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in memoriam
Recordando a Lidia Clara García
(1951-2024)
Guillermo L. Mengoni Goñalons*
Aún resulta difícil aceptar lo que ocurrió. Nunca estamos preparados para algo tan inesperado e impensable. Creo que el homenaje que se le hizo en el Instituto de Arqueología, a los pocos días de su partida, fue sanador para todos los que la conocimos y ahora la extrañamos. También, lo es recordarla a través de estas líneas u otras que se escriban.
Resumir su trayectoria de algo más de cinco décadas vinculada con la arqueología es recorrer un camino rico en experiencias y marcado por logros, resultado de su constancia y empeño, tanto en la investigación dentro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) como en la docencia en el ámbito de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), principalmente.
Como alumna de la carrera de Ciencias Antropológicas (1970-1978) participa de campañas en el litoral de Argentina y Seno de Última Esperanza en Chile. Ya graduada viaja al sur de Patagonia y al norte de Tierra del Fuego y, luego, al noroeste de la Argentina, integrando diferentes equipos de trabajo.
En 1984 se inician sus trabajos intensivos en la zona de Inca Cueva y Alto Sapagua en Jujuy, Argentina, y allí comienza a definir lo que serán sus futuras líneas de investigación en el área de Azul Pampa, microrregión (dicho en sus propios términos) en la que focalizaría sus esfuerzos a lo largo de toda su carrera. En los años 90 colabora activamente en el proyecto liderado por Danièle Lavallée y Michèle Julien del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, Francia) en el alero Tomayoc (1986-1991) en Sierra del Aguilar, Jujuy, en el que participa Denise Pozzi-Escot (Perú), con quienes cultiva una relación de amistad que perdura hasta el presente.
Con Denise Pozzi-Escot, Claudine Karlin y Michèle Julien (de atrás hacia adelante y de izquierda a derecha) en Mina Aguilar, Jujuy. Mission Archéologique Française en Argentina - Proyecto Jujuy, 1989.
Sus publicaciones cubren una variada gama de temas que se sustentan en el análisis de diferentes clases de evidencia. Estas incluyen a las cerámicas tempranas y actuales, los artefactos para hacer fuego, el material lítico, el arte rupestre, entre otras. En sus inicios realiza estudios etnoarqueológicos aplicados a la cerámica con pobladores locales con los que con el tiempo mantuvo un estrecho vínculo personal, pero también con quienes compartió en coautoría presentaciones en reuniones científicas. Todos estos trabajos fueron innovadores para la época y también para la disciplina. Al respecto, resulta revelador uno de sus últimos artículos en el que reflexiona sobre su relación con las familias locales que conoció y que hoy siguen allí viviendo conectadas estrechamente a su territorio y materialidad. También cabe mencionar sus originales estudios experimentales con fogones y arcillas que aportan una mirada actualista a la interpretación del registro arqueológico.
A partir de esos trabajos discute distintos aspectos que hacen al desarrollo cultural de su área de investigación puesta en el contexto más amplio de la región andina. Entre ellos trata la historia y cronología de las ocupaciones, la complejidad, redes y organización social, la subsistencia de las sociedades que vivieron en esos sitios y las prácticas que desarrollaron en esos sectores de la puna oriental y su borde. Se puede acceder a sus trabajos en las plataformas Academia.edu y ResearchGate y, en especial, a través del espacio virtual del Instituto de Arqueología (IA:Digital), alojado en el Repositorio Institucional de la FFyL-UBA (FILO Digital), al que contribuyó muy especialmente.
Fue una asidua participante de congresos, jornadas y talleres. Además, a lo largo de los años fue formadora de estudiantes de la carrera de Ciencias Antropológicas, a quienes dirige a través de becas iniciales de estímulo de la UBA y de tesis de licenciatura en la FFyL, entre otras tareas de formación. También actúa como Consejera de Estudios de graduados que realizan su doctorado en la UBA.
Su carrera como docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA fue de más de tres décadas, llegando a ser Profesora Asociada de Metodología y Técnicas de la Investigación Arqueológica. También desempeña la docencia en la Universidad de Salta, Universidad del Centro de la provincia de Buenos Aires, Universidad de Catamarca, Universidad Católica Argentina, Maison de l’Archéologie et de l’Ethnologie (Nanterre, Paris) e integra el equipo docente del seminario de grado de arqueología de campo en el Instituto Interdisciplinario de Tilcara de la FFyL, en Jujuy.
