002:
Dios mío, ¡nunca consigo retener el dinero! Trabajé cortando caña desde al amanecer y cuando llegaba el sábado iba al mercado y ya no quedaba nada [de su salario]. . . Entonces cuando tuve ese dinero. . . la gente aquí [me dijo]: ¡Gasta! ¡Compra esto, compra aquello, compra, compra! ¡Lo gasté todo! No sé cómo manejar el dinero.
Ella relaciona su incapacidad de lidiar con el dinero con su experiencia previa de recibir salarios semanales y su confusión con las instrucciones dadas por los líderes del asentamiento y los técnicos agrícolas sobre cómo gastar el subsidio. El dinero se gastó de varias formas que no estaban contempladas en el plan oficial: comprar material adicional para su casa (ya que la subvención oficial solo permitía una casa pequeña estándar), remedios en caso de enfermedad, o camas, muebles, electrodomésticos, televisores y automóviles o motos usadas. En otras palabras, priorizaron el mantenimiento de la vida y lo que vieron como los símbolos y los medios de una “buena vida”. El dinero ha sido hecho para servir a la vida, no a la economía.
Por lo tanto, el dinero es bueno, ya que es una condición básica para la vida, pero es esencialmente fugaz y de corto plazo. En contraste, los amigos son valorados como un recurso a largo plazo: la amistad es una relación personal, supuestamente perdurable.35 La amistad “real” es una relación a largo plazo que implica la disposición (si no la posibilidad real) de ayudar, junto con la consideración mutua (el respeto). Un antiguo patrón, que aún vivía en medio de un asentamiento donde desarrollaba su emprendimiento turístico, me comentó:
cambió, porque la caña de azúcar terminó, pero el compañerismo, la buena voluntad, la amistad, siguen siendo las mismas. Incluso hoy, si alguien se enferma y necesita un automóvil [para ser llevado al hospital de la ciudad], la situación continúa siendo igual que en el momento de mi padre, yo mando mi automóvil. . . o voy yo mismo.
En otras palabras, movilizando el vocabulario de la amistad, afirmó que continúa actuando de acuerdo con el marco de referencia propio del ingenio, fiel a la reputación de su padre como “buen patrón” (bom patrão).
La palabra “amistad” se usa para referirse a una amplia gama de relaciones personales, tanto horizontales como verticales (Rebhun, 1999). Se necesitan amigos que sean iguales a uno en términos sociales, para la ayuda necesaria en la vida cotidiana sobre la base de la reciprocidad, y amigos que sean socialmente más poderosos, que puedan ayudarnos cuando uno “pasa necesidad”. De hecho, los momentos de necesidad o de crisis son una prueba ácida para la amistad. Mientras que el dinero, una vez gastado, nos deja en la misma posición de privación que antes, los amigos (y familiares) ofrecen el equivalente más cercano a un seguro social: se supone que deben ayudarnos en caso de enfermedad, o para cuidar a los niños si alguien muere o se va. Los amigos también son importantes para ampliar nuestro campo de oportunidades.36 Pedir ayuda a los amigos es una forma moral y socialmente reconocida de actuar ante la incertidumbre. De esta manera, un beneficiario desempleado me dijo que estaba esperando que el alcalde electo le diera trabajo, explicando que “el nuevo alcalde es un gran amigo mío, me quiere mucho y me dijo que me ayudaría, sabiendo que estoy en una situación de necesidad”. El lenguaje socialmente legítimo de la amistad permite muchos usos; no excluye la circulación de dinero y otros recursos, sino que los inserta en un marco moral.
En un entorno de imprevisibilidad generalizada, el área en la que se puede lograr reducir la incertidumbre es la de las relaciones interpersonales. Movilizar los vínculos personales es un recurso tradicional para los pobres.37 Uno no puede obligar a un patrón a que le dé trabajo, pero si nos conoce, puede que elija contratarnos en lugar de emplear a un trabajador desconocido. Este mismo esquema se activa en la nueva configuración de incertidumbre: desde el punto de vista del beneficiario, las burocracias (incluidos el INCRA, los bancos, las ONG y la Agencia Ambiental Federal) actúan de manera arbitraria e inescrutable. No se puede controlar al INCRA, pero uno puede hacerse amigo del técnico ofreciéndole una bebida en su casa. El Banco Mundial está fuera del alcance, pero si uno es amigo o familiar del asistente local del técnico a cargo, puede terminar en la lista de beneficiarios de un proyecto de desarrollo. Por lo que construir “amistades” parece ser el mejor recurso de las personas frente a la incertidumbre.
La incertidumbre radical está más allá del poder de acción humano, mientras que sí se puede actuar sobre la incertidumbre relativa. El hijo de Jo se infectó con un virus raro que lo dejó gravemente enfermo y la única cura posible consistía en una operación compleja que solo podía realizarse en la ciudad de Recife. Su costo en un hospital privado era de más de 30.000 reales, 60 veces el salario mínimo mensual y claramente más allá de su alcance. En ese momento, el doctor Bernardo, un “amigo de la familia” y candidato a alcalde que es cirujano en Recife, la dirigió a un cirujano amigo suyo en otro hospital público de esa ciudad. Durante aproximadamente dos años Jo esperó (en los sentidos de aguardar y de guardar la esperanza) y rezó, hasta que finalmente la operación se realizó en 2012. “Es mejor tener un amigo cerca que dinero en el banco”, comentó el cirujano, explicando que fue la insistencia del Dr. Bernardo lo que lo llevó a priorizar al hijo de Jo por sobre una larga lista de pacientes en espera. Jo señaló que el Dr. Bernardo “ni siquiera me pidió que votara por él”. No pedirle algo a cambio fue para ella una marca de consideración, de verdadera amistad; y lo opuesto a una decisión interesada (aun cuando ella y su familia, por supuesto, votaron por él). Luego de convertirse al pentecostalismo durante la enfermedad de su hijo, Jo también ofreció un servicio religioso de agradecimiento.
Para la mayoría de mis interlocutores, la esperanza está en última instancia relacionada con Dios, quien le da sentido. Es precisamente porque el futuro es impredecible que uno tiene que confiar en él. Dios no es de ninguna manera un seguro: no siempre previene la desgracia, pero puede ayudarnos a lidiar con ella. Dios no solo ofrece un consuelo para los males del presente, sino también un punto de apoyo estable en un mundo por lo demás incierto, pues proporciona una certeza única. Las repetidas declaraciones de que “Dios es grande” o “Dios es todopoderoso”, especialmente frecuentes entre los creyentes pentecostales, sugieren que, aunque los planes de Dios no pueden ser conocidos, Él sabe lo que es mejor y puede controlar el futuro. Dios tiene el poder de liberar a un hijo de la prisión, de ayudarnos a encontrar comida si tenemos hambre, de reconciliar a una esposa y un esposo, o de aplastar a nuestros enemigos.38 No se trata aquí de “economía”, ni siquiera de una “economía religiosa”, sino de una definición alternativa de la realidad.
Conclusión: de “la Economía” al “vivir y el vivir bien”
La afirmación “el dinero es bueno, pero un amigo es mejor” podría ser interpretada como una formulación “económica” (con la supuesta utilidad superior de un amigo sobre el dinero). Sin embargo, hemos argumentado aquí que tal afirmación instaura más bien un modo específico de hacer frente a la precariedad, que articula jerárquicamente dos “órdenes transaccionales” o “esferas de valor”. Fórmulas de este tipo implican al mismo tiempo una declaración sobre el estado del mundo, donde el futuro es incierto, sobre las actitudes apropiadas para aquellos que se enfrentan a él, y una afirmación moral de ser una “buena persona”.