Asimismo, actúa como evaluadora de publicaciones y proyectos y, también, como jurado de tesis. Y entre 2006 y 2012 integra la Comisión Técnica Asesora (CTA) de Humanidades de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UBA.
A lo largo de los años obtiene varios subsidios de la UBA y CONICET que le permiten dar continuidad a sus investigaciones, no sin faltar de su parte un gran esfuerzo personal. Y entre sus logros recientes se destaca el reconocimiento a la trayectoria otorgado por la Universidad de Buenos Aires en 2019, galardón que la hizo sentir orgullosa por ser premiada por la institución a la que le dedicó años de su vida y desde donde desarrolló sus investigaciones y tareas docentes.
Hasta aquí una breve síntesis de su larga y prolífica carrera y destacado aporte a la arqueología del noroeste de nuestro país. Ahora quiero pasar a hablar desde una visión más personal, dado que ambos hicimos nuestras carreras en paralelo, compartimos un lugar de trabajo y una misma cátedra durante décadas.
Ingresamos a la Facultad en el arranque de los 70 y estudiamos como pudimos a lo largo de esa convulsionada década. Tuvimos los mismos profesores, aunque curiosamente nunca fuimos juntos de campaña, y ya graduados cada cual eligió un área y temática diferente para investigar. Pese a eso siempre estuvimos conectados.
En 1997 ambos concursamos en Metodología y Técnicas de la Investigación Arqueológica por los mismos cargos docentes, la misma semana y los mismos días. Luego de ese singular concurso siguieron más de 20 años de compartir el dictado de esa asignatura, junto con Norma Ratto, Ximena Senatore y unos pocos años más tarde con Mariana de Nigris. Y, antes de que nos jubiláramos, se incorporaron Mariana Carballido Calatayud y Virginia Pineau. Imprimir un perfil renovado y actualizado a la materia fue desde el comienzo un desafío compartido, pero una gran oportunidad para que en ese espacio todo el equipo docente pudiera plasmar su respectiva experiencia personal en diferentes cuestiones metodológicas y prácticas y transmitirla a los estudiantes. En ese sentido, aprecio y valoro enormemente todo lo que aprendimos mutuamente y colectivamente.
Lidia estaba siempre presente. Se hacía notar. No creo que fuera de un modo consciente, sino por su forma natural de ser y la manera franca de expresarse, en la que su risa era uno de sus rasgos distintivos. Su risa tenía distintos matices. Acompañaba su lectura de la realidad, estuviera o no de acuerdo con lo que aconteciera. Podía ser el resultado de algo gracioso, podía ser crítica o, a veces, complaciente.
Era vital y tenaz. Firme en sus principios, los que, a veces, pienso la llevaban a tener uno que otro cruce con algunas personas. La espontaneidad era su firma. Era entusiasta y voluntariosa. Responsable y comprometida con su trabajo como investigadora y docente, con la Facultad y con el Instituto y su historia previa. En los tiempos que corren en que la ciencia y la investigación es interpelada con malicia e ignorancia, cómo no resaltar todas esas virtudes que otros carecen por completo.
Ahora me la imagino revisando su agenda, la que siempre tenía a mano, viendo si le queda algún pendiente, pensando en el próximo congreso en el que le gustaría participar o en algún nuevo artículo por escribir. Para mí así era ella y así la recordaré.
Lidia contribuyó significativamente al conocimiento de la región en donde trabajó durante años y tuvo la capacidad de transmitir su experiencia a varias generaciones de estudiantes, a través de su larga carrera docente. Por eso, quiero recordar a Lidia con respeto y cariño, deseando que se encuentre en paz, esté donde esté.
Agradezco a la Dra. Danièle Lavallée haberme facilitado las fotos que se incluyen en este obituario.
Con Danièle Lavallée en alero Las Langostas, Jujuy. Mission Archéologique Française en Argentina - Proyecto Jujuy, 1986.
* Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). 25 de Mayo 217, 3er piso (CP C1002ABE), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: wmengoni@yahoo.com.ar