La cualidad abierta del esperar refleja así la indeterminación del futuro y el carácter incierto de la vida. Si bien estas son características generales de la condición humana, afectan profundamente las situaciones de la vida de las personas que encontré en los proyectos de asentamiento de Pernambuco. En este mundo, marcado por la incertidumbre radical, el futuro parece irreducible al cálculo. Es un campo de expectativa abierto que involucra tanto la espera como la esperanza. Si bien es imposible reducir la incertidumbre estructural, los pobres, tanto en Brasil como en otros lugares, han ideado formas alternativas de afrontar la precariedad estructural y los accidentes inesperados (pero probables). Estas estrategias involucran tanto la inversión en relaciones sociales (hacer amigos) como la confianza en Dios, quien en última instancia garantiza que la esperanza no sea en vano. Esperar también hace evidente que las expectativas, enmarcadas por la experiencia anterior, están en sintonía con una configuración dada de incertidumbre que vale para un mundo determinado y son definidas por campos específicos de oportunidades y marcos de referencia. Cuando ese entorno habitual cambia, las expectativas se desajustan, y producen un sentido de desorientación cognitiva y moral (Schutz, 1944).
Esto nos invita a cuestionar más fundamentalmente el marco mismo de “la economía”. Aquellos para quienes la economía es un principio ontológico básico tienden a considerar a los que no ven el mundo en estos términos como ingenuos, ignorantes o alienados, porque no logran captar la estructura básica de la realidad. Este es especialmente el caso cuando se hace referencia a los pobres, ya que en una situación de privación deberían privilegiar sus necesidades más “básicas”, es decir, las “económicas”. Por lo tanto, muchas discusiones tanto políticas como académicas sobre los asentamientos de reforma agraria tienden a estar enmarcadas por cuestiones de “éxito económico” (o fracaso), mientras que para los beneficiarios las preocupaciones de “autonomía” y protección son más apremiantes.
Cuando nuestros interlocutores hablan de “trabajo”, “salario”, “venta”, “dinero”, “ir al mercado” y “mantener la casa”, nuestro propio marco nos engaña para entender que esto es principalmente “económico”. Sin embargo, cuando se refieren a tales realidades no están articulando una “visión campesina de la economía” o una “economía moral”; hablan sobre cómo vivir y vivir bien, cómo articular la búsqueda de la autonomía y la necesidad de protección. La decisión de plantar o no plantar un cultivo en particular no solo depende de la cantidad de mano de obra que se pueda movilizar y de la estimación de los precios futuros, sino también de tener en cuenta la posibilidad de que les roben sus productos o incluso de que un ladrón los mate. La preocupación por la seguridad no es “económica”, sino que se refiere a las condiciones y los medios necesarios para “vivir y vivir bien”, para utilizar las categorías aristotélicas (zein kai eu zein).39 Esta versión “pernambucana” de oikonomia en el sentido de “gobierno de la casa”, que abarca las preocupaciones de “mantener la casa” al proporcionar recursos materiales y sociales y “seguridad”, implica autonomía, moralidades, religión, reproducción, política y capacidad de maniobrar en un mundo complejo y fluido.
Los fenómenos usualmente considerados bajo la etiqueta de “económicos” –ya sea la crisis de la agroindustria de la caña de azúcar a mediados de la década de 1990, el declive del turismo extranjero a raíz del aumento del tipo de cambio del real o la política de redistribución social del Estado brasileño– han sido de hecho fundamentales para redefinir los conjuntos de oportunidades y limitaciones que enfrentan mis interlocutores. Además, muchos de estos factores de estructuración –como subvencionar o no la agroindustria de la caña de azúcar, invertir dinero federal en la compra de tierras para los asentamientos o en desarrollar las exportaciones agrícolas– han sido producidos por personas que piensan y actúan dentro del marco “económico” (Neiburg, 2010).
Como académicos compartimos esta dificultad para imaginar un mundo fuera del marco de “la economía”. Incluso si siguiendo a Polanyi son críticos del reduccionismo de la economía de libre mercado, los antropólogos económicos generalmente dan por sentado de una manera livianamente marxista que “la economía” proporciona la infraestructura o la “base material” de otros fenómenos (sociales, culturales, políticos, religiosos). Como habitantes del mundo occidental moderno, hemos incorporado completamente la división de la vida en distintas esferas institucionales: lo “económico”, lo “político”, lo “social” y lo “religioso”. Al establecer “lo económico” como un nivel específico o “esfera” distinta de “lo social” y “lo político”, le hemos negado su impronta social y lo hemos despolitizado. Compartimentar “lo económico” y “lo religioso” nos ha impedido ver las dimensiones ontológicas y cosmológicas de “la economía”. Hemos incorporado “la economía” como un marco de referencia, incluso como un principio ontológico hasta el punto de que lo proyectamos literalmente en todas partes; y cuando observamos entornos desconocidos creemos ver “otras economías”. Incluso cuando nos esforzamos por pluralizar la noción de “economía”, todavía es nuestra noción de esta última la que proporciona el estándar explícito o implícito en relación con el cual definimos nuestros enfoques críticos.
Naturalizar el uso de las categorías económicas como una herramienta privilegiada para entender el mundo ha implicado atar la imaginación antropológica con una camisa de fuerza, y nos ha cegado a entendimientos alternativos. Para poder “repensar la economía” debemos suspender nuestro uso del lenguaje económico y de la economía, al menos como un experimento temporario. ¿Qué sucede si vemos tales configuraciones no como “otras economías” sino como “algo más que economía”? En lugar de intentar calificar las cuentas económicas estándar al observar lo que “falta” en ellas, es posible que queramos explorar el mundo de “la economía” desde el punto de vista de otras “formas de vida”, otras formas de construir mundos. Los conceptos de “campo de oportunidades” y “marcos de referencia” son herramientas que se pueden utilizar para analizar las expectativas y experiencias de las personas, para ir más allá de la división de la vida en esferas distintas que hemos dado por sentada.
Si nos proponemos describir etnográficamente el mundo sin asumir la existencia de “la economía”, sino observando las formas en que las personas conciben y actúan para vivir y llevar una “buena vida”, permitiremos que nuevas concepciones y formas de comprensión surjan. ¿Cómo hacen las personas para enfrentar de manera diferente la incertidumbre estructural y lidiar con las posibles contradicciones entre el anhelo de autonomía y la necesidad de seguridad? ¿En qué situaciones privilegian a los amigos sobre el dinero o al dinero sobre los amigos? ¿La iglesia sobre la familia? ¿Ir a la escuela por sobre ir a trabajar en el campo? ¿Cuáles son los requisitos para validar el reclamo de alguien de ser una “buena persona”? En la zona rural de Pernambuco, esto implica que un hombre adulto sea “un buen jefe de familia”, uno de cuyos deberes es “sostener la casa”; mientras que una mujer adulta es juzgada de acuerdo con su desempeño como “ama de casa” (dona de casa), cuidando adecuadamente la casa y los niños. Si observamos las formas en que las personas se esfuerzan para lograr estos objetivos, encontraremos muchas prácticas que generalmente se analizan bajo el rótulo de “prácticas económicas”, pero que podrían abordarse de manera más fructífera como “condiciones para la vida y la buena vida”. ¿Cuáles son las condiciones para imaginar un futuro? ¿Qué hace que la vida sea una “vida apropiada”? A la inversa, ¿en qué momento la vida se vuelve “insoportable”? ¿Cómo enfrentan las personas cambios radicales en sus campos de oportunidades y marcos de referencia en situaciones como la guerra, la revolución, la migración, el desplazamiento, la reforma agraria y la crisis económica?
Evidenciar marcos locales alternativos puede permitirnos desafiar la manera en que vemos el mundo a través de este marco económico global. Y este nuevo enfoque podría finalmente arrojar luz sobre la forma en que las personas viven e interpretan sus vidas en nuestro propio mundo “economizado” y sobre las condiciones políticas y sociales para la existencia de “la economía” como un marco de referencia privilegiado, como el sentido de “seguridad”, la estabilización de las expectativas y la capacidad de controlar el futuro, garantizada en última instancia por el Estado. Sugiero entonces que utilicemos dichos marcos de referencia alternativos que no dan por sentada la existencia de “la economía”, como una palanca que nos permita bascular y descentrar nuestra forma de ver nuestro propio mundo. Esperar en una situación de “incertidumbre radical” puede así abrir la esperanza de un replanteamiento radical de la economía. Y para esto debemos primero des-pensar (unthink) “la economía” como un marco dado.
Sobre el autor
Doctor en Antropología (EHESS) es director de Investigación (directeur de recherche) en el CNRS (Centre Maurice Halbwachs) y profesor de Antropología en la Ecole Normale Supérieure/PSL Research University. Sus temas de investigación versan sobre la antropología política y antropología del conocimiento; la gubernamentalidad de las prácticas cotidianas, antropología de la casa (oikos), Antropología política de los saberes coloniales. Ha estudiado en profundidad las recomposiciones sociales y políticas de Brasil.
Agradecimientos
Una primera versión de este documento se discutió en el simposio de Wenner Gren “Crisis, value and hope: rethinking the Economy” en septiembre de 2012. Agradezco a Niko Besnier y Susana Narotzky por su invitación a participar en este diálogo, a los compañeros participantes por los intercambios estimulantes, a los participantes en el seminario NuCEC en Río de Janeiro en mayo de 2013 y a los revisores anónimos de Current Anthropology por sus comentarios. Esta investigación ha sido posible gracias a la beca del CNPq (Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientifico e Tecnológico) que respaldó mi estadía en el PPGAS, Museo Nacional, Universidad Federal de Río de Janeiro, entre 2010 y 2011, y a mi afiliación a la sede en Río de Janeiro del Centre National de la Recherche Scientifique. Un último agradecimiento a Gala Agüero por el trabajo de traducción, financiada por el Projet IRIS Etudes Globales de PSL “Financialization from below” Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Dedico este artículo a la memoria de Lygia Sigaud, gracias a quien conocí a los trabajadores rurales de la Zona da Mata.
Notas
En 1997, en el lugar al que llamamos aquí Coqueiros, comencé a estudiar tres ingenios azucareros que poco después se convertirían en proyectos de asentamiento, como parte del programa de reforma agraria brasileña. He continuado el trabajo de campo desde entonces a lo largo de los años, y entré en confianza y mayor intimidad con las familias involucradas. Las estadías de trabajo de campo se realizaron en 1999, 2003, 2006, 2008, 2010, 2011 y 2013. Los tres asentamientos a los que haré referencia aquí albergan oficialmente a 94, 38 y 59 familias que ocupan parcelas de entre cuatro y nueve hectáreas.↩
Este es básicamente el principio actuarial del sistema de seguros desde el siglo XVII: si bien nadie puede predecir un naufragio o una muerte súbita, es posible estimar su probabilidad. En función de esta, se puede calcular una prima que ofrece la seguridad (monetaria) de la compensación por la pérdida incurrida (Hacking, 1975). Sobre las nociones de “incertidumbre” en economía y finanzas, véase también Brian (2009).↩
Estos diversos conceptos duales pueden tomarse como variantes de la distinción ideal-típica de Max Weber entre “economía natural” y “economía monetaria” (Weber, 1968, p. 100).↩
Tal concepción muestra el proyecto mismo de antropología económica, como es evidente, por ejemplo, en la reciente síntesis de Hann y Hart (2011).↩
Aristóteles, Política (versión bilingüe francés-griego) http://remacle.org/bloodwolf/philosophes/Aristote/politique2a.htm [consultado el 6 de junio de 2012].↩
Bateson (1935) nos advirtió hace mucho tiempo contra una “concreción fuera de lugar”. Véase también Bohannan (1967).↩
Siguiendo la famosa distinción de Knight (1921) entre “riesgo” como “incertidumbre calculable” e “incertidumbre” (como incalculable), los economistas discutieron sobre “incertidumbre” y “expectativas”. Ver especialmente Keynes (1974), von Hayek (1937 ) y von Mises (1949).↩
Soy consciente de que estas nociones están lejos de ser equivalentes y se relacionan con diferentes marcos teóricos, pero al no ser ello fundamental para mi propósito actual, utilizo aquí una definición general de “marco de referencia”.↩
Ingresé a este campo gracias a mi difunta amiga Lygia Sigaud, con quien organicé en Coqueiros en 1997 un “experimento de entrenamiento de trabajo de campo” transnacional en el que participaron profesores y estudiantes de posgrado de la Ecole Normale Supérieure y la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París; y del Programa de posgrado en Antropología Social (PPGAS) del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (de L'Estoile y Sigaud, 2006). Mi labor ha sido posible gracias al trabajo previo de un grupo de antropólogos brasileños que se propusieron estudiar la región de la Zona da Mata a fines de la década de 1960, que desarrollaron una notable producción de altísima calidad (para una descripción general, consulte Sigaud, 2008). Una idea clave de estos estudios fue que el desarrollo de los “mercados” locales (feiras) en el noreste había afectado tanto a las “economías campesinas” como a las “formas de dominación” (García, 1993; Palmeira, 1971). Basados en la antropología económica y los estudios marxistas de “economía campesina” (Chayanov, 1966; Kula, 1970; Tepicht, 1973), analizaron formas de “contabilidad campesina” entre pequeños productores (por ejemplo, García, 1983, 1989; Heredia, 1979). Su descripción de la “economía campesina” no es ajena a la lógica descrita por Gudeman y Rivera (1990), aunque en un lenguaje analítico diferente.↩
Los subsidios estatales a los propietarios de ingenios comenzaron a fines del siglo XIX; véase Eisenberg (1974).↩
En el distrito de Coqueiros, la producción de caña de azúcar representó en el año 2000 un tercio respecto de su nivel en 1994.↩
Durante la cosecha de caña (zafra) (de septiembre a marzo), los ingenios contratan grandes cantidades de mano de obra (en su mayoría hombres) para cortar la caña, mientras que durante los meses de invierno, las oportunidades se vuelven más escasas y la gente busca pequeños trabajos o come del manglar. Especialmente para aquellos que vivían en las afueras de las pequeñas ciudades, el campo de oportunidades estaba marcado estructuralmente por este carácter estacional.↩
El Estado federal estuvo encabezado por el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso y más tarde por el Partido de los Trabajadores (Partido dos Trabalhadores [PT]), bajo la presidencia, primero, de Luiz Inacio Lula da Silva, y luego de Dilma Rousseff. El INCRA es una agencia semiautónoma (autárquica) dentro del Ministerio de Desarrollo Agrario (Ministerio do Desenvolvimento Agrario [MDA]) y está a cargo del desarrollo de la “agricultura familiar”, mientras que en paralelo, el Ministerio de Agricultura está destinado a fomentar la agroindustria.↩
Un elemento crucial del proceso de redemocratización en Brasil a mediados de la década de 1980 fue la elaboración, en la que varios antropólogos del mundo rural tomaron una parte prominente, de un ambicioso plan nacional de reforma agraria que finalmente no se implementó (Palmeira, 1989; Pereira, 1997).↩
Ha sido un proceso prolongado. Si bien los ingenios fueron expropiados en 1997, los PDA para los tres asentamientos se elaboraron en 2004. Esta presentación es a partir de esos PDA.↩
Este es un resumen esquemático, entendiendo que los proyectos más detallados se elaborarían más adelante. Incluían también un presupuesto estimado para la implementación de varios programas.↩
Si bien estos diversos actores están divididos en líneas profesionales, políticas e ideológicas, comparten una creencia común en “la economía”.↩
Una sección paralela fue dedicada a “la presencia de los asentamientos en las dinámicas regionales políticas y sociales”.↩
En inglés existen los verbos “to expect,” “to hope”, “to wait”. Estos verbos transmiten significados distintos, incluso opuestos: “to expect” sugiere una alta probabilidad de que ocurra, mientras que “ to hope” transmite tanto una mayor incertidumbre como un anhelo activo; por el contrario, “to wait” sugiere una actitud más pasiva. Aunque no pretendo que esta característica lingüística sea causal, la utilizo como herramienta para la exploración etnográfica de los modos de relacionarse con el futuro entre los antiguos cortadores de caña de azúcar de Pernambuco.↩
Esto ha cambiado parcialmente desde la implementación de nuevos programas de redistribución desde el año 2000 en adelante (Lautier, 2007).↩
Para la mayoría de los europeos hoy en día, la “precariedad” está asociada con una situación de “crisis” y la posibilidad de una creciente incertidumbre, porque la percibimos como una discontinuidad anormal que desestabiliza las expectativas anteriores. Sin embargo, la precariedad estructural ha sido la condición “normal” para la mayor parte de la humanidad la mayor parte del tiempo. En muchos sentidos, es similar a la situación de los pobres europeos en Europa antes del siglo XIX (Fontaine, 2008).↩
Si bien es una característica común, es particularmente severa en ausencia de riego y control de plagas.↩
Esta es una presentación escueta que esquematiza idealmente situaciones en realidad mucho más complejas, que conocen una gran variedad de matices y se transforman a lo largo del tiempo y del espacio en la región de la Zona da Mata de Pernambuco y más allá también.↩
Desde 1991 se ha implementado gradualmente un sistema de pensiones rurales. En 1999, la edad de jubilación se redujo a 60 años para los hombres y 55 para las mujeres.↩
Vease Sigaud (1993). Desde finales de la década de 1960, la posibilidad de migración hacia el sureste de Brasil (Río de Janeiro y San Pablo) también abrió campos de oportunidades alternativos (García, 1989).↩
Los sindicatos locales se han convertido, en las zonas rurales de Brasil, en los mediadores de facto del Estado para el acceso a pensiones y prestaciones sociales.↩
En Brasil, los sindicatos de trabajadores rurales se organizan a nivel municipal. En Coqueiros, el movimiento fue liderado por la Unión Local de Trabajadores Rurales (STR), vinculada a la Federación del Estado de Pernambuco (FETAPE [Federación de Trabajadores Agrícolas del Estado de Pernambuco]). Sobre los sindicatos de trabajadores rurales en Pernambuco, ver Palmeira (1979), Pereira (1997), Rosa (2004) y Sigaud (1986, 2000, 2010).↩
Con ligeras diferencias entre ingenios, este proceso sucedió en Coqueiros durante un período de dos años, desde 1997 hasta 1999.↩
La posibilidad de formular estrategias depende de un mínimo nivel de “distancia de la necesidad” (Bourdieu, 1997, p. 262).↩
“A gente passou a ser gente”. En esta frase, gente refiere a “humano” como el opuesto de bicho, “animal”.↩
Las asociaciones son el marco organizativo obligatorio para todos los tratos con agencias estatales y ONG. Para la mayoría de los beneficiarios, esta era una forma política completamente desconocida.↩
Un cambio tan brutal en la temporalidad se ha observado en otras sociedades campesinas en situaciones similares de transformación social impuesta. Véase por ejemplo, Bourdieu (1963) sobre los cambios en las orientaciones al futuro de los grupos kabyles, en el contexto de la “modernización” forzada bajo el dominio colonial francés tardío en Argelia.↩
Las personas contrastan esperar con ”correr detrás“ (en el sentido de perseguir), y marcan, con la segunda opción, una postura activa para alcanzar el fin deseado.↩
En 2013, la responsabilidad de este proyecto fue transferida a la Caixa Economica Federal, lo que provocó más demoras.↩
Los amigos son diferentes de la “familia”, la que implica deberes vistos como “naturales” (especialmente entre padres e hijos). Por el contrario, la “amistad” supone una elección.↩
Las redes de parientes, amigos y vecinos fueron movilizadas en el proceso de ocupación de las tierras (de L'Estoile y Sigaud, 2006; Sigaud, 2010).↩
“Compartir recursos dentro de las organizaciones comunales y confiar en los lazos con jefes y patrones poderosos fueron formas recurrentes en las que los campesinos se esforzaron por reducir los riesgos y mejorar su estabilidad” (Wolf, 1969, p. 279). Cf. Wolf (1971) Foster (1961) y Pitt-Rivers (1971).↩
Estas frases corresponden a declaraciones escuchadas durante los servicios religiosos evangélicos y conversaciones diarias.↩
Como Bensa (2006, p. 105) expresó sobre el intercambio de la contabilidad de regalos entre sus interlocutores kanak, “el interés se entiende aquí en el sentido más amplio, al mismo tiempo social y vital, porque la estrategia está más motivada por un beneficio en la vida que por un proyecto mercantil. Es un ‘seguro de vida’, dicen los actores”.↩
* [N. d. T]. Como se verá a lo largo del texto, el autor juega con las diferentes acepciones del verbo esperar, que en inglés puede distinguirse entre los verbos “to wait” “to hope” y “to expect”. Se incluyen entre paréntesis en la versión original del artículo. Ver nota al pie 19.↩
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